El jinete del caballo blanco de Apocalipsis y el Gran Monarca

Nota introductoria

El siguiente artículo fue enviado a Sursum Corda hace varios años y fue publicado en el año 2017. Lo remitió el lector y comentarista John Jairo. Se trata de un estudio novedoso sobre Apocalipsis 19: 11-16 y propone una lectura alternativa a la identidad del Jinete del caballo blanco que, tradicionalmente se asoció con Nuestro Señor Jesucristo.

Desde poco antes del inicio de la crisis conciliar, la profecía del «Gran Monarca» y el «Gran Pontífice», e incluso los «Dos Testigos» dieron lugar a a la aparición de visionarios que reclamaron, o bien ser ellos mismos (como es el caso de Clemente Dominguez y Gómez/Gregorio XVII del Palmar de Troya), o que conocían su identidad. Hace pocos años atrás, algunos indicaban que los hermanos Peter y David Diamond, del Monasterio de la Sagrada Familia (una secta neo-jansenista feeneyeta) eran los Dos Testigos de Apocalipsis, sin contar las delirantes reclamaciones de Nicolás Gonella Neyra (hoy en procesado por amenazas de muerte, tenencia y distribución de pornografía infantil) y hoy, por una suérte de émulo, un muchachito de México que trata de daclamar en unos videos y que se llama José Guzman, que no cesa de juguetear con que él es el Gran Monarca.

En todo este embrollo, conviene recordar que hay personas que han realizado estudios serios sobre la profecía del Gran Monarca. Uno de ellos es John Jairo, cuyo texto presentamos a continuación.

EL JINETE DEL CABALLO BLANCO DE APOCALIPSIS Y SU RELACIÓN CON LAS CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS DE ASIA Y EL REINO DE LOS MIL AÑOS

En Ap 19,11-16 se lee:”Entonces vi el cielo abierto y había un caballo blanco: el que lo monta se llama” fiel y veraz” y juzga y combate con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce, viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios. Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco y puro,  le seguían sobre caballos blancos. De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar del vino de la furiosa ira de Dios, el Todopoderoso. Lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: -Rey de Reyes y Señor de Señores-“.


Tradicionalmente se ha relacionado al jinete del caballo blanco con Nuestro Señor Jesucristo, pero si hacemos un análisis más detallado, teniendo en cuenta las características que lo describen, y haciendo una comparación con otros textos bíblicos que hacen referencia a la misma persona, nos llevaremos una gran sorpresa. Cabe aclarar que el jinete del caballo blanco de Ap 6, 1-2, es el mismo personaje, al igual que se hace mención de él en Ap 12,5 y en otros textos.
Si nos remitimos al libro de los Hch 1,9-11 donde se hace referencia a la ascensión de Nuestro Señor Jesucristo leeremos:”Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube blanca le ocultó a sus ojos. Como ellos estuvieran mirando fijamente al cielo mientras él se iba, se le presentaron de pronto dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:- Galileos, ¿por qué permanecéis mirando al cielo? Éste Jesús, que de entre vosotros ha sido llevado al cielo, volverá así tal como lo habéis visto marchar al cielo”. Analizando el texto, notamos que Jesús ascendió en una nube, en ningún momento se menciona un caballo blanco, y como nos dice más adelante, así tal, volverá en la Parusía. 
Para ir desvelando la identidad del misterioso jinete del caballo blanco, hay que partir de la base que tal jinete  no es Nuestro Señor, ya que dicho personaje viene a establecer un reinado acá en la tierra, y como Jesús mismo lo dijo:”Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,36); pero para comprobarlo, hay que buscar respuestas en la Biblia y en visiones de santos católicos como san Cesáreo, san Francisco de Sales, etc.
Primero tenemos que entender que las cartas a las iglesias de Asia no se refieren a siete edades de la iglesia, como erróneamente lo plantearon teólogos católicos en la antigüedad, o algunos más recientes, entre ellos el fallecido pastor protestante William Branham, y aquellos que han seguido su interpretación; no, las cartas a las iglesias de Asia son una prefigura de mensajes en siete etapas de la vida de  un individuo en particular y siete pruebas, por así decirlo, que tiene que pasar ( Nótese que es Nuestro Señor quien envía el mensaje a cada iglesia y al final de cada uno aparece la expresión “al vencedor”, en forma singular), donde después de superarla se le concede un premio (una corona); pero curiosamente San Juan las dejó escritas en forma desordenada. Si las leemos tal como están vamos a notar, por ejemplo, que en la primera carta (Éfeso) se le felicita por detestar el proceder de los nicolíatas, pero en la tercera carta (Pérgamo), se le recrimina porque mantiene a algunos que sostiene el proceder de dichas personas, no sería lógico esto. Nótese también que la última carta (Laodicea) es la que contiene la mayor cantidad de reproches, donde debiera ser la que muestre que éste personaje ha progresado mucho en virtudes. Usando la lógica, el orden correcto de las cartas a las iglesias debe ser el siguiente: la primera debe mostrar a un individuo sin virtudes, y que recibe por gracia de Dios, el llamado a servirle, el cual, a medida que va progresando en cada etapa, logra, al final, demostrar que está preparado para asumir la misión para la cual fue llamado. Teniendo claro esto, el orden correcto sería así: 7-5-3-1-2-4-6.

 El apóstol y evangelista San Juan era muy dado a poner en sus escritos claves en forma numérica, por ejemplo, la identidad del anticristo está encriptada con el número 666, y nos deja el desafío: “Que el inteligente calcule”; (Cabe aclarar que en la época que se escribió el Apocalipsis, no se empleaban los números arábigos). Si analizamos el orden dado arriba, notaremos que el número 1  ocupa el centro de la serie, los números pares se encuentran a la derecha y los impares a la izquierda de dicho centro, y se van alejando de él de dos en dos. Siguiendo éste orden, al leerlas, veremos que las cartas llevan una secuencia lógica, así, la primera carta a leer es la número 7, y así sucesivamente. Luego, al terminar dicha lectura, y sabiendo que cada iglesia, es decir, cada etapa superada por el jinete blanco, le trae como recompensa una corona, tenemos que tal jinete termina con siete coronas (diademas). Recordemos que Ap 19,12 dice: “Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas…”.
 Para afianzar más ésta parte, tenemos que devolvernos a Ap 6, 2: “Miré y había un caballo; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor y para seguirvenciendo”. En la primera manifestación del jinete aparece que se le dio una corona, es decir, acababa de vencer; el texto dice: ”se le dio una corona, y salió como vencedor”, pero más adelante continúa: ”y para seguir venciendo”, dando a entender que le tocaba continuar con su misión personal, es por esto, que al leer Ap 19,12 descrito arriba ya muestra al personaje con muchas diademas, o sea, ya estaba listo para asumir su misión. Éste punto nos aclara por qué en el mensaje a las iglesias de Asia, al finalizar cada carta, siempre dice: ”al vencedor”.
Continuando nuestro análisis, al leer Ap 19,11-16, notaremos que aparecen dos nombres que lo identifican:


1- Se llama “Fiel y Veraz” (Ap 19,11)
2- Su nombre es “La Palabra de Dios” (Ap 19,13)

Aparte de estos nombres, nos dice el texto que lleva escrito:
1- Un nombre que sólo él conoce (Ap 19,12)
2- Un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores (Ap 19,16)


El nombre es lo que identifica a una persona, pero como vemos, aquí no aparece un nombre propio, sino más bien, características personales que nos definen al personaje, para que podamos saber de quién se trata. Leamos Ap 3,12, y descubriremos algo impresionante, el texto dice: “Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él el Nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi Nombre nuevo”. Como vemos, Nuestro Señor Jesucristo le promete al vencedor  engalanarlo con tres nombres, que al compararlos con los cuatro nombres de arriba, veremos que se relacionan con tres de ellos, de la siguiente manera:


1- El Nombre de mi Dios, se relaciona con ”La Palabra de Dios”.
2- El nombre de la ciudad de mi Dios, se relaciona con “Un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores”.  Esto da a entender que el personaje que queremos conocer va a reinar en el mundo entero, teniendo su sede en Jerusalén (el Gran Monarca, predicho en muchas profecías)  luego que sea vencido el falso profeta y  la bestia. El manto significa  realeza, y el muslo es una simbología usada por San Juan para indicar el pueblo de Israel, pero convertido al cristianismo; recordemos cuando Jacob peleó con el ángel, y éste le tocó el muslo, es decir, le dejó una marca, y luego, le cambió el nombre de Jacob por el de Israel, denotando una conversión (cfr. Gn 32,2329).
3- Mi Nombre nuevo se relaciona con “Fiel y Veraz”. Aquí aparece Jesús hablando en primera persona, refiriéndose a él mismo, como aparece en Ap 3,14: “Al ángel de la iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo Fiel y Veraz, el Principio de la creación de Dios«. 
Teniendo identificada la relación de  éstos tres nombres, queda faltando “Un nombre que sólo él conoce”. Esta relación la encontramos en Ap 2,17: “El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: al vencedor le daré maná escondido; y le daré también una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe”.


Entonces,  así tenemos que Ap 19,12  se relaciona con Ap 2,17.
Existen, además de los nombres descritos arriba, otras características que describen al Gran Monarca, como por ejemplo, cuando dice en Ap 19,15:”De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él los regirá con cetro de hierro”. Este pasaje nos da a entender que él tiene el arma más letal que pueda tener cualquier cristiano: La palabra de Dios (cfr Hb 4,12), y la parte donde dice que él las regirá con cetro de hierro, al  volver al texto del mensaje a las iglesias de Asia, se notará  que una de las coronas que le promete Nuestro Señor al vencedor es precisamente eso (cfr Ap 2,26-27)
Aparte de todo lo descrito anteriormente, una de las misiones del Gran Monarca ungido por Dios, después que sean derrotadas la  bestia y el falso profeta sin intervención humana, y se establezca el reino de los mil años, y antes de todo esto, es hacer parte de la vendimia del fin de los tiempos, como se menciona en Ap 14,17-20. Hay que comprender que existen diferencias entre la siega y la vendimia que se van a dar en el tiempo final. La siega es el proceso de separación de los buenos y los malos como lo menciona  Jesús en  Mt 13,24-30 (la parábola de la cizaña) y en Ap 14,14-16 (nótese que aquí si se menciona la nube blanca cuando se hace referencia a Él), lo cual es una labor explícita de Nuestro Señor y sus ángeles. Participar en la vendimia en cambio, sí es una misión del Gran Monarca, puesto que se nos dice que él viste un manto empapado en sangre y que pisa el lagar del vino de la furiosa ira de Dios(cfr Ap 19,13; 19,15), lo cual es una indicación de haber participado en tal misión. Pero hagamos un recorrido por el Antiguo Testamento, donde se nos dan pistas sobre este acontecimiento. En Gn 49,10-12 se lee: ” No se irá cetro de mano de Judá, bastón de mando de entre sus piernas, hasta que venga el que le pertenece, y al que harán homenaje los pueblos. El que ata a la vid su borrico y a la cepa el pollino de su asna, el que lava en vino su túnica y en sangre de uvas su sayo”. Aquí nos deja claro Jacob que va a venir un rey al que harán homenaje los pueblos, el cual tomará el cetro que pertenecía a Judá, y que además lava en vino su túnica, pero ¿qué querrá decir esto?; Para comprender este asunto, tenemos que remitirnos a Is 63,1-6:

¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de rojo? ¿Ése del vestido esplendoroso, y de andar  tan esforzado?-Soy yo que hablo con justicia, un gran libertador. –Y ¿por qué está de rojo tu vestido y tu ropaje como el de un lagarero?-El lagar he pisado yo solo; de mi pueblo no hubo nadie conmigo. Los pisé con ira, los pateé con furia, y salpicó su sangre mis vestidos, y toda mi vestidura he manchado. ¡Era el día de la venganza que tenía pensada, el año de mi desquite era llegado! Miré bien y no había auxiliador; me asombré de que no hubiera quien apoyase. Así que me salvó mi propio brazo, y fue mi furia la que me sostuvo. Pisoteé a pueblos en mi ira, los pisé con furia e hice correr por tierra su sangre”.


Aquí vemos claramente que la Palabra se refiere a un gran libertador que viene de Edom de Bosrá, al término de un combate del cual sale victorioso (la vendimia). Pero ¿cuál es ése pueblo?; veamos:
 Edom era el pueblo formado por los descendientes de Esaú, hermano de Jacob, lo cual aparece claro en Gn 36,1, Gn 36,9 y otros textos; dicho pueblo habitaba el sur del mar muerto, en el monte seir. En un principio, los Edomitas eran un pueblo pagano que vivía separado de los israelitas, pero durante el reinado de Juan Hircano I (134-102 A.C), sobrino de Judas Macabeo, el cual conquistó Edom, se dio la conversión forzada de sus habitantes al judaísmo (cabe aclarar que la palabra” judaísmo” proviene de los descendientes de la tribu de Judá que habitaban Judea, y no representa el total de las tribus israelitas). Tiempo después, antes de la llegada de Nuestro Salvador Jesucristo, el judaísmo había adoptado un culto talmúdico, dejando de lado el culto mosaico, influenciados por los edomitas conversos; es por este motivo que en los evangelios siempre se ve a Jesús criticando el proceder de los fariseos, saduceos y el poder sacerdotal de la época, ya que éstos habían abandonado el verdadero culto a Dios y lo habían remplazado por preceptos de hombres. 
Esta constante en el culto judío se conserva hasta nuestros días, es decir, que los que se autoproclaman el “pueblo elegido de Dios”, en realidad son descendientes de los edomitas y deberían llamarse talmúdicos cabalistas, ya que su religión tiene muchas raíces del paganismo y el esoterismo que lo disfrazan con culto israelita para confundir a los que desconocen la realidad. Nosotros los cristianos sabemos que el pueblo hebreo del antiguo testamento, es decir, la descendencia de Abraham, era una prefigura del verdadero pueblo elegido al cual nos incorporamos al hacernos cristianos (cfr Ga 3,16). Es más, si continuamos indagando en la historia, descubriremos que la mayoría de judíos actuales son descendientes de los Ashkenazis, que era un pueblo nómada que habitó Europa del este: Polonia, Rusia, Alemania y Asia Occidental, y nada tenían que ver con el pueblo hebreo. Conociendo esto, se podría decir que los “judíos” actuales son en realidad edomitas Ashkenazis que basan su “religión” en tradiciones talmúdicas y cabalistas y no en la torá, es decir, no representan al pueblo hebreo descendientes de los patriarcas. Basta ver la estrella de seis puntas que adorna la bandera del estado de Israel, la cual representa la estrella del dios Renfán, adorado por los hebreos en el desierto (cfr. Hch 7,43 y Am 5,26). 
El símbolo de los hebreos siempre ha sido la menoráh o candelabro de siete brazos, y es curioso que hayan preferido incluir en su bandera un símbolo esotérico descartando el verdadero símbolo de ellos. Todo esto los delata, por eso Nuestro Señor en Ap 2,9 los menciona como la sinagoga de Satanás, los que se llaman judíos sin serlo.

Sabio es Nuestro Señor y poderoso su espíritu que nos ilumina para conocer la verdad, y como lo dijo en su Palabra:”Estén en la Verdad y la Verdad os hará libres”. Conociendo todo lo descrito en este estudio sustentado bíblicamente, cabe cuestionarnos de qué lado queremos estar, y como dijo Sn Pablo: ”Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas” (Ef. 5, 10-11).

Autor: SursumCorda

Administrador principal de Sursum Corda

5 opiniones en “El jinete del caballo blanco de Apocalipsis y el Gran Monarca”

  1. Creo que es una interpretación favorecida y forzada por la idea de muchos Tradicionalistas de un futuro «Gran Monarca». Naturalmente, en Sursum Corda no la sostenemos ni apoyamos, pero ante la increíble cantidad de «salvadores» que han aparecido en los últimos años en la fauna Tradicionalista (el esquizofrénico José Guzmán, el delincuente de Gary Gonzalo Alarcón y su nieto el cholito Miguel Mendoza Alarcón, el estafador Julio Aonzo.o el homosexual de Pablo Rojas) conviene leer de dónde se agarran para inventar sus reclamos.
    Puedo no estar de acuerdo con el autor del artículo, pero creo en la honestidad intelectual del mismo.
    Saludos.

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