Falleció el Pro. Basilio Méramo

Pro. Basilio Méramo QEPD

En el día de hoy, nos informan, el Rev. Pro. Basilio Méramo falleció durante la madrugada.

Pedimos a todos los lectores de Sursum Corsa elevar oraciones por el eterno descanso del Padre Basilio Méramo.

Quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo sabrán siempre que, junto al carácter fuerte y muchas veces duro, había también un hombre con un gran sentido del humor, reflexivo y sobre todo, con una fe sincera.

El Señor Todo Poderoso tenga misericordia de su alma y perdone sus pecados.

Al Paraíso te lleven los ángeles,
a tu llegada te reciban los mártires,
y te introduzcan en la
Ciudad Santa de Jerusalén.

El coro de los ángeles te reciba,
y junto con Lázaro,
pobre en esta vida,
tengas un descanso eterno
.

Pablo Enrique Suárez ¿Nuevo obispo?

Un contacto dentro de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X nos informó que el presbítero Pablo Enrique Suárez, argentino, ordenado en el año 2001 por el obispo lefebvrista Alfonso José de Galarreta, y que actualmente vive en Roma cobijado por Bergoglio (alias Francisco) y con «autorización» del superior Pro. Davide Pagliarani, sería «consagrado obispo» en poco tiempo más.

Pablo Suárez, primero en la foto.

La salida de quien fuera el Administrador General de la Fraternidad lefevrista generó siempre sospechas y suspicacias, especialmente entre quienes lo sufrieron en el priorato. Según el grupo de la «resistencia» del Obispo Richard Williamson la salida de Suárez se debió, principalmente a sus grandes y graves diferencias con el superior Pagliarani.

Quienes tuvieron la posibilidad de conocer a Suárez reconocerán que está a punto de alcanzar lo que siempre quiso: una mitra, aunque para eso deba vender a su propia madre.

La fe de Cristo o la fe barroca

Importate: este breve artículo fue escrito por Raúl Miguel en el año 2015 para Sursum Corda (Primera Época). Dada la situación actual hemos creído importante volver a publicarlo en el sitio, agradeciendo a quién fuera el autor y administrador de este blog.

Muchas personas con buena voluntad, gustan llamarse a sí mismos «tradicionalistas». En el aspecto socio-religioso dentro del «catolicismo» podemos distinguir, cuando menos a tres grupos :

  • Aquellas personas que se oponen a las innovaciones y cambios recientes y que prefieren conciliar de alguna manera las doctrinas modernas que son predicadas y llevadas a la práctica por la Iglesia nacida del Concilio Vaticano II (a la que llamamos «Iglesia Conciliar»). 
  • Aquellos que rechazan al Concilio en todo o en parte y han erigido un apostolado independiente de esas autoridades, aún cuando las reconocen formalmente.
  •  Aquellas personas que rechazan el Concilio Vaticano II, y reconocen que la Iglesia que emanó de dicha reunión conciliar no es la Iglesia de Cristo porque enseñó una doctrina y una fe nueva, y por lo tanto, desconocen a las autoridades de dicha Iglesia (en todos sus niveles).

Estos tres grupos tienen muchas cosas en común: apego a una retórica moral hacia las costumbres de la década de 1950, un rechazo general hacia las políticas estatales liberales (separación entre la Iglesia y el Estado), un fuerte nacionalismo y un apego a usos litúrgicos antiguos. Existe, entre estos tres grupos una disputa, no obstante, sobre quienes son los verdaderos tradicionalistas y que es la tradición, aún cuando todos comparten que la tradición es aquello que se transmitió desde antiguo, según su sentido jurídico. 

Resulta interesante leer, verbigracia, a algunos de los exponentes de estas posturas. Así nos topamos con quienes confunden el término traditio (del cual procede el vocablo tradición), con el griego ἀρχαϊκός. Debemos insistir en que se trata de ἀρχαϊκός y no de ἀρχαῖος. Mientras que traditio significa «transmitir», «entregar», el término ἀρχαϊκός sirve para designar aquello que es anticuado o que se encuentra en desuso, que ya no se utiliza, que fue remplazado. Lo que es ἀρχαϊκός es preferible por cuestiones estéticas, por un apego subjetivo y no por el producto de la aplicación de las potencias intelectivas del hombre. Dicho de otra manera, el ἀρχαϊκός vendría a significar una desconfianza de todo lo que es nuevo por el hecho de serlo en sí mismo. Hay una seguridad con lo antiguo, con lo que se cree, existió desde siempre y por ese hecho debe ser preservado, y aquí está la clave, aún cuando no se conozcan las razones por las cuales debe mantenerse y transmitirse.

El término ἀρχαϊκός proviene del vocablo ἀρχαῖος, el cual vale para designar aquello que existe desde el origen, no aquello que ha sido transmitido, sino aquello que existía en un pasado remoto y que ha venido a ser, desde entonces, exactamente como es ahora.

Conviene entonces observar como estos términos se aplican o no a los «tradicionalistas».

Por empezar tenemos a aquellos que, diciéndose católicos, reconocen al Concilio Vaticano II como fruto del Espíritu Santo y admiten todas sus reformas, aunque intentan amalgamarlas con lo que ellos llaman ἀρχαῖος: el Rito Romano (vulgarmente llamada Misa Tridentina), la moral y las prácticas pías anteriores a la década de 1960. Uno de los más claros exponentes de esta noción de traditio fue el Papa de la Iglesia Conciliar del Vaticano II, Joseph Ratzinger/Benedicto XVI. Sus actuales exponentes son las congregaciones reconocidas por la misma Iglesia emanada del Concilio que tolera el bi-ritualismo: la Misa de Paulo VI con la Misa de San Pío V. El segundo grupo, en cambio, rechazan el Concilio o buena parte del mismo, pero reconcen a dichas autoridades como legítimas. Es el caso de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y del grupo que ahora encabeza Monseñor Richard Williamson. El tercero está compuesto por los sedevacantistas, que rechazan tanto al Concilio como a quienes lo han llevado adelante.

No obstante, cuando nos adentramos en la mentalidad tradicionalista descubrimos que en realidad no se apegan a aquello que fue transmitido desde antiguo, aquello que hemos recibido desde la época de los Apóstoles, sino, lamentablemente, a lo que ellos imaginan es ἀρχαῖος. Si ellos siguieran realmente lo ἀρχαῖος, no podrían admitir ni tolerar la Misa Tridentina, ya que:

  • La misma fue codificada y reformada primero por el Concilio de Trento.
  • A los pocos años de ser promulgada comenzó a sufrir una serie de reformas que llegó hasta la época de Pío XII.
  • La moral de mitad del Siglo XX es relajada comparada con la de los primeros cristianos.
  • El bautismo de los primeros cristianos era por inmersión, algo que los católicos de rito latino ya no conservan.
  • Las Misas primitivas se hacían en latín en Roma, porque era la lengua franca y vernácula. De hecho hay códices que muestran que el latín usado era muy diferente al que emplearon Virgilio o el mismo San Agustín.
  • En las Misas primitivas, los fieles comulgaban bajo las dos especies, se celebraba de cara al pueblo en muchas ocasiones y no había un ritual uniforme, salvo la fórmula de consagración, que aún presentó variantes en Roma hasta la Reforma Gregoriana.

El tradicionalismo, por lo tanto, ha levantado su programa y su lucha, no por la fe católica practicada por los cristianos desde lo ἀρχαῖος, sino en los usos y prácticas barrocas que fueron sucesivamente modificadas hasta poco antes del Siglo XX. Estos tradicionalistas, por lo tanto, han puesto el acento, no en la tradición en sí misma sino en lo que para ellos la tradición representa: la Misa Latina, las mantillas, las puntillas, las colas de las capas. Se trata, la más de las veces, de un culto meramente exotérico, es decir, externo, superficial, no profundizado, sin conocimiento de lo que el rito significa, de lo que el rito mismo representa. Han confundido la expresión de la fe, con la fe misma. Se abandonaron a la estética barroca.

Barroco proviene del portugués barrôco, que designa a aquellas perlas deformadas y feas. Una fe barroca es una fe deformada, una fe que ha perdido la forma, que se ha des-centrado de Cristo. Y como es una fe descentrada, como es una fe basada en el rito, es una fe débil, maleable. Convincente para las mentes débiles, buena para los hambrientos, pero en realidad, se trata de una dieta carcinógera, de una dieta falsa que debilita al alma al punto que los fieles no pueden reconocerla, y por lo tanto, se apegan a los líderes «tradicionalistas». En entonces cuando debemos recuperar el concepto de ὀρθοδοξία, pues la ortodoxia es poner «los ojos en el autor y consumador de la Fe, en Jesús» (Heb 12: 2), porque «sin fe es imposible agradar a Dios» (Heb 11: 6).

¿Ignoran estos tradicionalistas que durante todo el Concilio Vaticano II se celebró la Misa Tridentina? ¿Ignoran estos tradicionalistas que aquellos obispos y cardenales que tanto citan en sus sermones y ponen como ejemplo, se formaron en seminarios que seguían las normas emanadas del Concilio de Trento? ¿Ignoran estos tradicionalistas que los mismos obispos y sacerdotes que con tanta devoción predicaban los domingos la Fe de Cristo y que tan puntillosamente vigilaban la separación de los sexos en las Misas, fueron los mismos que condujeron a los fieles a la apostasía en masa con Paulo VI a la cabeza?

La tradición en realidad no es el uso externo, sino algo interno, algo que va por dentro del hombre. Es aquello que efectivamente se transmitió de generación en generación y por lo cual, los cristianos preferían morir en el Circo Romano. Era aquella fe que profesaban en el bautismo, muchas veces poco antes del martirio.

Recordemos aquella regla “lex credendi, lex orandi”, la ley de la fe, es la ley de la oración. No al revés. Nuestro Señor Jesucristo no desaprobó las tradiciones de los fariseos, sino su tradicionalismo. No dijo a las multitudes que lo seguían que desoyeran lo que los escribas y fariseos decían, sino que no se guiaran de sus actos. Por eso los llamó hipócritas, por eso Juan el Bautista los llamó «raza de vívoras«. Ese tradicionalismo farisíaco era ignorante de la Verdad, de aquella Verdad que vino al Mundo, de aquella Luz que los hombres no quisieron ver. Los fariseos de entonces eran como el Rey Saúl, como los tradicionalistas de hoy. Por eso Cristo le demostró a Nicodemo cuan ignoante era.

En occidente, en la tradición latina, como bien señaló Kallistos Ware la liturgia estuvo y está sometida a los vaivenes de la teología. Sin embargo, en la tradición de la Pentarquía, de los Cinco Patriarcados en comunión, en la Iglesia del Primer Milenio, la de los Siete Grandes Concilios Ecuménicos, la liturgia emana de la fe, porque ella expresa la fe, pero no como algo accesorio, sino como su manifestación. Manifestación del latín manifestatio «dar a conocer». La litirgia da a conocer la fe. En griego la Divina Liturgia es una επιφάνεια, una epifanía, o mejor, una θεοφάνεια -teofanía: Dios se hace presente, como se hizo presente en la zarza ardiente (Ex 3: 3), en el Sinaí (Ex 19: 16-25).

La tradición es aquello que se nos ha transmitido, es la Fe Cristiana y Ortodoxa, integra, completa, sin mancha ni obscurecimiento alguno. Pueden haber algunas diferencias de opinión acerca de cuestiones derivadas de ella, ora litúrgicas (los distintos ritos como el Latino, el Bizantino, el Maronita), ora intelectuales (las diferencias entre los molinistas y los tomistas acerca de los auxilios de la Gracia), mas todos decimos “Amen” a las palabras de Nuestro Señor “Yo soy la Verdad”, y la verdad es perenne, no cambia, no puede cambiar.

¿La Tradición es para nosotros sinónimo de Misa en Latín? Si es así, el mote tradicionalistas cae como anillo al dedo y el que así se siente puede asistir sin ningún problema a una misa “celebrada” por un “sacerdote” de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro. Pero si para nosotros la Tradiciónes la fidelidad a la Fe que Cristo nos transmitió, y que sus Apóstoles guardaron, y que la Iglesia (el pueblo de los redimidos Cfr. Apoc. 7: 14) ha mantenido por dos milenios, entonces comprendemos el verdadero significado de la Tradición.

No somos “tradicionalistas”. Debemos rechazar esa denominación. Ser tradicionalista es ser conservador, es gustar de lo arcaico por el hecho de que es viejo. Es el fetiche del anticuario, el celo del guarda del museo, en definitiva, del modernista.

Nosotros no somos, ni siquiera “católicos tradicionales”.

Somos cristianos. Somos la Iglesia de Dios. Somos la Iglesia de Cristo. Tenemos la Palabra de Dios, contamos con el Testimonio de los Apóstoles. No somos hechura de manos humanas, ni somos la invención de un autodenominado profeta.

Nuestra fe es la fe del Credo, no creemos en una Iglesia Tradicionalista. Es la fe de Cristo, la misma fe que tuvieron los Patriarcas, la misma fe que predicaron los profetas, la misma fe por la que murieron los mártires, la misma fe sin la cual no hay salvación ni perdón de los pecados.

Los problemas psicológicos de «monseñor» Andrés Morello

Con frecuencia escuchamos a los ex-lefebvristas justificar las razones por las cuales «abandonaron» la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. En lo personal me recuerdan a quienes tienen accidentes de auto. ¿Nunca les sorprendió que nadie admite haber chocado, sino que «lo chocaron»? Siempre la culpa la tiene el otro, siempre el imprudente, el inestable, el que viola las reglas y leyes de tránsito es el otro. Y las excusas y cuentos que se inventan son de lo más extravagantes.

Algo similar ocurre entre los tradicionalistas que son expulsados de la FSSPX. Ellos reclaman que nunca fueron expulsados, que son «sacerdotes para siempre, fieles a la Fraternidad Sacerdotal fundada por Monseñor Lefebvre» y entonces, inventan una imagen de Lefebvre que se ajusta más a ellos que a la realidad histórica que cualesquier investigador honesto podría encontrar. Olvidan, por ejemplo, los compromisos que el arzobispo Marcel Lefebvre firmó con la curia romana, olvidan las firmas con las cuales Lefebvre acompañó los documentos del Vaticano II, olvidan su campaña contra los sedevacantistas campaña que muchos sacerdotes lefebvristas llevaron adelante, antes de volverse sedevacantistas, como era el caso de Andés Morello.

Sí, un claro ejemplo de todo lo anterior es el pseudo-«obispo» Andrés Morello. Él es una muestra cabal de los problemas del movimiento tradicionalista, problemas que el mismo Marcel Lefebvre se encargó de sintetizar. En realidad, como bien señaló el difunto padre conciliar francés, la mayoría de los que se vuelven sedevacantistas luego de años de servicio en la Fraternidad, lo hacen, no porque realmente llegaron a esa conclusión, sino por problemas de «una psicología personal, una necesidad innata de hacerse discípulos personales, exclusivos, pues él [Andrés Morello] está persuadido de que lo anima un carisma particular para santificar las almas«.

El doblemente inválido y cismático Andrés Morello en Francia

Es así como vemos en las praderas de tradilandia un de ser de «fundación» de ser los «salvadores de la Iglesia», cuando, como les recordó en su momento el Dr. Carlos Disandro, a la Iglesia no la salva nadie, ella es el arca de salvación. Para refrescar la memoria, y para que los más jóvenes, hoy obnubilados por los autoproclamados «verdaderos sucesores de Lefebvre» que andan sueltos por ahí, sepan que pensaba sobre estos tristes personajes, «Monseñor» (como gustan llamarlo los lefebvristas, así, a secas), les dejo esta carta, tan elocuente como actual. Cambien el nombre de Andrés Morello (ahora furioso conclavista y aliado del obispo del Palmar de Troya Ricardo Subirón) por cualesquiera de los presbíteros sueltos que se hacen llamar «Padre», aún en estas tierras en las que ese título estaba reservado, a algunos ministros en particular

Carta de julio 1989 a Monseñor de Galarreta y a los sacerdotes, seminaristas y fieles del Distrito de Sudamérica


Queridos sacerdotes, seminaristas y fieles:
Con ocasión de la nueva escisión que afecta a nuestra querida Fraternidad, provocada en América del Sur por el P. Morello, me parece oportuno que analicemos cómo procede el demonio, buscando debilitar o destruir nuestra obra.
Los autores de estas separaciones, ¿no proceden acaso según dos principales tentaciones que luego se diversifican?
La primera tentación consiste en mantener relación con el Papa o con los obispos actuales. Evidentemente es más normal y más agradable llevarse bien con las autoridades que estar en dificultades con ellas, sobre todo cuando esas dificultades pueden concluir en sanciones.
La Fraternidad es entonces acusada de exagerar los errores del Vaticano II, de criticar abusivamente los escritos y los actos del Papa y de los obispos, de aferrarse de una manera demasiado rígida a los ritos tradicionales, en definitiva, de tener una tendencia al sectarismo que llevará algún día al cisma.
Una vez evocado el fantasma del cisma se asustará a los seminaristas y a sus familias y se los llevará a la decisión de abandonar la Fraternidad, tanto más fácilmente cuanto que los sacerdotes, obispos y Roma misma, dicen ofrecer garantías para una cierta Tradición.
Podríamos establecer una larga lista de aquellos que nos han abandonado por estos motivos.
Era evidente que las consagraciones episcopales y la excomunión aparecerían como motivos más que suficientes para dejar la Fraternidad, sobre todo con las garantías ofrecidas por la Roma conciliar en favor de la tradición litúrgica.
A pesar de que las mentiras de la Roma conciliar han sido varias veces confirmadas por los hechos, siempre vale la pena reiterar el intento, porque nunca falta quien muerda el anzuelo.
Pero los errores del Vaticano II y su espíritu se ven continua y públicamente confirmados en las palabras y en los hechos. Nada cambia a nivel de los principios liberales y modernistas. La apostasía se expande, la fe católica continúa desapareciendo.
La mayoría de nuestros sacerdotes, seminaristas y fieles no se hacen ilusiones y están convencidos de que no es posible confiar en las autoridades de la Iglesia conciliar, mientras éstas profesen dichos errores.
La segunda tentación que el diablo suscita en el espíritu de algunos de nuestros sacerdotes, que provoca ahora una nueva escisión a la Fraternidad, se puede resumir así: “Hemos tenido confianza en la Fraternidad de los comienzos, en sus principios y en su acción; sin embargo, verificamos que su espíritu cambia y de este modo, por fidelidad a la Fraternidad inicial, dejamos la Fraternidad actual”.
Para justificar esta actitud se les hace necesario buscar las evidencias de los cambios. A partir de allí, los hechos más ínfimos serán explotados, agrandados, llegando a transformarse en verdaderas calumnias. (…). La acusación me alcanzaba a mí mismo.
A ellos se les hacía necesario, también, engañar a los fieles, a fin de que los siguiesen. Una empresa basada, verdaderamente, en la mentira.
En aquel caso, los que buscaban oponer la Fraternidad de hoy a la de ayer eran “sedevacantistas” y rehusaban rezar públicamente por el Papa.
En el caso del P. Morello, el principio es el mismo, pero los presuntos cambios que él dice advertir se situarían más bien en el nivel espiritual y moral. Esta actitud del P. Morello se origina en una psicología personal, una necesidad innata de hacerse discípulos personales, exclusivos, pues él está persuadido de que lo anima un carisma particular para santificar las almas.
Esta actitud ya se había manifestado respecto de las religiosas, queriendo fundar su propia congregación, según sus ideas personales. Desgraciadamente los seminaristas han sido víctimas de esta tendencia posesiva y un grupo de ellos se convirtió en “su grupo”.
La decisión del cambio de destino del P. Morello produjo la ruptura de ese grupo con el Seminario. Se les hizo necesario encontrar motivos para justificar la salida de la Fraternidad. Fue fácil: “nosotros somos los puros, los otros son los impuros”.
A partir de ese momento, es verdaderamente un espíritu diabólico el que se apodera de ellos y los conduce a buscar manifestaciones de todo tipo de taras y vicios.
No me hago ilusiones. Pronto yo mismo seré calumniado como ya lo he sido por parte de todos aquellos que han desgarrado a la Fraternidad.
El proceso es siempre el mismo, se les hace necesario justificar a todo precio el acto escandaloso que significa desviar a un grupo de sacerdotes, seminaristas y fieles.
Esforcémonos por esclarecer a quienes nos dejan sobre el grave daño que causan a la obra de la Tradición, pero no nos dejemos perturbar, guardemos la paz en medio de la prueba. La historia de la Fraternidad se asemeja a la de la Iglesia y la continúa: Oportet haereses esse (Es necesario que haya herejes). La Providencia permite estas purificaciones a fin de evitar que la obra se contamine.
En este último caso, se trata de un falso concepto de la formación espiritual, que tiene un dejo de jansenismo. ¡Dios nos preserve de este espíritu! Nos dimos cuenta tarde y el mal ya se había realizado en algunos jóvenes sacerdotes y en casi la mitad de los seminaristas.
La prudencia exige que no tengamos absolutamente ninguna relación con los que nos dejan, ni siquiera epistolar, excepto si alguno de entre ellos manifiesta signos serios de arrepentimiento. Recemos por ellos, esa es la verdadera caridad que podemos ejercitar para con ellos.
Que estas separaciones sean la ocasión de hacer un examen de conciencia, a fin de vigilar valerosamente para no admitir debilitamientos en lo doctrinal, moral, espiritual y disciplinario. Vigilate et orate (Velad y orad).
Dios continúa bendiciendo a la Fraternidad en medio de las pruebas pero no puede hacerlo sino a condición de que permanezcamos fieles a nuestras Constituciones, en la vida de oración, de sacrificio, viviendo el Santo Sacrificio del Altar en nuestra vida interior y exterior, como la Santísima Virgen María y como todos los santos.
Todo vuestro en Cristo y María,


+Marcel Lefebvre
Ecône, 16 de julio de 1989,
en la Fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

El obispo Richard Williamson y la relación entre la Tradición y el Papa

El siguiente texto fue escrito por el obispo lefebvrista Richard Williamson bajo el título «La infalibilidad de la Iglesia (Comentarios Eleison 359) Es interesante la relación que establece entre la Tradición y las funciones del Pontificado Romano, y como de esta manera consigue evitar el problema del papismo, que tantos males ha traído a la Iglesia Latina. En efecto, si no hubiera sido por el verticalismo y la papolatría, el Concilio Vaticano II y todas sus reformas jamás se hubieran podido aplicar a occidente.


El liberalismo es la guerra a Dios y es la disolución de la verdad. Dentro de la Iglesia de hoy en día lisiada por el liberalismo, el sedevacantismo es una reacción comprensible pero sin embargo atribuye a la autoridad demasiado poder por sobre la verdad. El mundo moderno ha perdido la verdad natural, más aún la verdad sobrenatural, y aquí está el corazón del problema.


Para nuestros propósitos podríamos dividir toda la enseñanza Papal en tres partes. En primer lugar, si el Papa enseña como Papa, sobre Fe o moral, definitivamente y como para obligar en conciencia a todos los Católicos, entonces tenemos su Magisterio Extraordinario (ME para acortar), necesariamente infalible. En segundo lugar, si él no compromete todas las cuatro condiciones pero enseña en conformidad con lo que la Iglesia ha enseñado siempre y en todo lugar, y ha impuesto a los Católicos para que crean, entonces él está participando de lo que es llamado el “Magisterio Ordinario Universal” (MOU para acortar) de la Iglesia, también infalible. En tercer lugar, tenemos el resto de su enseñanza que, si no está en línea con la Tradición, no solamente es falible sino falsa.

A esta altura debería ser claro que el ME es al MOU como la capa de nieve es a la montaña. La capa de nieve no hace a la cima de la montaña, meramente la hace más visible. ME es a MOU como el sirviente es al amo. ME existe para servir al MOU volviendo claro de una vez y por todas lo que pertenece al MOU y lo que no pertenece. Pero lo que hace que el resto de la montaña sea visible, por así decirlo, es que se puede rastrear hacia atrás, hasta Nuestro Señor y sus Apóstoles, en otras palabras, la Tradición. Esa es la razón por la cual cada definición de ME debe esforzarse para demostrar que lo que está siendo definido siempre fue previamente parte de la Tradición. Fue montaña antes que ésta fuera cubierta por la nieve.

A esta altura también debería ser claro que la Tradición le dice a los Papas que enseñar, y no a la inversa. He aquí la base sobre la cual Monseñor Lefebvre fundó el movimiento Tradicional, no obstante es la misma base que, con todo debido respeto, los liberales y los sedevacantistas fallan en asir. Simplemente lean en el Evangelio de San Juan cuan a menudo Nuestro Señor mismo, como hombre, declara que lo que El está enseñando proviene no de El mismo sino de su Padre, por ejemplo: “Mi doctrina no es mía, sino del que me envió” (VII,16), o, “Yo no he hablado por Mí mismo, sino que el Padre, que me envió, me prescribió lo que debo decir y enseñar” (XII,49). Por supuesto nadie en la tierra está más autorizado que el Papa para decirle a la Iglesia y al mundo lo que está en la Tradición, pero él no puede decirle a la Iglesia o al mundo que hay en la Tradición lo que no hay. Lo que hay en la Tradición es objetivo, ahora de 2,000 años de edad, está por arriba del Papa y le establece límites a lo que el Papa puede enseñar, tanto como el precepto del Padre establecía límites a lo que Cristo como hombre enseñaría.

Entonces, ¿cómo pueden liberales y sedevacantistas a la par reclamar, en efecto, que el Papa es infalible aún fuera de ambos, ME y MOU? Porque ambos exageran el valor de la autoridad en relación a la verdad y entonces ellos no ven más a la autoridad de la Iglesia como el sirviente sino como el amo de la verdad. ¿Y porqué es ello? Porque ambos son hijos del mundo moderno donde el Protestantismo ha desafiado a la Verdad y el liberalismo desde la Revolución Francesa ha estado disolviendo la verdad objetiva. Y, si ya no hay más ninguna verdad objetiva, entonces por supuesto la autoridad puede decir cualquier cosa, lo cual es lo que observamos todo alrededor nuestro, y no queda nada para parar a un Pablo VI o a un Monseñor Fellay de devenir más y más arbitrarios y tiránicos en el proceso.

Santa Madre de Dios, obtén para mí amar, discernir y defender esa Verdad y ese orden provenientes del Padre, ambos sobrenaturales y naturales, a los cuales tu propio Hijo estaba sujeto como hombre, “hasta la muerte y muerte de Cruz.”

Kyrie eleison.

El nuevo marcionismo

Desde hace tiempo que he venido notando en ciertos sectores del tradicionalismo romano (especialmente en algunos prioratos de la fraternidad lefebvriana, y varios grupúsculos sedevacantistas) una profesión de fe netamente marcionista. ¿Qué fue el marcionismo? Citemos lo que dice la Enciclopedia Católica al respecto:

Debemos distinguir entre la doctrina de Marción mismo y la de sus seguidores. Marción no era un soñador gnóstico. Él quería un cristianismo sin trabas e impoluto mediante su asociación con el judaísmo. El cristianismo era la nueva alianza pura y simple. A él le interesaban poco las preguntas abstractas sobre el origen del mal o sobre la esencia de la Divinidad, pero el Antiguo Testamento, por su crudeza y crueldad, era un escándalo para los fieles y un obstáculo para los gentiles refinados e intelectuales, y por tal razón debía ser dejado a un lado. Removió los dos grandes obstáculos en su camino con medidas drásticas. Él tenía que explicar la existencia del Antiguo Testamento y los explicó al postular una deidad secundaria, un demiurgo que era dios en cierto sentido, pero no el Dios supremo; él era justo, rígidamente justo, tenía sus buenas cualidades, pero no era el dios bueno, el cual era el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. La relación metafísica entre estos dos dioses le molestaba poco a Marción; él no sabía nada sobre la emanación divina, eones, sicigias, principios del bien y el mal eternamente opuestos. Él podía ser casi un maniqueo en la práctica, pero en teoría no había logrado la absoluta consistencia que logró Mani un siglo después.
En segundo lugar, Marción tenía que explicar los pasajes del Nuevo Testamento que apoyaban el Antiguo. Decididamente eliminó todos los textos que eran contrarios a su dogma; de hecho, creó su propio Nuevo Testamento que admitía sólo un Evangelio, una mutilación de San Lucas, y un apostolicón que contenía diez epístolas de San Pablo. El manto de San Pablo había caído sobre los hombros de Marción en su lucha con los judaizantes. Los católicos de su tiempo eran sólo los judaizantes del siglo anterior. El evangelio paulino puro se había corrompido y Marción, no obscuramente, insinuaba que aún los apóstoles pilares Pedro, Santiago y Juan habían traicionado su confianza. Amaba hablar de “falsos apóstoles” y dejaba a sus oyentes inferir quiénes eran. Una vez se deshizo completamente del Antiguo Testamento, ya no deseaba cambiar nada más. El hacía su puramente Iglesia del Nuevo Testamento tan parecida a la Iglesia Católica como fuese posible, consistente con su puritanismo hondamente asentado.
La primera descripción de la doctrina de Marción data de San Justino: “Con la ayuda del diablo Marción ha contribuido en cada país a la blasfemia y a la negación a reconocer al Creador de todo el mundo como Dios.” Él reconoce otro dios quien, porque es esencialmente más grande (que el hacedor del mundo o demiurgo) ha hecho hazañas más grandes que él (hos onta meizona ta meizona para touton pepikeni). El Dios supremo es hagathos, justo y recto. El Dios bueno es todo amor, el dios inferior le da lugar a la ira feroz. Aunque menor que el Dios bueno, aún el Dios justo, como creador del mundo, tiene su esfera de actividad independiente. Ellos no son opuestos a Ormusz y Ahriman, aunque el dios bueno interfiere a favor de los hombres, porque Él solo es sabio y todopoderoso y ama la misericordia más que el castigo. Ciertamente todos los hombres fueron creados por el Demiurgo, pero por elección especial el escogió al pueblo judío como suyo propio y así se convirtió en el dios de los judíos.
Su perspectiva teológica se limita a la Biblia, su lucha con la Iglesia Católica parece una batalla con textos y nada más. El Antiguo Testamento es bastante cierto, Moisés y los Profetas son mensajeros del Demiurgo, el Mesías judío no tiene nada que ver con el Cristo de Dios. El Invisible, el Indescriptible, el Buen Dios (aoratos akatanomastos agathos theos), antes desconocido tanto para el creador como para sus criaturas, se ha revelado él mismo en Cristo. No se sabe hasta donde Marción admitía una Trinidad de personas en la suprema Divinidad; Cristo es ciertamente el Hijo de Dios, pero Él es también simplemente “Dios” sin más cualificaciones; de hecho el evangelio de Marción comenzaba con las palabras “en el décimo quinto año del emperador Tiberio Dios descendió a Cafarnaún y enseñó en el Sabbath”. Sin embargo, esta manipulación del texto del evangelio tan atrevida y caprichosa, por lo menos era un espléndido testimonio de que en los círculos cristianos de la primera mitad del siglo II la Divinidad de Cristo era un dogma central. Sin embargo para Marción Cristo era el Dios Manifiesto, no el Dios Encarnado. Su cristología es la de los docetas rechazando la historia inspirada de la Infancia, de hecho, ninguna infancia de Cristo; el Salvador de Marción es un “Deus ex machina” del cual Tertuliano burlonamente dice: “De pronto Hijo, de pronto Enviado, de pronto Cristo!”.
Marción no admitía ninguna profecía del advenimiento de Cristo; los profetas judíos predijeron un mesías judío solamente, y dicho mesías no había aparecido todavía. Marción utilizaba la historia de los tres ángeles, que comieron, bebieron y conversaron con Abraham aunque no tenían cuerpo humano, como una ilustración de la vida de Cristo (Adv. Marc., III, IX). Tertuliano dice (ibid.) que cuando Apeles y los sucesores de Marción comenzaron a creer que Cristo tenía ciertamente un cuerpo real, no por nacimiento sino adquirido de los elementos, Marción hubiese preferido aceptar incluso un nacimiento putativo que un cuerpo real. No sabemos si esto es una burla de Tertuliano o fue un cambio real en los sentimientos de Marción. Para Marción la materia y la carne no son esencialmente malas, pero son cosas despreciables, una mera producción del Demiurgo, y era inconcebible que Dios de veras los hubiese hecho su propiedad.
La vida de Cristo en la tierra fue un continuo contraste con la conducta del Demiurgo. Algunos de los contrastes fueron ingeniosamente preparados: el Demiurgo enviaba osos para devorar a los niños por diversiones pueriles (2 Rey. 2,23-24)—Cristo mandó a los niños a ir hacia Él y los acariciaba y los bendecía; el Demiurgo en su ley declaraba impuros a los leprosos y los desterraba—pero Cristo los tocaba y los sanaba. La pasión y muerte putativa de Cristo fue obra del Demiurgo, quien lo envió al infierno en venganza porque Cristo abolió la ley judía. Pero aún en el infierno Cristo venció al Demiurgo al exhortar a los espíritus en el Limbo y por su Resurrección. El fundó el verdadero reino del Buen Dios. San Epifanio (Haer., XLII, 4) dice que los marcionitas creían que en el limbo Cristo le dio la salvación a Caín, a Coré, Datán y Abirón, Esaú y a los gentiles, pero dejó en la condenación a todos los santos del Antiguo Testamento. Esto puede haber sido enseñado por algunos marcionitas del siglo IV, pero no era la enseñanza de Marción mismo, quien no tenía tendencias antinomianas. Marción negaba la resurrección del cuerpo, “porque la carne y la sangre no heredarán el reino de Dios”, y negaba la segunda venida de Cristo para juzgar a los vivos y a los muertos, pues el Dios bueno, siendo todo bondad, no castiga a aquéllos que lo rechazan; Él simplemente se los deja al Demiurgo, quien los echará al fuego eterno.
Respecto a la disciplina, el punto principal de diferencia consiste en su rechazo del matrimonio, es decir, él bautizaba a todos los que no estaban casados: vírgenes, viudas, célibes y eunucos (Tert., «Adv. Marc.», I, XXIX); todos los demás permanecían catecúmenos. Por otro lado, en el culto marcionita la ausencia de división entre los catecúmenos y los bautizados sobresaltaba a los cristianos ortodoxos, pero Marción lo defendía enfáticamente con su apelación a Gálatas 6,6. Según Tertuliano (Adv. Marc., I, XIV) él usaba agua en el bautismo, ungía a sus fieles con aceite y le daba leche y miel a los catecúmenos y hasta ahí seguía las prácticas ortodoxas, aunque, decía Tertuliano, todas estas cosas eran “elementos despreciables del Creador.” Los marcionitas deben haber sido unos ayunadores excesivos para provocar el ridículo de Tertuliano en sus días montanistas. San Epifanio dice que ellos ayunaban el sábado en un espíritu de oposición al Dios judío, que hacía del sábado un día de regocijo. Ésta, sin embargo, debe haber sido meramente una costumbre occidental adoptada por ellos. (ver artículo completo aquí)

En las Iglesias Evangélicas, el fenómenos está resurgiendo con más fuerza, especialmente entre las mega-iglesias norteamericanas y que pronto impactarán en iberoamérica. El caso más reciente es el del pastor Andy Stanley quien desde mayo puntualmente insiste en que es hora de que los cristianos se deshagan o desaten del Antiguo Testamento.

Por su parte, el Dr. Albert Mohler, presidente del Southern Baptist Theological Seminary publicó un artículo en el que, luego de analizar con cuidado la seguidilla de pronunciamientos de Andy Stanley lapida:

Estamos viendo aquí la antigua herejía de Marción, quien argumentó que el Antiguo Testamento debe ser repudiado por la iglesia […]
Marcion, […] enseñó que el Antiguo Testamento revelaba una deidad del Creador que ni siquiera es el mismo Dios que envió a Jesús. Como era de esperar, también mantuvo una cristología herética. La deidad del Antiguo Testamento era repugnante para Marción, quien argumentó que el cristianismo simplemente se libraba del judaísmo. El Antiguo Testamento, enseñó, revela una deidad del Creador vengativa y creadora de leyes que no se parece en nada al Dios redentor misericordioso revelado en Jesucristo. Como Ireneo, uno de los padres de iglesia más importantes, argumentó, «Marción mismo divide a Dios en dos, diciendo que uno es bueno, el otro judicial, y al hacerlo, aleja a Dios de ambos».
Marción estaba avergonzado por el Antiguo Testamento, y también lo son muchas personas modernas. Andy Stanley, al menos, parece temer esa vergüenza en los demás, incluso si él mismo no se identifica con eso […].
Stanley … afirmó que «Pedro, Santiago, Pablo eligieron quitar la fe cristiana de sus escrituras judías, y mis amigos, debemos hacerlo también» …

Lo que más sorprende es que este brote marcionista no ocurra entre personas que ignoren la Sagrada Escritura, ni desconozcan la Teología. Al contrario, se está dando, precisamente entre personas que han recibido una educación (formal o informal) sobre la Santa Palabra de Dios. Muchos de ellos conocen y dominan los idiomas originales, muchos de ellos tienen doctorados y tesis escritas sobre estos temas… y son muchos de ellos quienes, por sus posiciones de poder e influencia, al destruir las Escrituras, alejan a más y más hombres de Cristo.

Nosotros nos quedamos con las palabras de San Pablo:

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Tim 3: 16-17)

Una aclaración necesaria a “Marcel Lefebvre en una extraña fotografía”

El domingo 31 de julio del corriente año publiqué un artículo que decía, simplemente lo siguiente:
¿Usted ve lo que nosotros estamos viendo? Marcel Lefebvre dando la comunión a una mujer semi-desnuda. Foto publicada en el sitio oficial de la SSPX.
Y luego la siguiente cita de la Escritura: “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volveran a medir (Mt 7: 2)
La imagen de la entrada es la siguiente
La entrada generó una catarata de comentarios y correos electrónicos criticándome por subirla y por lo que yo estaba insinuando, según mis lectores, que Lefebvre daba la comunión a una mujer con el torso desnudo. He decidido publicar una aclaración y suspender la agenda de publicaciones aquí en Sursum por unos días, a fin de subsanar cualesquier duda sobre mis intenciones, y sobre el fin de este tipo de entradas.
En esta entrada, en primer lugar, deseo explicar lo que se ve en la imagen, cosa que parece necesaria. En segundo lugar, recordar qué enseña la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia sobre el decoro (entiéndase no sólo el “buen vestir” y especialmente el estar vestido) en la vida cotidiana, ante los ministros de Dios y en los lugares sagrados. Luego, veremos cómo los obispos y sacerdotes a lo largo de la historia trataron el tema. Aquí trataremos con ejemplos concretos, poniendo referencias a libros y a documentos históricos para que puedan ser consultados por cualesquier lector.
Finalmente, abordaremos en las conclusiones una comparación entre la actitud de los ministros católicos frente a fieles desnudos o malvestidos, y la de Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, y la actitud de sus seguidores, algunos de los cuales dejaron sus comentarios aquí.
En una sección final, como apéndice, se responderán algunas críticas y comentarios que he recibido, bien por correo, bien en el mismo blog, o bien por mi Facebook.
I.  ¿Qué se ve en la imagen?
Deseo detenerme en primer lugar en la imagen. En ella se puede apreciar a Marcel Lefebvre rodeado de unas mujeres africanas, que tienen el torso desnudo. El obispo está sonriendo ante la mujer. A su lado se ve a otra, también semi desnuda.
Aquí debo hacer una aclaración. Yo recibí esta foto de un sacerdote de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (cuyo nombre no puedo revelar, porque puede ser expulsado)[1], quien me la referenció como “Monseñor Lefebvre dando la santa Comunión a fieles africanas”. La fotografía iba acompañada además de un link al sitio del distrito de los Estados Unidos de la FSSPX. Al pie de la imagen se puede leer: “Arzobispo Lefebvre siendo recibido por fieles de África”.[2]
 
Algunas cosas debo admitir antes de proseguir: no noté por la impresión que me causó la fotografía que Marcel Lefebvre no lleva siquiera una estola, ni tiene en su mano un copón. Por lo tanto, es verdad que no está repartiendo la comunión a mujeres semi desnudas. Este mismo error lo cometió el blog “Today’s Catholic World News Blog”[3].
Ahora bien ¿Es escandalosa la imagen de Monseñor Lefebvre, aun cuando él no estuviera dando la comunión a estas africanas?
Sí. En primer lugar porque no es la actitud que corresponde a un obispo católico, en segundo lugar, porque a lo largo de la historia de la Iglesia, los obispos y presbíteros SIEMPRE (como demostraremos en este ensayo) amonestaron a los fieles sobre el vestir. En tercer lugar, quiero aclarar que, no obstante la imagen de Marcel Lefebvre contemporizando con las indígenas africanas descubiertas puede ser motivo de justa indignación, o por lo menos, de sospecha sobre cierta tendencia “modernizadora” o conciliadora, no creemos que ese sea el mayor problema que deben enfrentar quienes lo ven a él como el paladín de la tradición o el salvador de la Iglesia.
II. La Iglesia habla sobre la modestia y el decoro en el vestir
Es muy común escuchar y leer en medios tradicionalistas el tema de la modestia al vestir. Existe de hecho un muy interesante texto de Monseñor Mark A. Pivarunas, dónde trata el tema como creo, deberían tratarlo todos los sacerdotes y deberían a su vez entenderlo los fieles.[4]Por su parte, en Foro Católico se publicó una selección de citas de autoridades de la Iglesia Católica en referencia a la modestia y recato al vestir, sobre todo cuando se está ante Jesucristo Sacramento, en el templo, y en la vida cotidiana.[5]La modestia en el vestir (y ni hablar el vestir en sí mismo) es un medio, no un fin. ¿Cuál es el fin? Adorar a Dios, dar testimonio de que seguimos sus mandamientos.
Para quienes tienen la mentalidad modernista, Dios no tiene derecho a darnos su ley. Nosotros tenemos autoridad suficiente para elaborar nuestro propio código moral y ético, sin menester de Dios. Al hacerlo, nos ponemos en lugar de Dios y dejamos de adorarle y rendirle a justa adoración. Signo de los tiempos finales es lo que vivimos. Veamos lo que dice el Apokalypsis:
 
Y vi otro ángel volar en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno, para predicarlo a los moradores de la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle gloria; porque la hora de su juicio ha venido; y adorad a Aquél que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de las aguas.
Y otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella gran ciudad, porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino de la ira de su fornicación.
Y el tercer ángel los siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente, o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, el cual es vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero. Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás; y los que adoran a la bestia y a su imagen no tienen reposo ni de día ni de noche, ni cualquiera que reciba la marca de su nombre.
Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. (Apoc 14: 6-12)
Lamentablemente, en este ensayo no puedo desarrollar en profundidad, como quisiera los mensajes de estos tres ángeles, cruciales para cualesquier cristiano en el tiempo que nos toca vivir. Pero quiero destacar lo que dice el ángel de Apoc 14: 16-17. Anuncia el Evangelio Eterno, diciendo a los hombres que deben Temer a Dios y a Él sólo darle gloria, la adoración verdadera, sincera, una adoración “en espíritu y en verdad” (Jn Juan 4: 23-24). Este es el mensaje crucial de todas las épocas, lo vemos en todos los libros de la Biblia, lo vemos desde el Génesis hasta el Apokalypsis, y vemos como el hombre ha tendido a querer usurpar el lugar de Dios desde la primera tentación de Adán y Eva en el Edén. ¿Acaso no fue con ese engaño que la serpiente hizo caer a Eva?[6]
 
La Sagrada Escritura ha dejado bien en claro que no podemos ver la desnudes de nuestros semejantes. Así, por ejemplo, Cam fue maldito, él y su descendencia por Noé ¿La causa? Descubrir la desnudez de su padre.[7]El vocablo que se usa es ערותque signifia “desnudez”, pero también “defecto”, “vergüenza”. Es acompañado de la palabra וירא que significa no sólo ver, sino “descubrir”, “vigilar”, “espiar”… es tener algo delante que no se debe ver e insistir en la acción, es ver con alevosía lo que no está permitido. Por ello, bien traduce la versión Nácar-Colunga וירא como “descubrir” y no sólo “ver”
El texto hebreo de Gén 9: 22 dice:
ויראחם אבי כנען אתערות אביו ויגד לשׁני־אחיובחוץ
El texto de los LXX dice:
καὶ εἶδεν Χαμ ὁ πατὴρ Χανααν τὴν γύμνωσιν τοῦ πατρὸς αὐτοῦ καὶ ἐξελθὼν ἀνήγγειλεν τοῖς δυσὶν ἀδελφοῖς αὐτοῦ ἔξω
La traducción literal es:
Y descubrió Cam, el padre de Canaán, la desnudez de su padre, y saliendo, anunciólo a sus dos hermanos fuera.
 
Por su parte, en el Levítico (8: 3)  vemos como Dios le dijo a su pueblo:
 
Yo soy Yahvé, vuestro Dios. No haréis lo que se hace en la tierra de Egipto, donde habéis morado, ni haréis lo que se hace en la tierra de Canaán, adonde yo os llevo; no seguiréis sus costumbres.
 
Por lo tanto, el Pueblo de Dios no puede seguir las costumbres de los pueblos que no son de Dios. Los versículos siguientes aclaran, sólo algunas de las costumbres que no deben seguirse:
Guardaréis mis leyes y mis mandamientos; el que los cumpliere vivirá por ellos. Yo, Yahvé.
Ninguno de vosotros se acercará a una consanguínea suya para descubrir su desnudez. Yo, Yahvé. No descubrirás la desnudez de tu padre ni la de tu madre; es tu madre; no descubrirás su desnudez.No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre; es la desnudez de tu padre.
No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre; nacida en la casa o fuera de ella, no descubrirás su desnudez. No descubrirás la desnudez de la hija de tu hijo o de la hija de tu hija, porque es tu propia desnudez. No descubrirás la desnudez de la hija de la mujer de tu padre, nacida de tu padre; es tu hermana.
No descubrirás la desnudez de la hermana de tu padre; es la carne de tu padre. No descubrirás la desnudez de la hermana de tu madre; es la carne de tu madre. No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre acercándote a su mujer; es tu tía, no descubrirás la desnudez de tu nuera; es la mujer de tu hijo; no descubrirás su desnudez.
No descubrirás la desnudez de la mujer de tu hermano; es la desnudez de tu hermano. No descubrirás la desnudez de una mujer y de su hija, ni tomarás a la hija de su hijo, ni a la hija de su hija para descubrir su desnudez; son parientes; es una infamia.
No tomarás a la hermana de tu mujer para hacer de ella una rival suya descubriendo su desnudez con la de tu mujer en vida de ésta.
¿Es por lo tanto una excusa que la costumbre de un país es que la gente ande desnuda, para que un presbítero o un obispo pueda estar delante de ellos? ¿O es menester del obispo, del presbítero o de cualesquier misionero, aún seglar, enseñar los mandamientos de Dios? ¿Desde cuándo podemos poner la costumbre de un pueblo por encima de la Ley de Dios? En Ezequiel 22:10 y en Apocalipsis 3: 18 deja en claro que la desnudez es algo reservado para la vida matrimonial, no una costumbre habitual. ¿Por qué razón? Simplemente porque es colocarse en una situación de pecado.
Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. (Mt 5: 28)
Y nuestra obligación es presentarnos siempre ante Dios con modestia, recato, humildad y decencia, como dice San Pablo en la epístola a Tito:
Así, pues, quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando puras las manos, sin ira ni discusiones. Asimismo, que las mujeres se presenten en hábito honesto, con recato y modestia, sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con obras buenas, cual conviene a mujeres que hacen profesión de piedad.
La mujer aprenda en silencio, con plena sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en silencio, pues el primero fue formado Adán, después Eva. Y no fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida, incurrió en la transgresión. Se salvará por la crianza de los hijos, con tal que permaneciere con modestia en la fe, la caridad y la santidad. (1 Tito 2: 8-15).
Como vemos, la escritura aclara que los hombres y mujeres deben estar vestidos, y además bien vestidos según su sexo:
No vestirá la mujer ropa de hombre, ni el hombre se pondrá vestido de mujer; porque abominación es a Yaveh tu Dios cualquiera que esto hace (Dt 22:5)
Aquí vemos una referencia muy interesante a la ropa.  He colocado este versículo porque algunos tradicionalistas (como ocurre en la FSSPX) dicen que esto prohíbe a las mujeres el uso de pantalones, no ya en el templo, sino en todo momento, incluso para trabajos que así lo requieren. Este versículo es también usado por los Testigos de Jehová y por otras sectas, como la Iglesia del Palmar de Troya. Según ellos, ahí está claramente la prohibición del uso de pantalones o calsas aún bajo la falda. Bien… pero ¿Existían los pantalones cuando se escribió el Deuteronomio? No se habían inventado aún… de hecho, los pantalones son una prenda relativamente nueva, en la época de la Biblia, había túnicas para hombres como túnicas para mujeres. Lo que está prohibiendo, no es sólo el vestir, sino lo que el vestido implica: que la mujer intente ser como el hombre y que el hombre intente ser como la mujer, lo que está prohibiendo es el signo externo de aquello que es interno.
Como suele ocurrir, estas diferencias suelen ser pasadas por alto por los fariseos y legalistas
Ellos olvidan que el uso de  pantalones, por ejemplo en el templo no es un pecado en sí mismo, sino que lleva al escándalo, porque la mujer que así se presenta como alguien del mundo en un lugar sagrado, máxime si pretende acercarse a Dios. Ahora bien, si la Iglesia ha tratado de manera muy extendida a lo largo de su historia el tema de la modestia, mucho más en el Siglo XIX y XX ¿Qué hay con la desnudez? Si un tradicionalista se escandaliza y escribe contra un sacerdote que da la comunión a una mujer que se presenta con pantalones modestos y femeninos incluso, pero sostiene que eso es escándalo y que ese sacerdote agravia al Señor y mancilla al ministerio ¿Por qué puede consentir que una mujer semidesnuda se presente ante otro ministro?
La respuesta es clara: la hipocresía del fariseísmo que se infiltró entre los “tradicionalistas”. ¿Es un pretexto la situación socio-cultural? Veremos algunos ejemplos históricos.
III. El decoro ante el obispo y el sacerdote
En 1803, Benito Lue y Riega fue consagrado obispo de Buenos Aires. Fue el último obispo de la época indiana.[8]Inició su episcopado con una importante visita pastoral, llevando el sacramento de la confirmación y ordenando presbíteros en el interior de la gigantesca diócesis de Buenos Aires. Entre los pueblos que visitó se encontraban las antiguas reducciones de San Francisco Javier dónde el obispo reprendió a los presbíteros por permitir a los niños corretear desnudos en las inmediaciones de la Iglesia. Vale aclarar que para 1805, cuando dejó Corrientes lo hizo escandalizado. Describió a la ciudad como una villa miserable incapaz de mantener el control sobre el territorio que la rodeaba, la parroquia de la ciudad y las dos de la campaña estaban terriblemente mal administradas y dónde los pocos curas que habían, eran curas de naturales que servían a todos por igual y sin exigir ningún recato a los fieles. El obispo denunció a los niños desnudos, mal alimentados, clérigos sospechados de vivir amancebados, incapaces de rezar la Misa, fieles borrachos y pendencieros y mujeres que pretendían recibir la comunión o la bendición con el torso desnudo. [9]
 
En un sentido similar, el Obispo Manuel Azamor y Ramirez, quien ocupó la sede de Buenos Aires entre 1788 y 1796 remitió importantes documentos a los curas rurales sobre el orden en los territorios por ellos pastoreados, recordándoles la importancia del decoro.[10]En 1791 el padre Juan Ruiz Améndola, cura de naturales fue denunciado primero y luego amonestado gravemente por el obispo Azamor y Ramirez por permitir que “una india lo frecuente sin cubrir su vergüenza”, y el obispo llegó a insinuar que eso y el mal sentir el sacramento del orden eran sinónimos.[11]
 
En 1786, el Canónico Juan Baltasar Maciel consiguió que el Cabildo Eclesiástico prohibiera la comunión a cualesquier mujer que se presentara con los pechos descubiertos ante un sacerdote e igualó (según consta en las actas del cuerpo capitular) la solicitación con el recibir a una mujer en ese estado y no reprenderla.[12]¿Casualidad? En el siglo XVI, informa el llegaban misioneros misioneros jesuitas a Córcega, la isla constantemente convertida y constantemente apostata, y los jesuitas no cesaban de condenar y amonestar a los sacerdotes que reciben a las fieles desnudas. ¿Excentricidades de algunos pocos?
El genial Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla de los Ángeles y luego de Osma, quien además llegó a ser Virrey de Nueva España insistió en que la función del misionero no radicaba únicamente a la predicación, sino a la verdadera conversión de los paganos e idólatras. El misionero no podía contentarse con anunciar el Evangelio y celebrar la Misa, debía transmitir la doctrina cristiana y llevar a los fieles a la Verdad, que es el mismo Cristo Nuestro Señor, y esto incluía una reforma de sus costumbres, una incorporación a la christianitas.[13]Varias quejas presentó el Obispo Palafox y Mendoza contra los doctrineros regulares, una de ellas era que estos, por su mala preparación toleraban las costumbres indígenas, entre las que colocaba el andar desnudos… mismas críticas que presentó ante la Santa Sede a causa de los jesuitas, a quienes consideraba poco menos que laxistas y pelagianos.[14]
 
¿Un último ejemplo? En 1789 encontramos que el presbítero Gregorio Funes, visitador de la Puna nombrado por el obispo de Córdoba, Angel Mariano Moscoso esgrimiendo la excomunión a las mujeres y jóvenes que se presentaron de manera indecorosa para recibirlos. Me cuesta imaginar la sonrisa en los labios del presbítero Funes cuando las fieles, flojas de harapos se presentaban ante él. Quizás, era otra época… quizás, todos estos ejemplos no eran de sacerdotes ni obispos “tradicionalistas”.
Estoy seguro que los lefebvristas, que tanto gustan comparar a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con la Compañía de Jesús (histórica), deben recordar que uno de los problemas que tuvieron con los ritos malabares, en las misiones americanas, tanto en el Brasil como en Hispanoamérica fue el rumor persistente de que los misioneros permitían que las mujeres y niños ya cristianos anduvieran desnudos.[15]
IV. Conclusiones
La imagen fue colocada por una cuestión muy básica. Se trataba, no de atacar a Lefebvre en su época pre-conciliar como misionero en África.[16]La figura de Marcel Lefebvre tiene cosas mucho más importantes para señalar antes que el saludar a una africana descubierta, por empezar, fue ordenado por un masón reconocido, cuya intención de destruir la Iglesia Católica es bien conocida, como fue denunciada por los Papas como Gregorio XVI o León XIII por citar sólo algunos ejemplos.[17]
Insisto, si alguien quisiera atacar al obispo Marcel Lefebvre o a la FSSPX podría apelar, en primer lugar al hecho de que el cardenal Achille Liénart, quien ordenó sacerdote a Lefebvre era en ese momento un jerarca masón, y esta situación fue reconocida aún por el mismo Marcel Lefebvre.[18] Lo que quería mostrar, originalmente, fue el claro contraste entre él y la actitud que se puede apreciar hoy en las capillas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, dónde el código de vestimenta, o como dicen los angloparlantes, el “dress code” perdió su significación real, para convertirse en un fin en sí mismo, en lugar de ser un medio para algo mayor.
Los lefebvristas, fieles y presbíteros han realizado acciones que nada tienen que envidiar a los procesos judiciales realizados en las congregaciones de los Testigos de Jehová, dónde desde el vestir hasta el comer, el con quien los fieles se reúnen o con quienes comparten lecturas, no ya profanas, sino incluso católicas, queda a escrutinio de los dirigentes.[19]
 
Sorprende entonces cómo es posible que los lefebvristas, tan cuidadosos y meticulosos con el código de vestimenta, toleren y consideren incluso piadosa la actitud de Marcel Lefebvre para con las feligresas africanas que andaban desnudas y con las que, según vemos en la fotografía, contemporizaba. Sorprende más aún cuando uno compara la actitud de Marcel Lefebvre, que las recibe con una sonrisa, respecto a ejemplos históricos de misioneros católicos. Sorprende mucho más cuando vemos a los fieles de la Fraternidad y a los adoradores de “Monseñor” (como gustan llamar los lefebvristas a Marcel Lefebvre, como si se tratase del único obispo) justificar la actitud del obispo francés, padre del Concilio Vaticano II, quien un día llamaba anticristo a Pablo VI o Juan Pablo II, y al día siguiente Vicario de Cristo, por el sólo hecho de no estar dando la comunión, sino simplemente estar delante de ellas.
Así es el fariseísmo: se fija en el detalle, en el error superficial de quien publicó la nota, pero no en la acción que es denunciada. No importa que Lefebvre esté comporizando ante unas indígenas semidesnudas en contra de lo que manda la Iglesia y en contra de su deber como obispo y misionero. Lo que importó fue que yo dije que les daba la comunión… pero sí importó que indígenas estuvieran ante Juan Pablo II algunas décadas después. Lo de Juan Pablo II fue escándalo, lo de Lefebvre no, porque según los Lefebvristas, él si fue elegido por Dios.


[1] Es una practica común en la FSSPX el poner bajo investigación y posible expulsión a los sacerdotes que, o bien entran en contacto con sedevacantistas o comparten con ellos información. También es una práctica común el suspender la absolución o negarla, directamente, a los fieles que distribuyen material sedevacantista entre los sedevacantistas, que opinan libremente delante de otros fieles o sacerdotes que el actual ocupante de la Santa Sede es un Antipapa. Esto último lo sé bien por experiencia propia. En el año 2007 se me advirtió severamente cuando yo era un fiel católico que asistía a los servicios litúrgicos en La Reja, y “dejaba caer” en manos de algunos seminaristas o fieles, el material que me pasaba el presbítero Lázaro Romero, quien ahora dice no me conoce.
[2] Ver el álbum de fotos de Lefebvre como misionero: http://sspx.org/en/media/photos?keys=&field_tags_tid%5B%5D=27
[4] Ver “El recato en el modo de vestir”, 21 de junio de 1996. Visto en http://www.cmri.org/span-96prog6.html
[5] Ver “Declaraciones que ha hecho la Iglesia sobre la modestia al vestir”, 25 de julio de 2016. Visto https://forocatolico.wordpress.com/2016/07/25/declaraciones-que-ha-hecho-la-iglesia-sobre-la-modestia-en-el-vestir/
[6] Cfr Gén 3: 5. Todo el capítulo merecería un profundo estudio y ver como esta tentación primera se ha convertido en el gran engaño, especialmente en nuestros días. Como cristianos debemos seguir la orden de San Pablo, para con aquellos que no siguen la doctrina de Cristo (2 Tes 3: 15).
[7] Ver Gén 9: 21-25.
[8] Prefiero utilizar el término “época indiana” y no “colonial”, principalmente porque desde el punto de vista jurídico América no fue una colonia de España. Lamentablemente no puedo profundizar el tema aquí, y tampoco es materia de este blog, aunque hay mucha bibliografía para consultar al respecto.
[9] Puede verse al respecto: Stoffel, Edgar, Documentos inéditos de la Santa Visita Pastoral del Obispado del Rio de la Plata, 1803 y 1805, Santa Fe, Universidad Católica de Santa Fe, 1992.
[10]Memorial del Reverendísimo y Excelentísimo Señor, Dn Manuel Azamor y Ramírez sobre las formas en las que debe conducirse el pueblo cristiano, especialmente el de esta diócesis durante las celebraciones de los santísimos sacramentos, muy especialmente el de la Santa Misa, y todo aquello que los reverendos presbíteros deben enseñar y cómo deben hacerlo”, AGI, Buenos Aires, 268.
[11] ACEBA, VII, fol 222 vta.
[12] ACEBA, VII, fol 48-51vlt.
[13] Castro Ramírez, José Eduardo, Palafox, su pontificado en Puebla, 1640-1649, Puebla de los Ángeles, 2000. Ver también Alvarez de Toledo, Cayetana, Politics and reform in Spain and Viceregal Mexico: the life and thought of Juan de Palafox, 1600-1659, Oxford, 2004.
[14] Martinez, Bartolomé, Jaque mate al obispo virrey. Siglo y medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza, México, 1991.
[15] Cfr., Banchoff, Thomas, y Casanova, José, The Jesuits and Globalization. Historical Legacies and Contemporary Challenges, Georgetown University Press, 2016.
[16] Considero que Marcel Lefebvre es un personaje que debe ser estudiado. Sus actitudes durante el Concilio y también antes de él deben ser consideradas de manera objetiva y seria. Lamentablemente esto parece, para muchos imposibles. Los católicos que están ligados a la FSSPX han llegado a idolatrar a “Monseñor” a punto tal que, emplear ese término implica hablar, sí o sí de Lefebvre.
Si en Sursum Corda quisiera yo, como director del blog, iniciar una “campaña contra Monseñor”, como me dijo un presbítero lefebvrista amigo, lo último que utilizaría sería algo tan trivial como esta foto, directamente apelaría al problema de la ordenación sacerdotal de Lefebvre por parte de un masón reconocido. Esto es algo que debe ser investigado de manera seria y aplicando en profundidad todos los principios de la teología sacramental.
[17] “Están planeando la destrucción de la santa Iglesia pública y abiertamente…” León XIII, Humanum Genus.
[18] Como no es el tema del presente artículo, no abordaré esta cuestión. No obstante prometo un estudio pormenorizado, el cual se realizará consultando fuentes históricas, tratados de teología sacramental y derecho canónico. Sólo puedo decir que al presente, continúo estudiando el caso del sacerdocio de Marcel Lefebvre.
[19] Holden, Andrew, Jehovah’s Witnesses: Portrait of a Contemporary Religious Movement, Routledge, 2002, pp. 78–79.
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