Nuevo Antipapa

Rogelio Martinez… hoy Miguel II

Antes de fin de año supimos de la muerte de David Bawden, quien en 1990 fue electo en un concilio imperfecto (mal llamado «cónclave») por seis personas (la lista la puede encontrar aquí) y tomó por nombre Miguel I. Recién el 11 de diciembre de 2011, fue ordenado al sacerdocio y luego elevado al episcopado por Robert Biarnesen, un obispo que deriva sus órdenes del obispo Carlos Duarte-Costa (para ver un estudio sobre las órdenes de Duarte-Costa haga click aquí).

El 2 de agosto de 2022 en Kansas City murió luego de una operación de urgencia. Había crecido y evolucionado con Internet: desde su primer «Vaticano en el Exilio» hasta su último sitio había pasado mucha agua bajo el puente: incursionó en las redes sociales y en Youtube, pero en los últimos años sus documentos pontificios (la orden a la Hermana Lucía de revelar el Tercer Secreto de Fátima, por ejemplo) habían desaparecido. Al poco de morir y tras ser proclamada la «sede vacante», sus pocos seguidores comenzaron a preparar y estudiar como llevar adelante un nuevo «cónclave». Existe un excelente documental sobre David Bawden realizado por Adam Fairholm que usted puede ver aquí (dura poco más de una hora):

David Bawden compartió con Teresa Stanfill Benns, Araí Daniele, Homero Johas, Heidi Hagen, Roberto Gorostiaga, Rudolf Gestnet, Osvaldo Ancona, Lucian Pulvemarcher, Robert Lyons y Gordon Bateman la pertenencia a la segunda generación de conclavistas, la cual fracasó estrepitosamente. En efecto, como estudiamos en un artículo sobre los «Tres conclavismos«, fue la desesperación y la improvisación el principal elemento que llevó al fracaso de estas intentonas: los obispos del «linaje Thuc» iban hacia la deriva absoluta. Consagrados para un cónclave, se comenzaban a distanciar a medida que las sub-ramas del linaje thucista coincidía con posiciones teológicas sobre la sede-vacante. La desesperación llevó a que personas que bajo ningún aspecto tenían aptitud canónica, que fueron ordenados en iglesias cismáticas o que acumularon varias ordenaciones y consagraciones sub conditione impusieran la necesidad de una reunión. Ese es el origen de las delirantes consagraciones de José F. Urbina Aznar, Julio Aonzo (dos veces consagrado obispo), José Ramón López Gastón, el ex agente comunista Emmanuel Korab los terroristas e ignorantes Gary y Gonzalo Alarcón Zegada. Todas ellas tenía como fin el proceder a crear «candidatos» para un posible «cónclave», el cual naufragó en Asís.

Naturalmente, no estamos hablando aquí de personajes como Jacobus I, o los antipapas del Palmar de Troya y sus hijos bastardos. Estamos deteniéndonos en personas que con más o menos conocimiento han querido pontificar y sentar las bases para una «solución humana» a la crisis de la Iglesia Católica Romana.

En el caso de los partidarios de David Bawden procedieron a una elección sui generis (en resumen, un sorteo) del cual salió electo el señor Rogelio Martínez, filipono, casado con la señora Linda Jacinto y consagrado obispo en 2003 por Joseph Galaroza, obispo de la ICAB en Filipinas, y luego recibió una nueva consagración de parte de Joel Clemente y Heyward Ewart. En el año 2017 rompió con la Iglesia Católica Carismática e ingresó en el tradicionalismo como uno de los tantísimos obispos independientes, y dos años después se sometió a David Baawden/Miguel I y fue reconocido como obispo con plenos derechos en 2020.

Es verdad que el flamante Miguel II tiene una feligresía mucho más grande de la que pudo ostentar su predecesor, Miguel I. Cuenta con un templo y algunas propiedades más, así como buenos contactos con el gobierno local.

La coronación de Miguel II puede ser apreciada en este video

Ahora quisiera presentar algunas observaciones sobre el señor Martinez. No tocaré las cuestiones de los ornamentos ni de la liturgia (Stehel se encargará eventualmente de eso), sino en cuestiones doctrinales.

Es evidente que el Rogelio Martinez/Miguel II fue electo de manera total y absolutamente irregular, rompiendo con los intentos de David Bawden/Miguel I de apegarse lo mejor posible a la legislación de época de Pio XII. La elección por cleromancia (un sorteo, inspirado en la elección de San Matías Apostol) y el haber cerrado la elección a los «partidarios» de Bawden parece ser también otra contradicción. En efecto, en varias oportunidades el antipapa norteamericano afirmó que estaba dispuesto a renunciar si es que los tradicionalistas procedían a una nueva elección de unidad (algo que poco pareció importarle a Juan José Squetino o a los estrafalarios y esperpentos de Gary Alarcón y Julio Aonzo).

El uso del Misal de 1962, del antipapa Juan XXIII-Bis también dejará sorprendido a cualesquier conocedor de David Bawden y de sus trabajos en contra de Roncalli y sus sucesores. Es evidente que el Rogelio Martinez es un absoluto neófito en el tradicionalismo, que sus conocimientos de teología están tomados por su paso por los semiasnarios de la Iglesia Conciliar en Filipinas, y ue fue un activo defensor de la renovación carismática. Por todo esto, cuesta creer que este hombre y los seguidores originales de David Bawden mantengan algún tipo de relación en el futuro próximo. El antipapa filipino se refugió en su país de origen, rodeado de sus propios fieles y bajo un aspecto pseudo-tradicionalista. Con el tiempo y con mucha suerte, podrá emular a sus pares del Palmar de Troya, consagrará obispos y tratará de ampliar su propia «Iglesia».

¿Qué quedará del movimiento de David Bawden? Nada, sólo un recuerdo o algún registro en alguna investigación, alguna nota periódistica, algún improvisado que deseará usarlo como referente para otro «cónclave» que no tendrá mejor suerte que el de Asís con Lino II o el de Pío XIII… y que será tan inválido y tan ilícito como el de Miguel II o los episcopados de José Vicente Ramón Gonzalez Cipitria, Julio Aonzo o los hermanos Alarcón.

Punto de partida o punto de llegada

Imagen moderna que quiere representar a Nuestro Señor

Por Raúl Amado, para Sursum Corda. Puede visitar el nuevo sitio del autor, Documenta Theologica haciendo click aquí.

John Senior llamó “The death of christian Culture”, a los rápidos cambios que veía hacia fines de la década de 1950 y 1960.1 De manera clarividente, no asoció esos cambios destructivos con el avance del comunismo ni del ateísmo, sino con algo mucho más profundo: la destrucción de la Misa, expresión fiel de la δόξα católica. En realidad, podríamos concluir siguiendo entonces el razonamiento del erudito angloamericano, que el comunismo, el anarquismo y el neo-modernismo fueron consecuencia de la des-teologización y la des-cristianización de Occidente.

Hoy hemos llegado a un punto que era inimaginable en la década de 1950. En sesenta años todas las instituciones tradicionales (la Familia, la Patria, la Iglesia) se han visto arrojadas y pisoteadas en la medida que Occidente aceleró la marcha por aquella vía humanista del “renacimiento”, cuando se des-orientó. Durante siglos, el mundo occidental subsistió (sub-existió) gracias a que mantuvo la correcta (ὀρθός) creencia (δόξα) que Cristo entregó a sus Apóstoles a pesar de atacar de manera sistemática a la forma de su fe: la liturgia. Hoy ante esas instituciones se levantan otras, hechas a imágen y semejanza del hombre moderno, del hombre mudable (la asociación libre, el Estado-Nacional y la Iglesia Institucional).

La destrucción que vemos a nuestro alrededor de toda moral y ética cristiana, y por consiguiente ortodoxa y bíblica, condujeron a la proliferación de movimientos de «resistencia» contra esta marea humanista y moderna. Algunos de estos movimientos de resistencia formas de colaboración antes que de oposición. Concluyen en lo que el erudito alemán Andreas Böhmler llamó “El partido conservador de Lucifer” (libro que puede descargar completo aquí).

El modernismo mismo surgió como una forma de resistencia en el cristianismo occidental y sólo pudo desarrollar dentro de las estructuras latinas del cristianismo. El abandono del Ícono y la mística, la humanización de la teología, la devotio moderna fueron pasos seguros hacia el absurdo en el cual nos vemos hoy. Los tradicionalistas y conservadores en general olvidan que el modernismo fue una respuesta ante los avances del mundo moderno. A una nueva ética y una nueva moral atea, se intentó una moral antropocentrista disfrazada de teísta cuyas raíces debemos buscarlas hasta el Cinquecento que colocó al Hombre en Lugar de Dios, prefigura del Novus Ordo Missae. Ante estos profundos cambios, innegables tras la Revolución Francesa y la filosofía romántica alemana de los siglos XVIII y XIX, algunos propusieron negociar, buscar una alianza entre la fe cristiana y esta nueva ética, moral y ordenación política antropocéntrica. Así el modernismo fue originalmente una manera de resistir, resistir negociando, resistir cediendo y conservando algo.

Se consumó así, con la colocación del hombre en el lugar de Dios con una de las etapas del “misterio de iniquidad” (2 Tes 2: 7). En efecto, el Anticristo es una persona moral y su Iglesia se ha desarrollado durante siglos hasta consolidar su propia iglesia, una restauración del antiguo Pontificado Pagano.

El Vaticano II no fue un punto de partida, sin un punto de llegada. ¿Apostató la Iglesia Institucional (es decir, la jerarquía romana) con el Vaticano II? No, lo había hecho muchísimo tiempo antes. Lo hizo en el momento en que decidió que era imposible ya contener la modernidad, lo hizo incluso antes de que Roncalli/Juan XIII-Bis en la Pacem In Terris ofreciera una ἑρμηνευτικὴ τέχνη cristiana de la modernidad. Patriarcas, Cardenales, Arzobispos, Obispos y Presbíteros aceptaron la modernidad y un importante sector de la Jerarquía ordenó todo ese Χάος modernista. Ese ordenamiento es lo que vemos en las distintas constituciones del Vaticano II y la aplicación de los mismos los tenemos en todo el magisterio conciliar. Así estos nuevos dogmas se expresan en una nueva liturgia (el Novus Ordo Missae), se explican en un Nuevo Catecismo y se aplican jurídicamente en un Nuevo Código de Derecho Canónico. En definitiva, esa división propiamente del cristianismo latino post-medieval de separar la materia de la forma se ve con toda claridad en la Iglesia Conciliar.

El Vaticano II, entonces, no es un punto de partida para la Iglesia Conciliar, sino un punto de llegada. La Iglesia del Anticristo creció y se alimentó de la decadente teología, de la prohibición de la patrística, del analfabetismo bíblico, de un arte cada vez más alejado del Ícono, de una liturgia cada vez más coreográfica y centrada en las disputas teológicas antes que en el monasticismo y la contemplación. Esa Iglesia del Anticristo se estaba gestando desde hacía no décadas, sino Siglos. No lo olvidemos: Jesucristo mandó a los suyos a predicar el Evangelio hasta los confines del mundo, guardando todo lo que él había enseñado, pero los hombres prefirieron seguir las novedades (Col 2:8), dar la espalda a Dios, ir tras los falsos profetas que venían con discursos conciliadores (Mt 7:15, Rom 16:17).

Al igual que ocurrió en el Edén, el hombre prefirió oír la voz del Tentador, de la Serpiente Antigua antes que al mandato divino y ponerse en el lugar de Dios, ser como Dios:

Y dijo la serpiente a la mujer: «No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis [del árbol prohibido] se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal».

Los hombres, como la mujer vieron que estas doctrinas modernas parecían agradables:

Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió”

¿Es posible entonces leer en Eva a la jerarquía de la Iglesia y en Adán a los fieles? No podemos olvidar que los fieles no fueron inocentes: conocían la Verdad, conocían a Cristo, conocían el mandamiento de guardar todo lo que El Señor nos había mandado, pero prefirieron “ser como Dios” y comer de las novedades, en lugar de alimentarse con “toda la palabra que sale de la boca del Señor” (Mt 4:4 Cfr. Dt 8:3).

Así fue que se desarrolló la ἑτερόδοξος, significando con ello el sentido literal de heterodoxia en cuanto doctrina diferente y contraria a lo que todos han creído. Un camino, una vía diferente.

¿Qué haremos entonces? ¿Hay alguna solución? En primer lugar, debemos reconocer que somos pecadores, invocando a Dios continuamente. Sólo Dios puede salvarnos en la actual situación: los intentos humanos implican siempre construir un nuevo altar, no en reparar el que ya existe. Debemos sumergirnos así en las Escrituras y viendo el ejemplo de los Profetas que Dios levantó actuar. Leamos 1 Reyes 18:30… el Profeta Elías no cinstruyó un nuevo altar, no edificó un nuevo templo… reparó el que estaba destruído y abandonado. Quienes levantan iglesias y denominaciones, los constructores de sectas son ajenos a Dios. Así lo dijo San Cirilo contra el hereje Nestorio: todo el que comienza por sí mismo no pertenece a la Iglesia de Dios, todo aquel que rechaza el Testimonio de los Apóstoles no tiene comunión con Cristo.

Es necesario que dejemos de creer que la crisis se solucionará de manera humana, por trabajo de los hombres y no por la Divina Intervención, por la misma παρουσία, por la Llegada y la Presencia de Cristo:

Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del Hombre en el Cielo, y se lamentaran todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre venir sobre las nueves del cielo con poder y majestad grande. Y enviará a sus ángeles con resonante trompeta y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos desde un extremo del cielo hasta el otro. (Mt 24:30-31)

Por eso nosotros oramos al leer las escrituras:

¡Amén! ¡Ven Señor Jesús! (Apoc 22:20)


Notas

1Senior, John, The Death of Christian Culture, IHS Press, Norfolk, 2008.

El estado mental del Arzobispo Thuc: una verdad incómoda

Introducción de Sursum Corda

En el año 2017, en Sursum Corda se publicó por primera vez una serie de artículo sobre la “cuestión Thuc”, es decir, se aportó evidencia y documentación conocida durante mucho tiempo, a la vez que ocultada y eclipsada por grupos tradicionalistas cuyas “órdenes sagradas” provendrían, precisamente del obispo vietnamita Pierre Martin Ngô-Dinh-Thuc. El título de “arzobispo” que muchos grupos tradicionalistas utilizan para llamarlo fue otorgado por el Antipapa de la Iglesia Conciliar Juan XXIII-bis Angelo Roncalli ; el título de “arzobispo” fue utilizado siempre, incluso cuando se “convirtió” en sedevacantista.

El presente estudio, realizado por el Pro. Clarence Kelly se publicó originalmente en el año 1994 y fue traducido por Claudia Caputo en el año 2002. En cuanto sitio se publicó fue censurado y perseguido por los seguidores del que fuera uno de los mas furiosos modernistas durante el “Concilio Vaticano II”. No debemos tampoco de olvidar que en su historial de “consagraciones episcopales” está jalonado de cambios de posiciones que se demostraron en la consagración de tradicionalistas, veterocatólicos, modernistas, y de cualesquier grupos que estuvieran en condiciones de convocarlo. Invitamos para ello la lectura del artículo titulado “Las consagraciones de Ngo-Dinh Thuc: un poco de historia”.

Hemos decidido utillizar la entrada anterior como base de la siguiente publicación para que los lectores tuvieran además la posibilidad de leer los comentarios y notar el nivel de los apologistas de las órdenes thucistas (para el significado de ese término, invitamos leer el artículo “La secta thucista”).

Como el artículo es largo (22 páginas) hemos decidido publicar una versión en PDF lista para su descarga. Invitamos a los lectores a realizar todas las consultas y comentarios que consideren pertinentes, pero antes de ello, a leer el artículo completo. Recordamos que las objeciones deben basarse en hechos y estar fundamentadas, y no repetir la catarata de insultos a los que las sectas episcopalianas thucistas, dizque “tradicionalistas” tienen habituados a todos aquellos que ponen en duda la validez sacramental a causa de la inestabilidad mental del difunto obispo modernista Pierre Martin Ngô-Dinh-Thuc.

Para descargar el artículo en PDF haga click aquí.

EL ESTADO MENTAL DEL ARZOBISPO THUC

P. Clarence Kelly

(«The Bulletin», Oyster Bay, N.Y., January 1994)

«La recaída en la profanación del sacramento del Orden (la última consagración conferida en una secta fue el 24 de septiembre de 1982) y la falta de firmeza en su promesa de no caer otra vez permiten hacer una pregunta esencial: Este hombre de 85 años de edad, ¿estaba en posesión de sus facultades?, ¿se daba cuenta de lo que hacía al imponer tan fácilmente las manos a cualquiera? ¿Era verdaderamente responsable de sus actos? Sólo hay tres respuestas posibles a esta cuestión.

-No. Thuc no estaba en posesión de todas sus facultades; no era responsable y no incurrió en las penas previstas por la ley. Pero entonces las consagraciones conferidas no son válidas, dado que el consagrante no estaba en posesión de sus facultades para la realización de un acto responsable.

-Sí. El consagrante de estas consagraciones estaba en completa posesión de sus facultades. Las consagraciones son válidas pero el consagrante y el consagrado han incurrido en todas las penas previstas por la ley y Thuc es verdaderamente un obispo escandaloso.

– No lo sabemos con certeza. Tal vez él estaba en posesión de sus facultades, y quizás no. Esto dejaría una duda en el aire sobre las censuras incurridas, pero también sobre la validez de todas estas ordenaciones».

Padre Noël BARBARA

(“¿Qué debemos pensar de los obispos consagrados por Ngo Dinh Thuc, Carmona, Vezelis, Musey, etc.?”)

INTRODUCCIÓN

El 10 de noviembre de 1993 el padre Daniel Dolan se unió al grupo de los obispos thucistas. Él es ahora uno de los centenares de obispos dudosos cuyas órdenes provienen del difunto arzobispo Ngo Dinh Thuc de Vietnam del Sur. El P. Dolan forma parte también de la secta del Monte San Miguel de Spokane, Washington y de un grupo de clérigos organizados por el «Obispo» Mark Pivarunas, el obispo de la secta.

Hay muchos serios problemas con el arzobispo Thuc y las consagraciones thucistas. Está el problema del estado mental de Thuc. Está el problema del escándalo asociado con su nombre. Está el problema de las muchas serias irregularidades conectadas con las consagraciones thucistas. Y está el problema de la insuficiente evidencia respecto de las normas probatorias que determina la Iglesia para establecer el hecho de tales consagraciones clandestinas.

Nos hemos referido, en cierto modo, a cada uno de esos problemas en el pasado. Nos vamos a referir a los dos primeros con más detalles porque necesitan una mayor profundización y están en la mente tanto de los defensores como de los oponentes de las consagraciones thucistas. ¿El Arzobispo Thuc estaba en su recto juicio? ¿Era el arzobispo Thuc un obispo escandaloso que debía ser evitado por los que se oponen a los escándalos de la nueva Iglesia?

Éste no es un debate meramente teórico. No es sobre cosas insignificantes. El núcleo mismo del movimiento tradicionalista en los Estados Unidos, si podemos usar tal expresión, está en juego. Sacerdotes tradicionalistas promueven hoy lo que condenaban en términos claros en el pasado. Quieren que cambiemos nuestro rumbo. Algunos quieren que aceptemos la secta de Schuckardt. Otros quieren que abramos nuestros brazos y templos a los obispos thucistas.

La aceptación de la secta del Monte San Miguel y de los obispos thucistas representa una ruptura radical e importante con el pasado. Lo que aquí está en juego es la comunión con una «iglesia cismática», como llamó el P. Cekada al grupo del Monte San Miguel en 1980, y obispos, sacerdotes y sacramentos dudosos, y una serie interminable de sacrilegios. Éstas no son cosas pequeñas.

Ya que es tanto lo que está en juego, ya que los obispos thucistas continuarán proliferando, y ya que mucha gente buena y decente está siendo conducida por mal camino, hay que decir la verdad. Y la verdad es ésta: hay serias dudas acerca de la capacidad mental del arzobispo Thuc; en cambio, no hay duda de que él no ayudó a «preservar la Fe Católica» después del Vaticano II. Probaremos estas cosas más allá de cualquier duda razonable.

Primero trataremos la cuestión del estado mental delarzobispo Thuc. Luego nos referiremos al mito, inventado por los defensores de las consagraciones thucistas, de que Thuc ayudó a «preservar la Fe Católica de la corrupción casi universal» después del Vaticano II. Mostraremos que él tenía fuertes tendencias modernistas; que traicionó su ministerio episcopal y el sacerdocio católico; y que si él hizo estas cosas en total posesión de sus facultades, como sostienen sus defensores, entonces en verdad él era un criminal y se lo debe incluir entre los peores obispos del Novus Ordo.

EL ESTADO MENTAL DEL ARZOBISPO THUC: Iª Parte

El estado mental del ministro de un sacramento y la cuestión de la validez

La cuestión del estado mental del arzobispo Thuc es de gran importancia. Es muy importante porque el estado mental de un obispo consagrante está directamente relacionado con la cuestión de la validez de las consagraciones episcopales que él realiza. Si hay serias dudas sobre si tenía completo dominio de su razón, entonces habría serias dudas acerca de la validez de sus consagraciones episcopales. Ésa es la enseñanza de los teólogos católicos. En su tratado dogmático sobre los sacramentos Mons. POHLE dice:

  «La combinación de materia y forma en un signo sacramental (confectio), y su aplicación al receptor individual (administratio) -dos factores que, con la sola excepción de la Sagrada Eucaristía, invariablemente coinciden- requieren un ministro que tenga un completo dominio de su razón. De aquí que los lunáticos, los niños, y otros que no tienen completo uso de razón son incapaces de administrar un Sacramento«.

Mons. Joseph  POHLE, Ph. D., D. D.

THE SACRAMENTS, A DOGMATIC TREATISE, adaptado y editado por Arthur Preuss, St.Louis, B. Herder Book Co., 1944, Vol. I, p. 162.

Según Mons. Pohle, si un sacerdote u obispo no tuviese «el completo uso de razón» sería «incapaz de administrar un Sacramento». Por consiguiente, si Thuc no tenía «el completo uso de razón» cuando realizó las consagraciones, éstas serían inválidas. El P. Heribert JONE, moralista, también trata acerca de ciertos defectos en el ministro de un sacramento que harían que éste fuese inválido:

a)      Si el ministro del sacramento careciese de «atención externa… la intención de administrar un sacramento queda implícitamente anulada, haciendo inválida la administración. Falta atención externa si uno emprende una acción externa que es incompatible con la atención interna».

Rev. Heribert JONE, O. F. M. Cap.,  J. C. D., Moral Theology, Westminster, Maryland, The Newman Press, 1962, p. 312.

b)      «La administración de un Sacramento es inválida si uno previamente, en verdad, tenía la intención requerida, que aquí y ahora ya no existe más y así no ejerce influencia en sus actos, aunque no la haya revocado (intentio habitualis)». Ibid., p. 312.

La intención habitual no es suficiente para conferir válidamente un sacramento.

c)      «…no hay consagración si un sacerdote en el delirio de la fiebre pronuncia las palabras de la consagración sobre el pan y el vino en la mesa junto a su cama; lo mismo vale para cualquiera que intente realizar un Sacramento estando intoxicado, loco o dormido».

Ibid., p. 312.

Si juntamos lo que dice Mons. Pohle con lo que dice el P. Jone, vemos que quien administra un sacramento debe tener «el completo dominio de su razón». Si éste estaba loco en ese momento o no tenía «el total uso de la razón», sería «incapaz de administrar un Sacramento». También debe tener la intención suficiente. La intención habitual (intentio habitualis) no es suficiente. Y debe tener la adecuada atención. Si realizase «una acción externa que es incompatible con la atención interna», el sacramento sería inválido.

Ahora nos referiremos al caso específico del arzobispo Thuc para determinar si hay serias razones para creer que él no tenía «el total uso de razón». Las preguntas acerca de su capacidad mental o de su carencia surgen de una consideración de su comportamiento. Él actuaba como si no hubiese estado en total posesión de sus facultades. Se comportaba como si «no tuviera el total uso de razón». Pero para apreciar esto completamente es necesario comprender algo acerca de quién era él, qué había hecho y la posición que sostenía.

Algunos antecedentes

El arzobispo Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc nació el 6 de octubre de 1897. Fue ordenado sacerdote en 1925 y consagrado obispo en 1938. El 24 de noviembre de 1960 se convirtió en el arzobispo de Hue, que había sido la capital imperial de Vietnam. En su artículo de 1983 sobre los obispos thucistas, el P. Cekada nos da una corta biografía del arzobispo Thuc:

«Ngo-dinh-Thuc entró al seminario, obtuvo doctorados en derecho canónico, teología y filosofía en Roma, y fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1925. Enseñó algún tiempo en la Sorbona, y volvió a Hue en 1927, donde enseñó en el seminario mayor y en el Colegio de la Divina Providencia.Fue nombrado Vicario Apostólico en Vinh-long, y el 4 de mayo de 1938 fue consagrado obispo y designado obispo titular de Sesina. En Vinh-long organizó la diócesis, y también dedicó algo de su tiempo a la Universidad de Dalat».

P. Anthony Cekada, «Two Bishops In Every Garage”,The Roman Catholic, January, 1983, p. 4.

El P. Cekada también indica que el arzobispo Thuc tenía algo de un astuto hombre de negocios. Hay que recordar, sin embargo, que está prohibido a los clérigos, de acuerdo con el canon 142, ocuparse de negocios tanto personalmente como a través de otros, tanto para su propio beneficio como para el de otros. El P. Cekada cita a tal efecto el libro de Hilaire du Berrier, «Background to Betrayal. The Tragedy of Vietnam” [Antecedentes de la Traición. LaTragedia de Vietnam]:

«El Arzobispo Thuc… se repuso de su decepción por no haber recibido la diócesis de Saigón, y se metió con gusto en negocios, comprando casas de departamentos, almacenes, plantaciones de caucho y concesiones de madera. Cuando Thuc ponía sus ojos en alguna propiedad, los demás ofertantes desaparecían prudentemente… Los soldados, en vez de construir defensas, eran puestos a trabajar cortando madera para que el hermano Thuc la vendiera. Camiones y mano de obra del ejército eran utilizados para construir edificios para él. Un comerciante de Saigón observó: «Como un hermano de Diem, sus pedidos [de Mons. Ngo] de donaciones sonaban como avisos de impuestos»». Ibid., p. 5.

Asistió al Concilio Vaticano II y pronunció un discurso ante los Padres del Concilio el 30 de setiembre de 1963. Habló sobre el tema de «la Iglesia». El «Diario del Concilio» brinda un resumen de lo que dijo, que revela sus tendencias liberales:

«El Arzobispo Ngo dinh Thuc, hermano del presidente de Vietnam, Ngo dinh Diem, se quejó de que el esquema no proporcionaba una adecuada presentación de la Iglesia para los no cristianos. El resultado, dijo, es que la Iglesia seguirá siendo, para los no cristianos, un organismo casi ininteligible. Hizo una fuerte recomendación para que los jefes de las religiones no cristianas fuesen invitados al concilio como observadores».

Council Daybook, Vatican II, Sessions I & 2,Washington, D. C., National Catholic Welfare Conference, 1965, p. 151.

El 2 de noviembre de 1963 sus hermanos Ngo dinh Diem, Presidente de Vietnam del Sur, y Ngo dinh Nhu, fueron asesinados al ser depuesto el gobierno Diem. El P. Cekada escribió que era «obvio cuán profundamente lo había afectado el triste giro de los acontecimientos».

Cekada, «Two Bishops in Every Garage» op. cit., p. 5.

El 2 de diciembre de 1963, la misa de apertura del Concilio fue ofrecida por los hermanos del arzobispo Thuc. Fue dicha por él mismo.

Después del Concilio, dice el P. Cekada, el Arzobispo Thuc «quería regresar a su sede, pero el nuevo gobierno sudvietnamita le negó el permiso, aparentemente con la aprobación del Vaticano» (ibid., p. 5) y agrega:

«Se le dió el título honorario de arzobispo titular de Bulla Regia el 29 de marzo de 1968, pero fue tratado en gran parte como un paria por el Vaticano. Se le cortó el acceso a sus concesiones de madera y plantaciones de caucho y se convirtió en un exiliado próximo a ser destituído. Pasó cierto tiempo en la abadía cisterciense de Casamari cerca de Roma, y finalmente fue a trabajar como pastor asistente en el pequeño pueblo de Arpino, donde decía la misa, escuchaba confesiones y se ocupaba de catequesis».

Ibid., p. 6.

El fiasco del Palmar

Según el P. Cekada, el arzobispo Thuc tenía doctorados en filosofía, teología y derecho canónico. Era profesor del seminario. Provenía de una familia importante y poderosa. Fue un arzobispo católico. Era un hombre de inteligencia considerable y de significativos logros. Pero en 1975 empezó a actuar en una forma que no era compatible con su persona y con lo que era. Porque fue hacia fines de 1975 y comienzos de 1976 cuando el arzobispo Thuc empezó a hacer cosas que llevaron a observadores imparciales a preguntarse sobre su capacidad mental. En esa época fue al Palmar de Troya en España y causó lo que el P. Cekada llamó el «fiasco del Palmar». El P. Cekada escribió:

«Poco antes de la Navidad de 1975, un sacerdote apareció en Arpino, sin haberse anunciado. Mons. Ngo refiere sus palabras:

«Su Excelencia [dijo el sacerdote], la Sagrada Virgen me envió para llevarlo a Ud. de inmediato a España, para hacerle a Ella un servicio. Mi auto lo espera en la puerta de la rectoría, y partiremos en seguida para estar allí en Navidad». Pasmado por esta invitación, le dije: «Si es un servicio pedido por la Santísima Virgen, estoy dispuesto a seguirlo a Ud. hasta el fin del mundo…»

   El viaje de 3 días en auto llevó a Mons. Thuc al Palmar de Troya, un pueblo español a 25 millas al sur de Sevilla. En 1968, comenzaron a circular allí relatos sobre apariciones. Entre los primeros entusiastas estaba un joven llamado Clemente Domínguez Gómez, quien organizó grupos de oraciones y estableció una capilla en el pequeño pueblo. Pronto declaró que había recibido los estigmas, no de Dios, sino del Padre Pío. Empezó a difundir los «mensajes» que recibía de las apariciones que eran a razón de dos o tres por semana. Los creyentes recibían boletines celestiales sobre todas las cosas, desde la situación de Pablo VI (un «prisionero del Vaticano que había sido reemplazado por un doble») hasta el color de medias que los adherentes debían usar. Clemente Domínguez incluso recibía mensajes tales como cuándo debía afeitarse la barba.

   Cuando Mons. Ngo apareció en el Palmar, Clemente Domínguez le pidió al prelado que lo ordenase sacerdote a él y a varios otros laicos, y luego que lo consagrara obispo a él y a otros pocos. Si Mons. Ngo tenía algunas dudas, desaparecieron después que Domínguez le dió la noticia de que Pablo VI se le había aparecido por medio de una «bilocación» para darle su aprobación al proyecto». [Ibid., p. 6]

La secuencia de los acontecimientos es increíble si presumimos que el arzobispo Thuc estaba en completa posesión de sus facultades. Un arzobispo católico y ex profesor de seminario con tres doctorados deja Italia por una noticia del momento y hace un viaje de tres días a España. Cuando llega un laico sin preparación le pide que lo ordene a él y a otros. Y para disipar cualquier duda que el arzobispo pudiera tener, ese laico le asegura que «Pablo VI se le había aparecido por medio de una «bilocación» para dar su aprobación al proyecto». Y el arzobispo, sobre la base de tales garantías procede a conferir la ordenación sacerdotal y la consagración episcopal. El arzobispo Thuc obviamente no actuaba en forma normal. «Detengámonos un momento», escribe el P. Cekada:

  «Detengámonos un momento para considerar lo que el Sr. Domínguez estaba diciendo: La Santísima Virgeny Pablo VI (por «bilocación») le decían ambos a un obispo católico que debía ordenar a unos laicos al sacerdocio (a quienes recién acababa de conocer y que no habían hecho estudios eclesiásticos) y luego consagrarlos obispos, todo en un lapso de tres semanas. Donde cualquier otro se hubiera reído a carcajadas rechazando esa propuesta como un absurdo, Mons. Ngo mostró una verdaderamente colosal falta de sentido común y aceptó». [Ibid., p. 6]

Poco necesitamos agregar a lo que señala el P. Cekada, excepto decir que tal «verdaderamente colosal falta de sentido común» en un hombre con los antecedentes, la educación y la experiencia pastoral de Thuc indica o que perdió su fe, o el juicio o ambos. Su comportamiento posterior indica lo mismo. Porque «el fiasco del Palmar» no fue una aberración momentánea en la vida del arzobispo Thuc. Fue más bien el comienzo de un patrón de comportamiento que caracterizó su vida por años antes de su muerte.

Y entonces, aunque los defensores de las consagraciones thucistas insistan en que Thuc estaba en total posesión de sus facultades mentales, los hechos indican otra cosa para el observador objetivo. Hay, de hecho, dudas serias, positivas y objetivas sobre la capacidad mental de Thuc. Por consiguiente, hay dudas serias, positivas y objetivas acerca de la validez de las consagraciones thucistas. Porque, como expresara Mons. Pohle, quienes “no tienen el completo uso de razón son incapaces de administrar un sacramento”.

La actitud del Vaticano

Los apologistas de Thuc han hecho muchas afirmaciones sin fundamento para sostener su aseveración de que estamos obligados a aceptar la validez de las consagraciones thucistas. Nos dicen que todo el mundo acepta la validez de esas consagraciones. Invocan incluso el apoyo del Vaticano para sostener su afirmación. Pero la verdad del asunto es que el Vaticano no presumió la validez de las consagraciones thucistas en sus decretos oficiales y esto es significativo por varias razones.

Es significativo porque muestra que los defensores de las consagraciones thucistas hacen afirmaciones temerarias en defensa de su causa. Así, sus declaraciones y condenaciones absolutas deben ser tomadas con cuidado. Es significativo ya que muestra que sólo porque hubo una ceremonia de consagración episcopal no se presume automáticamente su validez, independientemente de las circunstancias o de las personas involucradas. Y finalmente es significativo porque el Vaticano no aceptó la validez de las consagraciones thucistas, mientras que sí aceptó la validez de las ordenaciones y consagraciones hechas por el arzobispo Lefebvre. Monseñor Lefebvre era un individuo serio, cuerdo y creíble. Monseñor Thuc no lo era. Thuc era un hombre cuyo comportamiento sugiere fuertemente que no estaba en completa posesión de sus facultades. No es ninguna maravilla que ni siquiera el Vaticano presumió la validez sino que más bien dejó de lado la cuestión.

El Vaticano dejó de lado la cuestión de la validez de las consagraciones thucistas

En respuesta a las consagraciones del Palmar, la Sagrada Congregaciónpara la Doctrinade la Fe expidió un decreto fechado el 17 de setiembre de 1976. El decreto decía que el arzobispo Thuc había “incurrido ipso facto en excomunión reservada specialissimo modo a la Sede Apostólica”. [Decree of the S. Congregation For The Doctrine Of The Faith, L’OSSERVATORE ROMANO, Weekly Edition in English, September 30, 1976]. Éste es también el documento que dejó de lado la cuestión de la validez. Y al dejar de lado esa cuestión, declaró sobre los consagrados y ordenados que: «la Iglesia no reconoce su ordenación ni lo hará, y los considera, a todo efecto legal, en el estado que cada uno tenía anteriormente…» [Ibid.]. A este rechazo de reconocer la validez de las consagraciones thucistas también se refería el “Comentario sobre el Decreto «Concerniente a las ordenaciones ilícitas»” que fuera publicado más tarde, y que decía:

“En el nº 3 del documento [de la S. Congregación para la Doctrina de la Fe del 17 de setiembre de 1976], sin entrar en el problema de la validez de las ordenaciones conferidas en el Palmar de Troya a comienzos de enero y, consecuentemente, de todas las sucesivas ordenaciones, se afirma formalmente que la Iglesia no reconoce y no reconocerá en el futuro que estas ordenaciones tengan algún valor. Por lo tanto, aquellos que estén así ordenados son considerados por la Iglesia, a todo efecto jurídico, en la misma condición canónica en que se encontraban antes de esas ordenaciones irregulares, y todas las sanciones canónicas arriba mencionadas siguen vigentes hasta que se arrepientan”.

             Commentary On The Decree “Concerning Unlawful Ordinations”

L’OSSERVATORE ROMANO, Weekly Edition in English, October 7, 1976, p. 12.

Poco después de eso, el National Catholic Reporter publicó un artículo sobre las consagraciones del Palmar de Troya, donde se decía:

“En setiembre, el Vaticano declaró que las consagraciones y ordenaciones realizadas por Thuc en el Palmar de Troya eran nulas e inválidas. El decreto del Vaticano indicó que los hombres involucrados siguen siendo laicos”.

National Catholic Reporter, 115 E. Armour Boulevard, Kansas City, Mo 64141, Vol. 13, No. 8, December 10, 1976, p. 17.

The Long Island Catholic publicó una columna del P. Daniel Hamilton que también se refería a las consagraciones del Palmar. El P. Hamilton señalaba:

  «Además, la Santa Sede declaró, dejando de lado toda discusión sobre la validez de las ordenaciones, que la Iglesia no reconoce y no reconocerá en el futuro estas ordenaciones como si tuvieran alguna validez. Por consiguiente, todas esas personas ordenadas como sacerdotes u obispos permanecen, para propósitos prácticos, en el mismo status canónico que tenían antes. Para la inmensa mayoría, esto significa que sean tratados como laicos, como si las ordenaciones nunca hubieran tenido lugar».

Rev. Daniel Hamilton, «Questions and Answers», The Long Island Catholic, October 14, 1976, P. O. Box 9000, Rockville Centre, NY.

Que el Vaticano considerara a esos ordenados y consagrados en el mismo estado en que estaban antes de las ordenaciones y consagraciones hace recordar un caso que ocurrió en 1959. Ese año el Santo Oficio decidió el caso del sacerdote Giovanni Taddei, de la diócesis de Biella. El P. Taddei había conseguido ser consagrado por un obispo cismático. Luego, a su vez, ordenó a algunos católicos. La Iglesia, sin decidir la cuestión de la validez, declaró que aquellos a quienes él había ordenado debían ser considerados laicos con derecho a casarse. El decreto decía «que esas ordenaciones no son reconocidas por la Iglesia y, por consiguiente, los sujetos deben ser considerados como laicos a los efectos canónicos, incluido el derecho de contraer matrimonio». (AAS 51 – 484; Santo Oficio, 8-5-1959).

Consecuencias prácticas

Lo que el Vaticano dijo sobre las consagraciones del Palmar lo dijo acerca de las consagraciones del P. Guérard des Lauriers, que consagró al P. McKenna, y de Moisés Carmona, que consagró a Mark Pivarunas. El Vaticano no reconoció la validez de esas consagraciones. No presumió que fuesen válidas sólo porque se realizó una ceremonia de consagración episcopal. No se manejó sobre el falso principio, creado y promovido por los apologistas de Thuc, que dice que todas las consagraciones episcopales deben ser “consideradas válidas”, sin considerar las circunstancias o las personas involucradas e incluso ante la ausencia de testigos calificados, sacerdotes asistentes y prueba suficiente. El Vaticano otra vez dejó de lado la cuestión de la validez diciendo que “los considera [a des Lauriers y a Carmona] en el estado que tenían cada uno previamente…” (Decree of the Sacred Congregation For The Doctrine Of The Faith, March 12, 1983, L’OSSERVATORE ROMANO, Weekly Edition in English, April 18, 1983). Esto también fue publicado en la edición del 8 de abril de 1983 del New York Times.

Esto significa, en el orden práctico, que a los ojos del Vaticano, los laicos que fueron ordenados y consagrados por Thuc, o por un obispo thucista, siguen siendo considerados laicos. Los sacerdotes consagrados por Thuc, o por un obispo thucista, son considerados sacerdotes y no obispos. El Vaticano, por lo tanto, considera al «obispo» Clemente Domínguez Gómez, también conocido como Papa Gregorio XVII, como un laico. El Vaticano juzgaba a los obispos thucistas Guérard des Lauriers y Moisés Carmona como sacerdotes y no como obispos. Por consiguiente, considera al “obispo” Mark Pivarunas, que “consagró” al P. Dolan, como el Sr. Mark Pivarunas, un laico con derecho a casarse.

 («The Bulletin», January, 1994)

EL ESTADO MENTAL DEL ARZOBISPO THUC: IIª PARTE

(«The Bulletin», February, 1994)

Introducción a la IIª parte

El mes pasado nos referimos a la relación entre el estado mental del ministro de un sacramento y la validez de éste. Nos fijamos también en los antecedentes del arzobispo Ngo-dinh-Thuc. Consideramos el fiasco del Palmar de Troya. Y vimos, en contra de las afirmaciones de los defensores del arzobispo Thuc, que el decreto del Vaticano no dijo que las consagraciones thucistas fueron válidas. El Vaticano más bien dejó de lado la cuestión de la validez y declaró, sobre aquellos ordenados y consagrados, que «la Iglesia no reconoce su ordenación ni lo hará, y los considera, a todo efecto legal, en el estado que cada uno tenía anteriormente». (Decreto publicado en L’OSSERVATORE ROMANO, Weekly Edition In EnglishSeptember 30, 1976).

Este mes consideraremos los acontecimientos de la vida del arzobispo Thuc desde el fiasco del Palmar de Troya en 1975 hasta su muerte en 1984. Veremos que, de esos hechos, surge un patrón. Es un patrón de comportamiento anormal.

Los hechos del Palmar de Troya

Palmar de Troya es un pueblito de España. Se encuentra a unas 25 millas al sur de Sevilla. En la noche del 31 de diciembre de 1975, el arzobispo Thuc ordenó a cinco laicos ineptos. El 11 de enero de 1976 consagró a dos de estos cinco, y a otros tres. Hizo estas cosas a pedido de un hombre llamado Clemente Domínguez Gómez, el así llamado vidente del Palmar de Troya. Según el P. Cekada, Domínguez pretendía que «había recibido los estigmas no de Dios, sino del Padre Pío». Y «él comenzó a difundir los ‘mensajes’ que recibía de las apariciones que se sucedían a razón de dos o tres por semana. Los creyentes recibían informes celestiales sobre todas las cosas, desde la situación de Pablo VI (un «prisionero del Vaticano», que había sido “reemplazado por un doble”) hasta el color de medias que los adherentes debían usar. El Sr. Domínguez incluso recibía mensajes tales como cuándo debía afeitar su barba». (Rev. Anthony Cekada, «Two Bishops In Every Garage», The Roman Catholic, January, 1983, p. 6).

El P. Cekada dijo que el Sr. Domínguez le había asegurado al arzobispo Thuc que Pablo VI y la Santísima Virgen María aprobaban las ordenaciones y consagraciones: «… Según el Sr. Domínguez tanto la Santísima Virgencomo Pablo VI (por ‘bilocación’) le decían a un obispo católico que debía ordenar a unos laicos al sacerdocio (a quienes acababa de conocer, y que no habían hecho ningún estudio eclesiástico) y después consagrarlos obispos, todo en un lapso de tres semanas». El arzobispo Thuc «estuvo de acuerdo». (Ibid.).

Dos semanas después de las consagraciones de Thuc, Clemente Domínguez consagró a tres obispos más.

“«Y esto es sólo el principio», se jactó ante un periodista. «Seguiremos adelante ordenando sacerdotes y consagrando obispos para difundir la obra del Palmar por todas partes». Fue fiel a su palabra. Hay ahora cientos de ‘obispos’ del Palmar. Domínguez incluso consagró a un joven de 16 años. Después de la muerte de Pablo VI (6 de agosto de 1978), Domínguez (que había perdido la vista en un accidente de tránsito el 29 de mayo de 1976) se declaró a sí mismo Papa».(Ibid.).

Según un panfleto publicado por la secta del Palmar y titulado “Palmar de Troya, luz del mundo”, el arzobispo Thuc defendió las consagraciones del 13 de enero de 1976, con estas palabras:

“Hemos vuelto a los tiempos apostólicos en que los primeros Apóstoles se dedicaban a predicar y ordenar sin remitirse al primer papa, San Pedro”. (Citado en ibid.).

La declaración es curiosa porque el arzobispo Thuc realizó las consagraciones, en primer lugar, sólo después que Domínguez le asegurara que “Pablo VI se le había aparecido por medio de una ‘bilocación’ para dar su aprobación al proyecto”. (Ibid.). Comentando la declaración del 13 de enero, el P. Cekada dice, irónicamente, que “es posible que él se haya olvidado de la milagrosa ‘bilocación’ de Pablo VI”. (Ibid., p. 7).

Excomunión y reconciliación

Ocho meses después de las consagraciones del Palmar, el Vaticano declaró que el arzobispo Thuc estaba excomulgado, por un decreto de la Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe,fechado el 17 de setiembre de 1976. Éste es el mismo decreto que dejó de lado la cuestión de la validez de las consagraciones. Posteriormente se publicó un Comentario sobre el Decreto en la edición inglesa de L’OSSERVATORE ROMANO, que nos informa sobre el arrepentimiento del arzobispo Thuc:

“El prelado [es decir, el arzobispo Thuc], tan pronto como comprendió la gravedad de los hechos, lamentó y repudió lo que había hecho, e intentó impedir nuevos abusos. Luego humildemente se puso a disposición de la autoridad eclesiástica. Con este propósito se apresuró a pedir al Santo Padre la absolución de la excomunión en que había incurrido y escribió una carta a Su Eminencia el cardenal Bueno y Monreal, arzobispo de Sevilla, en la cual, reconociendo su propio error, pedía perdón por «el grave escándalo dado a los fieles y por el inmenso daño causado a la Iglesia al poner en peligro su unidad»».

(«Commentary on the Decree ‘Concerning Unlawful Ordinations’ «, L’ OSSERVATORE       ROMANO, Weekly Edition In English, October 7, 1976, p. 12).

Una consagración intermedia

         No se menciona en el decreto -quizás porque no se sabía en ese momento- pero entre las consagraciones del Palmar y su reconciliación con Pablo VI, el arzobispo Thuc realizó otra consagración episcopal. Según el Padre McKenna, un obispo thucista, esto ocurrió dos meses antes de la reconciliación de Thuc con Pablo VI. El 10 de julio de 1976 el arzobispo Thuc consagró a P. E. M. Comte de Labat d’ Arnoux. (“THUC-LINE BISHOPS”, CATHOLICS FOREVER, P.O. Box 283, Monroe, CT , Issue nº 99. April, 1992. p. 6). ¿Quién era Comte de Labat d’ Arnoux? Era, según el P. Noël Barbara, sólo uno de los muchos apóstatas de la Iglesia Católicaque se convirtieron en obispos thucistas. (P. Noël Barbara, WARNING, Concerning A Sect Which  Is «Made In France» (Folleto disponible en Fortes in Fide, 758 Lemay Ferry Rd., Saint Louis, Mo. 63125).

La consagración del jefe de una secta no católica

Las consagraciones del Palmar tuvieron lugar en enero de 1976. D’Arnoux fue consagrado en julio. La reconciliación con Pablo VI, por la cual el arzobispo Thuc se arrepintiera del “grave escándalo dado a los fieles y por el inmenso daño causado a la Iglesiaponiendo en peligro su unidad”, fue en setiembre de 1976. Y sin embargo, a los pocos meses Thuc volvía a las andadas otra vez. En esta ocasión consagró a un hombre llamado Jean Laborie, que era precisamente el fundador y jefe de su propia secta. Según el P. Barbara, era también un conocido homosexual. Esta «consagración» tuvo lugar el 8 de febrero de 1977. (McKenna, «THUC-LINE BISHOPS», op. cit.). Laborie fue consagrado al menos tres veces y, según el P. Barbara, posiblemente hasta cinco veces.

El P. Cekada escribió acerca de Laborie en su artículo de 1983 sobre los obispos thucistas. Decía que el arzobispo Thuc “elevó al episcopado (por enésima vez) a Jean Laborie, jefe de una secta cismática de los ‘viejo-católicos’, la ‘Iglesia Latina de Toulouse’. También ordenó a otro ‘viejo-católico’ de Marsella llamado García, y a un ex convicto llamado Arbinet que luego llegó a ser ‘obispo’ del Palmar”. (Cekada, “Two Bishops in Every Garage”, op. cit., p. 7).

Kozik y Fernández

Las múltiples consagraciones entre los obispos thucistas no son infrecuentes. Ya mencionamos a Laborie. Otros consagrados más de una vez fueron Roger Kozik, Michel Fernández, Christian Datessen y André Enos. Los dos primeros, Kozik y Fernández, fueron consagrados en 1979, en España por un obispo thucista del Palmar. Y en 1981 fueron consagrados de nuevo, esta vez por el mismo arzobispo Thuc. Uno debe, por supuesto, preguntarse: ¿Dudaba Thuc de la validez de las consagraciones que realizó en el Palmar de Troya?

No hace mucho tiempo, el padre Barbara publicó un folleto de cuatro páginas alertando a los fieles sobre la secta iniciada por Kozik y Fernández, donde señalaba: “Roger Kozik y Michel Fernández deben ser considerados como lo que todavía son, es decir, apóstatas de la Iglesia Católica.Por ello, son herejes y cismáticos, y AQUELLOS QUE RECIBEN DE ELLOS LOS SACRAMENTOS, O QUE ASISTEN A SUS SERVICIOS DE CULTO INCURREN EN LAS CENSURAS PREVISTAS PARA LA COMMUNICATIO IN SACRIS CUM ACATHOLICIS». (Barbara, op. cit. p. 2). Y continuaba diciendo:

«Para terminar con los jefes de esta secta, he aquí una información que apareció en la prensa francesa. «Llevados ante la corte criminal de Agen, los señores Kozik y Fernández fueron acusados por chantaje, y luego liberados. Después fueron llevados a juicio en la corte de apelaciones por fraude, y fueron sentenciados a ocho meses de prisión bajo palabra». Fueron, por lo tanto, condenados por fraude. Durante la audiencia del 9 de marzo de 1991, el fiscal declaró: «Leyendo este dossier, dos palabras me impresionaron: fraude y secta». «Una investigación policial determinó en 1989 que el total de las contribuciones que habían pasado por sus cuentas privadas, llegaban a 75.000.000 de francos, o 7.500.000.000 de viejos francos»”.(Ibid.,p. 4)Una nota dice que la suma equivalía a 14 millones de dólares estadounidenses.

Además de sus dobles «consagraciones» thucistas, Kozik y Fernández fueron «ordenados» al «sacerdocio» tres veces. Primero fueron ordenados por Jean Laborie. Después fueron ordenados por André Enos, un obispo viejo-católico, del cual hablaremos en seguida. Y finalmente fueron ordenados por un obispo thucista del Palmar antes de su primera consagración episcopal.

Las «monjas» de Tae Kwon Do

The New York Times recientemente publicó un artículo complementario bastante largo sobre las «monjas» de Kozik que están trabajando en la ciudad de Nueva York. El artículo apareció el 2 de febrero de 1994. Las «monjas» están fotografiadas «trabajando». Están trabajando con sus entrenadores masculinos en la Academia de Tae Kwon Do ubicada en 828 Ninth Ave., New York City. Una de las «monjas», descalza y con hábito largo, está fotografiada literalmente en el aire. Se la ve dando una patada al pecho de un caballero que es su entrenador. La otra «monja» se la ve en una pose de Tae Kwon Do. Aparece lista para atacar a su entrenador.

Sociedad de «consagración» mutua

Otro caso que ilustra el carácter grotesco y sacrílego de todo el fiasco del Palmar es el de Christian Marie DATESSEN.

Datessen era un obispo viejo-católico. Fue consagrado el 10 de setiembre de 1981 por André Enos. Enos era un sacerdote católico apóstata que dejó la Iglesia en 1950 y se convirtió en obispo de una secta conocida como Santa Iglesia Viejo-católica, fundada por Charles Brearley. Brearley, un hombre casado, fue consagrado al menos tres veces. Su secta era la renovación de la Iglesia Evangélica Viejo-católica. «Brearley… deseaba renovar ese cuerpo, pero sobre moldes nuevos, como una ‘institución ecuménica New Age’. La llamó Santa Iglesia Viejo- católica (formada en 1955), y tomó el título de Ignatius Carolus, aunque era mayormente conocido por sus seguidores como Padre Charles». [Ver artículo: «BREARLEY, CHARLES, OLD HOLY CATHOLIC CHURCH IN BRITAIN», Independent Bishops: An International Directory, Edited by Gary L. Ward, Bertil Persson, Alan Bain, Detroit, Apogee Books, 1990, pp. 56-57). «Brearley estableció un Instituto Ecuménico New Age como parte del trabajo de la iglesia». (Ibid., p. 57). Parece también que hizo a la «Sra. Brearley al menos diaconisa».(Ibid., p. 56).

          La consagración de Datessen por Enos tuvo lugar el 10 de setiembre de 1981. El 25 de setiembre de 1982, Datessen fue consagrado nuevamente por el arzopispo Thuc. Datessen entonces se dio vuelta y consagró a Enos. [ver artículos: «DATESSEN, CHRISTIAN MARIE, UNION DES PETITES ÉGLISES CATHOLIQUES» y «ENOSANDRÉ MAURICE ALEXANDRE, OLD HOLY CATHOLIC CHURCH», ibid., pp. 107, 132]. Enos había hecho a Datessen obispo viejo- católico. Luego éste hizo a Enos obispo thucista. El Padre Robert McKenna incluyó a Datessen y a Enos en su lista de obispos thucistas que publicó en CATHOLICS FOREVER.

Lo que hemos presentado hasta aquí no es la historia completa de las sacrílegas actividades del arzobispo Thuc contra el sacerdocio, la misa y los sacramentos católicos. El P. Barbara afirma que hubo muchos otros no-católicos o apóstatas de la Iglesiaque fueron hechos obispos thucistas: «Claude Nanta… Pierre Salle… Jean Oliveres de Mamistra, Patrick Broucke de Tralles, Philippe Miguet, Michel Main». (Barbara, op. cit., p. 4). Pero lo que hemos presentado es más que suficiente para demostrar, más allá de toda duda razonable, que algo andaba mal en este arzobispo, y ex profesor de seminario. Su comportamiento era decididamente anormal.

OTROS ASUNTOS

Simulación de un sacramento

    En 1981 el arzobispo Thuc concelebró la Nueva Misa con el obispo del Novus Ordo de Toulon, Francia. Tres semanas más tarde consagró al P. Guérard des Lauriers. Según el P.Cekada, el arzobispo Thuc se excusó por concelebrar la misa nueva diciendo, entre otras cosas, que él sólo aparentó decir misa; es decir, que él simuló decir misa. Simular un sacramento

“consiste en realizar la acción sacramental sin la intención de conferir el sacramento,  aunque otros piensen que se está administrando el sacramento». 

                       Rev. Heribert Jone, O. F. M. Cap., J. C. D., Moral Theology,           Westminster, Maryland, The Newman Press, 1962, p. 318. Subrayados nuestros.

    Simular un sacramento es hacer los gestos sin poner la propia intención. La simulación invalida el sacramento. Es también un pecado mortal de sacrilegio. Es algo tan serio que no se puede simular un sacramento ni siquiera para salvar la propia vida. El P. Jone dice:

                             “La simulación de un sacramento nunca está permitida, ni siquiera para                               salvar la propia vida”. Ibid.

Simulación = Invalidez

Si el arzobispo Thuc simuló decir misa, la misa habría sido inválida. Si simuló una consagración episcopal, como el P. Cekada lo acusa de simular decir misa, ésta habría sido una consagración inválida. No habría sido consagrado ningún obispo. Esto hubiera sido verdad incluso si él estaba en total posesión de sus facultades. Hablando de la concelebración de Thuc, el P. Cekada escribió: “La justificación de Mons. Thuc para este acto, sosteniendo que sólo simuló la celebración de la misa -la simulación de un sacramento, dicho sea de paso, es un pecado grave- no aumenta nuestra confianza en su comprensión de la teología sacramental». [Cekada, “Two Bishops in Every Garage”, op. cit., p. 7).

El problema, por supuesto, no es el conocimiento que tenía Thuc de la teología sacramental. Sus tres doctorados excluyen la ignorancia de la teología sacramental. Ni siquiera hay que tener un doctorado en teología para saber que está mal fingir decir misa o consagrar al cabecilla homosexual de una secta no católica. La explicación está en otra parte. El arzobispo Thuc, o perdió la razón, o perdió su fe, o ambas.

Más comportamiento errático

El arzobispo Thuc consagró a Jean Laborie pocos meses después de su reconciliación con Pablo VI. La reconciliación fue en setiembre de 1976. La consagración fue en febrero de 1977. En marzo de 1977 consagró a Claude Nanta. El año siguiente lo hizo con Kozik y Fernández. En 1981 consagró a Guérard des Lauriers, a Adolfo Zamora y a Moisés Carmona. En setiembre de 1982 consagró a Christian Datessen.

Durante mucha parte de este tiempo el arzobispo Thuc fue un obispo del Novus Ordo. Aceptaba a los papas posconciliares y la validez de la Nueva Misa. Según el P. Barbara, asistía a la Nuevamisa hasta comienzos de 1982. El P. Barbara dijo: «Con la autorización del obispo conciliar de Toulon, Thuc tenía un confesionario asignado a él en la catedral del obispo conciliar, y hasta comienzos de 1982 Thuc ayudaba diariamente las nuevas misas celebradas en esa misma catedral». (Subrayados nuestros).

Luego, en febrero de 1982, exactamente siete meses antes de consagrar al obispo viejo-católico Christian Datessen, declaró que la Nueva Misa era inválida y que la Sede de Roma estaba vacante.

          Su declaración está fechada el 25 de febrero de 1982. En ella decía:

   «Pero a la vista de Nuestro Señor, ¿cómo se ve la Iglesiade hoy? Estas misas -las diarias y las dominicales- ¿agradan a Nuestro Señor? No, en absoluto: porque esta misa es la misma para católicos y protestantes; por eso esta misa no agrada a Nuestro Señor y es inválida. La única misa agradable a Nuestro Señor es la Misa de San Pío V, que es celebrada sólo por unos pocos sacerdotes y obispos; yo soy uno de ellos…

  «Como obispo de la Iglesia CatólicaRomana declaro que la sede de Roma está vacante [sic] y es mi deber, hacer todo lo posible para asegurar la preservación de la Iglesia CatólicaRomana para la eterna salvación de las almas».

                  “DECLARACIÓN” dada en Munich, el 25 de febrero de 1982, publicada                    en EINSICHT, Munich, marzo de 1982, p. 7.

Esta declaración es asombrosa. Es asombrosa porque el arzobispo Thuc estaba asistiendo a la Nueva Misael mes anterior, según el P. Barbara. Es asombrosa por su deseo de que los líderes de las religiones paganas estuvieran presente en el Vaticano II. Es asombrosa porque siete meses más tarde confirió la consagración episcopal a un obispo viejo-católico. Es asombrosa a causa de sus opiniones modernistas sobre la misa y su alegato en favor de la diversidad del culto, como veremos cuando trataremos sobre esto en un próximo BULLETIN. Es asombrosa porque en su autobiografía se quejaba de que «imponer una sola manera de celebrar la santa misa» es un abuso de poder. Es asombrosa porque se quejaba de que «el Vaticano inventa regulaciones para suprimir cualquier particularidad, ya sea litúrgica o canónica de las Iglesias locales». [THE SERAPH, Vol. III, nº 3, Noviembre de 1982]. Uno debe maravillarse de esta declaración tanto como de la del 13 de enero de 1976 publicada después de las consagraciones del Palmar. Uno debe preguntarse si es la mente del arzobispo Thuc la que está hablando, o las mentes de otros. Uno debe preguntarse si él sabía lo que estaba haciendo.

La conexión Einsicht

Una posible explicación para la declaración del 25 de febrero de 1982 puede hallarse en la asociación del arzobispo Thuc con la gente de la revista Einsicht. El P. Cekada escribió: «En cierto momento… Mons. Ngo decidió compartir su suerte con  -o, tal vez, cayó bajo la influencia de- otra organización que necesitaba de su ministerio episcopal». [Cekada, «Two Bishops in Every Garage», op. cit., p. 8]. Einsicht era la publicación de la «organización» que conoció en Munich. «Einsicht promovía en Alemania las doctrinas más bien abstrusas del P. Guérard a través de sus publicaciones. Ésta tomó a Mons. Ngo bajo sus alas, y según cabe presumir, lo proveyó de alguna clase de apoyo material». [Cekada, «Two Bishops in Every Garage», op. cit., p. 8]. Entre la gente de Einsicht sobresalían el Dr. Kurt Hiller y el Dr. Eberhard Heller. [Ninguno de ellos es doctor en medicina]. Ellos fueron los dos «testigos» en la consagración del P. Guérard des Lauriers.

Cuando el P. Sanborn, el P. Jenkins y yo viajamos a Alemania a entrevistarlos, les preguntamos sobre la consagración del P. Guérard des Lauriers. También estuvieron presentes en las consagraciones de Zamora y de Carmona. Les preguntamos sobre la materia y la forma del sacramento.(La materia para una consagración episcopal es la imposición de ambas manos por el obispo consagrante. La forma es una fórmula de dieciséis palabras). Ninguno pudo testificar que el arzobispo Thuc impuso las manos sobre la cabeza del P. des Lauriers. A Hiller se le preguntó si Thuc puso una o dos manos sobre la cabeza de Guérard des Lauriers. No lo sabía. Heller, por el contrario, simplemente se negó a responder cualquiera de esas preguntas. Furioso, protestó que no podían esperar que él recordara tales detalles después de seis años.

El P. Sanborn concluyó, en ese entonces, que no se podía probar la validez de las consagraciones en el fuero externo. Dijo que el testimonio de Hiller y Heller era inútil. Dijo que incluso si pudiéramos probar la validez, no podríamos tener nada que ver con los obispos thucistas porque eran muy «sórdidos». La palabra sórdido significa: «1: Inmundo; sucio. 2: Vil; bajo; grosero; despreciable». [WEBSTER’S NEW COLLEGIATE DICTIONARY, 1958]. El Dr. Hiller, que no tenía problemas con la validez de las consagraciones de Thuc, dudaba de las ordenaciones hechas por monseñor Lefebvre. También defendía las consagraciones del Palmar como una buena cosa. En la edición de agosto de 1982 de Einsicht(edición en inglés), escribió: «De ninguna manera se lo puede reprender [es decir, al arzobispo Thuc] por las consagraciones del Palmar». [Citado en Cekada, «Two Bishops in Every Garage», op. cit., p. 6). Al mes siguiente, el arzobispo Thuc consagró al obispo viejo-católico Christian Marie Datessen.

La retractación final

En febrero de 1982 el arzobispo Thuc declaró que la sede romana estaba vacante y que la Nueva Misaera inválida. Sobre ésta dijo: «Esta misa es la misma para los católicos y los protestantes… y es inválida». Y agregó: «Estando vacante la sede de Roma… es mi deber, hacerlo todo lo posible para asegurar la preservación de la Iglesia Católica Romana para la salvación eterna de las almas». Sin embargo, en setiembre de ese mismo año procedió a consagrar al obispo viejo-católico Christian Marie Datessen, el así llamado «obispo-abad» de la «Union des petites Églises Catholiques” [Ward, Persson, Bain, «DATESSEN, CHRISTIAN MARIE…», op. cit., p. 107]. En 1984 renunció a su declaración del 25 de febrero de 1982, y se reconcilió con Juan Pablo II. En su retractación y renuncia, dada en Carthage, Missouri, el 11 de julio de 1984, decía:

«Yo, el que suscribe, Peter Martin Ngo Dinh Thuc, arzobispo titular de Bulla Regia, y arzobispo emérito de Hue, deseo retractar públicamente todos mis previos errores concernientes a haber ordenado ilegítimamente al episcopado, en 1981, a varios sacerdotes, a saber: Padres M. L. Guérard des Lauriers, O. P., Moisés Carmona y Adolfo Zamora, así como también haber rechazado el Concilio Vaticano II, el nuevo «Ordo Missae», y especialmente la dignidad de Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, como actual sucesor legítimo de San Pedro, publicada en Munich en 1982.»

«Deseo sinceramente pedirles a todos que me perdonen, rezando por mí, y reparando todo el escándalo causado por tan lamentables acciones y declaraciones mías.»

«También desearía exhortar a los sacerdotes arriba mencionados, que fueron ilegítimamente ordenados por mí al episcopado en 1981, y a todos aquellos a quienes ellos a su vez hayan ordenado obispos y sacerdotes, como también a sus seguidores, a que se retracten de su error, abandonando su realmente falsa posición, y se reconcilien con la Iglesia y con el Santo Padre, el Papa Juan Pablo II».

Esto fue publicado en la edición en inglés de L’OSSERVATORE ROMANO del 24 de diciembre de 1984, poco después de sus muerte. Murió el 12 de diciembre de 1984 en Carthage, Missouri. Estaba viviendo en ese momento, según parece, en un seminario vietnamita del Novus Ordo. Ciertos seguidores de Thuc sugirieron que había sido secuestrado de Rochester, N. Y. y que fue llevado a Carthage contra su voluntad. Para el Dr. Hiller, la retractación fue un estorbo. Y por eso él, como muchos otros de los defensores del arzobispo Thuc, simplemente conformó la realidad a sus deseos y negó que hubiera alguna vez ocurrido.

Conclusión de la IIª Parte

A la luz de los erráticos, trágicos, escandalosos y sacrílegos acontecimientos que marcaron la vida del arzobispo Thuc desde 1975 hasta su muerte, ninguna persona objetiva y honesta puede continuar sosteniendo que es una calumnia cuestionar su lucidez. El P. Sanborn escribió: «Dicho simplemente, por consiguiente, la acusación de los opositores de que el arzobispo Thuc no estaba «lúcido» es una calumnia. Seguir repitiéndolo es un pecado mortal». [Rev. Donald Sanborn, The Thuc Consecrations: A Postscript (Madison Heights, MI, Catholic Restorations, 1993), p. 8].

Es hora de sacarse las anteojeras y enfrentar los hechos. La evidencia de que el arzobispo Thuc no tenía «total uso de razón» es abrumadora. Y puesto que «quienes no tienen total uso de razón son incapaces de administrar un Sacramento”, como dice Mons. Pohle en The Sacraments, A Dogmatic treatise, las consagraciones thucistas son y deben ser vistas como ciertamente dudosas.

Que un arzobispo católico en sus cabales, hiciera las cosas que hizo el arzobispo Thuc no es posible. Cuando se considera su comportamiento errático y sacrílego desde 1975 hasta el fin de su vida, no es difícil ver que no es el comportamiento de un arzobispo católico y ex profesor de seminario con tres doctorados que esté en sus cabales, especialmente si uno cree que era un «tradicionalista». Es el comportamiento de un hombre que perdió «completamente la razón». Las consagraciones thucistas son, por consiguiente, ciertamente dudosas. Deben ser consideradas, en el orden práctico, como si fueran ciertamente inválidas. Porque, en lo que respecta a la validez de los sacramentos, es necesario seguir el curso más seguro. Abandonar el curso más seguro es cometer «un grave sacrilegio contra la religión». Ésta es la enseñanza de la teología moral católica. Es la enseñanza del Papa Inocencio XI, como veremos en la III Parte de El Estado Mental del Arzobispo Thuc.

                                                                       («The Bulletin», February, 1994)

 

EL ESTADO MENTAL DEL ARZOBISPO THUC

PARTE III: LOS QUE DUDARON

                                                                         («The Bulletin», April-May, 1994)

Introducción a la IIIª parte

En la primera parte de «El estado mental del arzobispo Thuc” nos referimos a la cuestión de la relación existente entre el estado mental del ministro de un sacramento y la validez de ese sacramento. Examinamos los antecedentes del arzobispo Thuc. Consideramos el fiasco del Palmar de Troya en España. Y mostramos, en contra de las afirmaciones de algunos, que los decretos del Vaticano sobre las consagraciones de Thuc no concedían la validez de esas consagraciones. En la segunda partetrazamos la secuencia de acontecimientos en la vida del arzobispo Thuc desde fines de 1975 hasta su muerte en 1984. Presentamos la abundante y constrictiva evidencia que indica que el arzobispo Thuc carecía realmente de un completo control de su razón. En la tercera partenos referiremos a las dudas acerca del estado mental del arzobispo Thuc emitidas por los actuales defensores de las consagraciones thucistas y a cuestiones conexas.

LOS QUE DUDARON

En su artículo de 1983 sobre los obispos thucistas, el P. Anthony Cekada dijo que el arzobispo Thuc era un hombre de “gran experiencia pastoral y de unos brillantes antecedentes académicos en teología, filosofía y derecho canónico” (Rev. Anthony Cekada, «Two Bishops in every garage», THE ROMAN CATHOLIC, January 1983, p. 8). Y sin embargo, a pesar de su «gran experiencia pastoral» y «brillantes antecedentes académicos», en 1975 comenzó a actuar en un modo que el P. Sanborn caracterizaría más tarde como «raro». Este raro comportamiento comenzó en 1975 y continuó hasta su muerte en 1984. Lo que hizo no era simplemente compatible con el comportamiento de un arzobispo católico y ex profesor de seminario con tres doctorados, que estuviese en sus cabales. Esto fue tan obvio que muchos cuestionaron su capacidad mental. Entre quienes emitieron tales cuestionamientos acerca del estado mental del arzobispo Thuc estaban el P. Anthony Cekada, el P. Donald Sanborn y el P. Noël Barbara.

El P. Cekada y el estado mental del arzobispo Thuc

En su artículo sobre los obispos thucistas, mencionado anteriormente, el P. Cekada citaba las muchas contradicciones del arzobispo Thuc: «…el asunto del Palmar, las promesas hechas al Vaticano y luego rotas, su enredo con los viejo-católicos, concelebrar la Nueva Misa mientras afirmaba que realmente no lo hacía, luego consagrar a alguien que creía que la Nueva Misa es inválida». (Ibid., pp. 7-8). El P. Cekada buscó «una explicación» para esta conducta. Sugirió que podía hallarse en una combinación de edad avanzada, gran tragedia personal, tensión psicológica y complejos mentales. Citó una publicación pro-Thuc para afirmar su tesis: «Un boletín informativo que apoya a Mons. Ngo [Dinh-Thuc] lo describe como un «tímido asiático fácilmente influenciable», y agrega:

«Una vez más, hay que darse cuenta del hecho de que Mons. Ngo, física y psicológicamente agotado… solamente quiere paz y tranquilidad… Debe señalarse que este prelado ha adquirido algunos complejos y que la edad no ayuda en estos casos».

                                                                           (Ibid. p. 8. Subrayados nuestros)

El P. Cekada también señaló que el arzobispo Lefebvre «…quien conocía a Mgr. Ngo, observó que él nunca se había recuperado de la muerte de sus hermanos». (Ibid., p. 8).

El P. Sanborn y el estado mental del arzobispo Thuc

El P. Sanborn fue aun más lejos. Dijo que la conducta del arzobispo Thuc era «rara». Y en su intento para entenderla concluyó que había tres posibles explicaciones. Dos de estas tres eran: insania y senilidad. La tercera era credulidad.

La insania es definida como el «estado del que está insano; defecto o desorden de la mente, especialmente sin el reconocimiento de su propia enfermedad. Insania es más bien un término social y legal que médico, e implica un desorden mental que causa una inhabilidad para manejar los propios asuntos y desempeñar los deberes sociales de uno. El término cubre una variedad de desórdenes, tales como: locura maníaco-depresiva, dementia praecox, paranoia, parálisis general, y locura alcohólica». (Webster’s New Collegiate Dictionary, Springfield, Mass., G&C Merriam Co, Publishers, 1958, p. 434). Senilidad es definida como “la cualidad del que está senil; edad anciana o su debilidad física y mental». (Ibid., p. 770).

Insania o senilidad podrían muy bien aplicarse para la conducta rara y anormal del arzobispo Thuc, mientras que credulidad, de suyo, no podría aplicarse porque aquí estamos hablando sobre un hombre, como expuso el P. Cekada, de «gran experiencia pastoral y antecedentes académicos brillantes en teología, filosofía y derecho canónico». Tales hombres no son tan crédulos al punto de pensar que no hay nada malo en consagrar a un conocido homosexual [Laborie], jefe de una secta no católica. Pero credulidad, en conexión con algún desorden mental, podría ciertamente explicar el comportamiento del arzobispo Thuc.

También se debería señalar que fue el P. Sanborn quien dijo a los sacerdotes de la sociedad de San Pío V que un sacerdote vietnamita, que se encontró y habló con el arzobispo Thuc, «dijo que Thuc entraba y salía de su estado de lucidez».

El obispo Barthe y el estado mental del arzobispo Thuc

El obispo Gilles Barthe era obispo del Novus Ordo de Fréjus-Toulon. El arzobispo Thuc se estableció en su diócesis un tiempo después del fiasco del Palmar en España. El obispo Gilles aparentemente recibió al arzobispo Thuc con cierta benevolencia. Y mientras estuvo en la diócesis era costumbre del arzobispo Thuc concelebrar la Nueva Misacon Barthe los Jueves Santos. Thuc también regularmente asistía a la Nueva Misa. Porque, contrariamente al mito que ha sido creado por los defensores de las consagraciones de Thuc, el arzobispo Thuc era realmente un obispo muy liberal del Novus Ordo. Sus intervenciones en el Vaticano II muestran que era un liberal y sus memorias muestran que era un modernista.

En el concilio declaró que estaba muy consolado por la presencia de los protestantes. Pero al mismo tiempo dijo que era un «escándalo ante todo el mundo» que «los jefes de las religiones no cristianas» no hubieran sido invitados. Mientras él hablaba, el arzobispo de Diamantina le indicó que aquéllos habían sido, de hecho, invitados. Entonces Thuc se disculpó diciendo: «He tratado de abrir una puerta que ya estaba abierta». En otra ocasión, el arzobispo Thuc desafió a los padres del Concilio a que presentaran un texto explícito de las Sagradas Escrituras que excluyera a las mujeres «de las funciones sagradas».

No es, por lo tanto, sorprendente que el arzobispo Thuc concelebrara la Nueva Misa con el obispo Barthe tres semanas antes de la consagración del P. Guérard des Lauriers. Esto sucedió el Jueves Santo 15 de abril de 1981. Consagró al P. des Lauriers en mayo. Cinco meses después Thuc consagró a los padres Carmona y Zamora. Luego, el 24 de enero de 1982, el obispo Barthe publicó una declaración cuestionando la validez de las consagraciones de Guérard des Lauriers, Carmona y Zamora. Mencionaba el estado mental de Thuc como una de sus razones para cuestionar la validez de las consagraciones. Su declaración fue publicada en «La Documentation Catholique«, nº 1824, del 21 de febrero de 1982.

El Vaticano y el estado mental del arzobispo Thuc

Poco después de que el obispo Barthe publicara su declaración, el Arzobispo Thuc publicó una propia. En ésta afirmaba que estaba lúcido cuando hizo las consagraciones del Palmar de Troya en España. No se refirió a las consagraciones de 1981 de las que hablara el obispo Barthe. Él estaba respondiendo, en cambio a una anterior «declaración de Pablo VI», que también, parece, ponía en cuestión la lucidez del arzobispo Thuc. Éste declaró:

«Testifico haber hecho las ordenaciones del Palmar en completa lucidez».

«No tengo más relaciones con el Palmar desde que su jefe se autoproclamó Papa».

                  «Desapruebo todo lo que están haciendo».

«La declaración de Pablo VI fue hecha sin mí; oí sobre ella sólo posteriormente».

                  «Dado el 19/12/1981, en Toulon en completa posesión de todas mis facultades».

«EINSICHT»,Munich, Alemania , Marzo 1982, p. 13.

Esta protesta de lucidez, en respuesta a la «declaración de Pablo VI», es una clara indicación de que lo que estaba siendo cuestionado por Pablo VI era la capacidad mental del arzobispo Thuc.

El P. Noël Barbara y el estado mental del arzobispo Thuc

El P. Noël Barbara, de la publicación «Fortes in Fide”«, es hoy un defensor de las consagraciones de Thuc. Pero no siempre fue así. Alguna vez fue un firme oponente. Su cambio parece deberse a su actual actitud de creer, como él dijo, necesario romper el monopolio de los obispos lefebvristas y a un serio error teológico.

El error teológico es que él no entiende que uno puede convertirse en hereje tan fácilmente con hechos como con palabras. Así escribió: «…si uno acepta el peor escenario posible con respecto a él [Thuc], a saber, que administró el sacramento del orden y la consagración episcopal a incuestionables herejes y cismáticos con total conocimiento del hecho, una falta tan grave no lo convertiría todavía en un hereje formal o cismático…» (P. Noël Barbara,  Fortes in Fide, nº 12, 1er trimestre 1993, 758 Lemay Ferry Rd. St. Louis, Mo. 63125. p. 43).

     Lo cierto es que «el peor escenario posible» nos obligaría a considerar al arzobispo Thuc como a un hereje en el foro externo. Consagrar a «incuestionables herejes… con total conocimiento» es un acto herético. Es cierto que las palabras son la forma común de cometer el crimen de herejía. Pero el crimen puede ser cometido igualmente sólo por un acto herético. Así lo explica el P. MacKenzie:

         “…el delito [es decir, el crimen] de herejía se comete en la mayoría de los casos por palabras, escritas o habladas. Ésta es la vía ordinaria de exteriorizar el pensamiento… Las palabras son el medio ordinario de comunicación, pero no el único… La sola realización de cualquier acto que signifique herejía… da suficiente fundamento para una presunción jurídica de depravación herética”.

              P. Eric MacKenzie. “The Delict of Heresy”, CANON LAW STUDIES, nº 77, Washington, D.C., The Catholic University of America, 1932, pp. 34,35).

       Si el arzobispo Thuc “…administró el sacramento del Orden y la consagración episcopal a indiscutibles herejes y cismáticos con total conocimiento del hecho”… habría ciertamente “una presunción jurídica de depravación herética”. Podemos estar seguros de que si Juan Pablo II hiciera algo semejante, los defensores del arzobispo Thuc no perderían tiempo en declarar que esto era prueba suficiente y constrictiva de que es un hereje.

       La ley es sencilla a este respecto. Dice que cuando ocurre una violación externa de la ley, se presume malicia en el foro externo. Según el canon 2200, “…cuando ocurre una violación externa de la ley, se presume la existencia de malicia en el foro externo hasta que se pruebe lo contrario, porque ordinariamente el hombre actúa consciente y libremente” (John A. Abbo, J.C.D. & Jerome D. Hannan, J.C.D., THE SACRED CANONS, St. Louis, B. Herder Book Co., 1952, vol. II, p. 788).

Pero incluso además de esto, es un hecho que el P. Barbara cuestionó el estado mental de Thuc al igual que lo hiciera el P. Sanborn.

Las tres respuestas posibles del P. Barbara

El P. Barbara entrevistó al arzobispo Thuc en marzo de 1981 y nuevamente en enero de 1982. A continuación de estas entrevistas sugirió tres respuestas posibles a la cuestión de si el arzobispo Thuc estaba o no “en posesión de sus facultades”. Escribió entonces:

   “La recaída en la profanación del sacramento del Orden (la última consagración realizada en una secta fue el 24 de setiembre de 1982) y la falta de firmeza en su promesa de no recaer nuevamente, permiten hacerse una pregunta capital. Este anciano de más de 85 años de edad, ¿estaba en posesión de sus facultades? ¿Se daba cuenta de lo que hacía al imponer sus manos tan fácilmente sobre cualquiera? ¿Era verdaderamente responsable de sus actos? Hay sólo tres respuestas posibles a esta penosa cuestión.

             -No. Thuc no estaba en posesión de todas sus facultades; no era responsable y no incurrió en las penas previstas por la ley. Pero entonces las consagraciones conferidas no son válidas, puesto que el consagrante no estaba en posesión de sus facultades mentales para la realización de un acto responsable.

            -Sí. El consagrante estaba en completa posesión de sus facultades. Las consagraciones son válidas, pero el consagrante y el consagrado han incurrido en todas las penas previstas por la ley y Thuc es verdaderamente un obispo escandaloso.

            -No lo sabemos con certeza. Quizás estaba en posesión de sus facultades y quizás no. Esto dejaría flotando una duda sobre las censuras incurridas, pero también sobre la validez de todas estas ordenaciones.

                                  P. Noël Barbara

                              (“WHAT ARE WE TO THINK OF THE BISHOPS CONSECRATED BY NGO DINH                       THUC, CARMONA, VEZELIS, MUSEY, ETC?”)

El cardenal Lara y el estado mental del arzobispo Thuc

Los apologistas de los obispos thucistas citan al Vaticano para sostener su defensa de la validez de las consagraciones thucistas y de la estabilidad mental de Thuc. En la primera parte de este estudio ya demostramos que el Vaticano no concedía validez a las consagraciones de Thuc. Parece que el Vaticano también cuestionó su estado mental. Por ejemplo, el cardenal José Castillo Lara, quien fue presidente del Consejo pontificio para la interpretación de textos legislativos desde 1985 hasta 1990 y que ocupó otros altos puestos en el Vaticano, recientemente cuestionó la capacidad mental del arzobispo Thuc. Declaró muy categóricamente que éste estaba mentalmente desequilibrado y que a causa de esto sus actos no tenían el mismo carácter que los actos de Monseñor Lefebvre. En una carta dirigida a John Beaumont, fechada el 26 de mayo de 1993, sobre las consagraciones de Monseñor Lefebvre, escribió el cardenal Lara:

    “Ngo Dinh Thuc representa una situación lastimosa, porque hay cierto desequilibrio

     mental”.

                   Fidelity, March 1994, p. 37.

John Weiskittel y el estado mental del arzobispo Thuc

John Weiskittel escribía regularmente para Catholic RestorationSacerdotium Aparentemente ya no le piden hacerlo a causa de su oposición a las consagraciones de Thuc y de su posición de que son, en el mejor de los casos, dudosamente válidas. Ha escrito también para The Athanasian del P. Fenton, y desde la enfermedad de éste, ha asumido la responsabilidad de su publicación.

En el número del 1º de diciembre de 1993 de The Athanasian, John Weiskittel escribió un artículo titulado “Notas sobre la ‘consagración episcopal’ del P. Dolan”, donde señala el hecho de que los defensores de las consagraciones de Thuc han “intentado cerrar la discusión abierta” sobre el estado mental del arzobispo Thuc (John Kenneth Weiskittel, “Notes Concerning The ‘Episcopal Consecration’ of Father Dolan”,THE ATHANASIAN, vol. XIV, nº 8, 1º-12-1993, p. 3). Han hecho esto tratando de convertir en pecado mortal el solo hecho de mencionar el tema. Un prominente apologista de las consagraciones thucistas, también principal defensor de la secta del Monte san Miguel, lo presentó de este modo:

     “…La doctrina católica prohíbe impugnar la intención sacramental del arzobispo Thuc. Y a la luz de las declaraciones del arzobispo y de aquellos que lo conocieron, los principios morales católicos ordenan dejar de repetir la calumnia infundada de que él era incapaz de conferir un sacramento válido”.

                         P. Anthony Cekada

                    (“The Validity of  The Thuc Consecrations”, Catholic Restoration, Madison                    Heights, MI, 1993, p. 24).

    Y otro defensor de Thuc declaró:

     “En una palabra, la acusación de los opositores de que el arzobispo Thuc no estaba     ‘lúcido’ es una calumnia. Es un pecado mortal seguir repitiendo eso”.

                          P. Donald Sanborn

                    (“The Thuc Consecrations: A Postscript”, Catholic Restoration, Madison

                       Heights, MI, 1993, p. 8).

La definición de calumnia es la de “imputación falsa de alguna falta no cometida realmente” (Dominic M. Prummer, O.P., Handbook of Moral Theology, New York, P. J. Kennedy & Sons, 1957, p. 137). Sugerir que el arzobispo Thuc no estaba en sus cabales cuando consagraba acatólicos no es una calumnia. Es un acto de caridad, porque en lugar de inculparlo se sugiere que no era responsable por lo que hacía.

La cuestión es la siguiente: ¿por qué los defensores de Thuc desean ahogar el debate sobre su estado mental? ¿Por qué temen considerar los hechos? La razón es clara. Es porque el estado mental del arzobispo Thuc tiene relación directa con la validez de las consagraciones episcopales que realizó. Y la evidencia de que había, como expresó el cardenal Lara, “cierto desequilibrio mental” en él es tan abrumadora como para ser virtualmente concluyente. Estos dos hechos hacen dudosamente válidas las consagraciones thucistas. Y según la enseñanza de la teología moral católica, deben ser consideradas, en el orden práctico, como inválidas. Porque administrar sacramentos dudosos es un pecado mortal de sacrilegio.

Ellos quieren ahogar el debate porque la evidencia de que Thuc tenía “cierto desequilibrio mental” simplemente no puede ser refutada. Es así de simple. Por ello John Weiskittel hace esta pregunta: “¿Cómo es entonces eso …que ellos pueden acusar a sus oponentes en esta cuestión de “calumnia” y de “pecado mortal?” (Weiskittel, op. cit., p. 7) y continúa:

  “Por el contrario, ellos deberían estar preguntándose a sí mismos si pueden seguir sosteniendo la validez de sacramentos emanados de un obispo mentalmente deficiente… ¿Cómo, entonces, se puede ni siquiera comenzar a considerar válida la consagración del P. Dolan si son discutibles las realizadas por su ‘bisabuelo episcopal’?”(Weiskittel, op. cit., p. 7).

Weiskittel también nos informa que el P. Francis Fenton ahora considera dudosas a las consagraciones thucistas: “El término específico usado por el P. Fenton para describir la ‘consagración’ del P. Dolan es ‘cuestionable’”. (Ibid., p. 4).

Consecuencias morales

¿Qué están obligados a hacer los católicos en el orden práctico? La respuesta se puede resumir en cinco palabras: seguir el camino más seguro. Ésta no es una sugerencia. Es un imperativo moral. Cuando se trata de la validez de los sacramentos, la Iglesia enseña que debemos seguir el camino más seguro. El P. Davis, moralista, lo expone en estos términos:

“Al conferir los sacramentos (y también en la consagración en la misa) nunca está permitido adoptar un curso probable de acción en lo referente a la validez, abandonando el curso más seguro. Lo contrario fue condenado explícitamente por el papa Inocencio XI” [cfr. D. 1151; 1154. N. del T.].

      Henry DAVIS, SJ, Moral and Pastoral Theology, Vol. III, “THE SACRAMENTS”, London, Sheed and Ward, 1938, p. 27.

Esta obligación rige bajo pena de pecado mortal. En el caso de los sacramentos necesarios, obliga bajo pena de triple pecado mortal: un pecado mortal de sacrilegio, un pecado mortal contra la caridad y un pecado mortal contra la justicia. El P. Davis así lo expresa:

“Hacer eso [es decir, abandonar el curso más segurorespecto a los sacramentos] sería un grave pecado contra la religión, a saber, un acto de irreverencia hacia lo que Cristo Nuestro Señor ha instituido; sería un grave pecado contra la caridad, ya que quien lo recibe probablemente se vería privado de las gracias y del efecto del sacramento; sería un grave pecado contra la justicia, ya que quien lo recibe tiene derecho a sacramentos válidos, cuando el ministro, ya sea ex officioo no, se dispone a conferir un sacramento. En los sacramentos necesarios, no hay duda sobre el triple pecado; en los sacramentos que no son necesarios, siempre existirá el grave sacrilegio contra la religión”. (Ibid., vol. III, “THE SACRAMENTS”, p. 27).

Una opinión probable no basta

Esto significa que se requiere una certeza moral estricta. Por consiguiente, en el caso de la validez de los sacramentos, lo que importa no es la probabilidad, sino la certeza: certeza moral estricta. Por ello, “al conferir los sacramentos… nunca está permitido adoptar un curso probable de acción, en lo referente a la validez, abandonando el curso más seguro”. Debemos, por consiguiente, seguir el curso más seguro en la cuestión de las consagraciones thucistas y tratarlas en el orden práctico como si fueran ciertamente inválidas ya que son ciertamente dudosas.

Conclusión

Santo Tomás dice que debemos “ser lentos en tomar consejo”. Y agrega las palabras de san Agustín de que “la prudencia está en guardia y en vigilancia diligente, no sea que insinuándose poco a poco una mala persuasión, seamos inducidos en error” (Summa Theologica, II-II,47,9,c).

Santo Tomás define “la prudencia como el conocimiento correcto respecto de las cosas por hacer” (Prummer, op .cit., p. 105). Es el conocimiento de las cosas que deberíamos desear y de las cosas que deberíamos evitar. Por ello, “los actos de la virtud de la prudencia son tres en número: aconsejarse cuidadosamente, juzgar correctamente y ejecutar” (Ibid., p. 105). La virtud de la prudencia nos mueve a buscar consejo cuidadosamente sobre lo que es correcto y bueno. Luego ella juzga correctamente. Y finalmente nos dirige a nuestro fin. En el caso presente deseamos saber qué es lo correcto y bueno y qué es lo que Dios y Su Santa Iglesia nos piden. La prudencia, ¿nos dirige a aceptar los obispos thucistas o a evitarlos? Entiendo que la respuesta es evidente después de lo que ha sido dicho. Y es evidente desde el punto de vista de una consideración de los pecados contra la virtud de la prudencia, que son:

“precipitación, que actúa antes de haber hecho la debida consideración”;

“falta de reflexión, que descuida tomar en debida cuenta las circunstancias”;

“inconstancia, que cambia las resoluciones en forma demasiado rápida”;

“negligencia, que no tiene suficientemente en cuenta la operación del intelecto”;

“astucia, engaño, fraude, que planean y usan medios malvados para conseguir su propósito”;

“solicitud por las cosas de este mundo y por el futuro, que impiden que el hombre alcance el verdadero fin de su vida”.

                                               (Ibid., p. 106)

Cuando consideramos el esfuerzo que se hace por imponer las consagraciones thucistas a los católicos tradicionalistas y estudiamos los argumentos empleados para promover esta causa, es evidente que no es la prudencia la que dirige ese esfuerzo, sino una desesperada imprudencia. Vemos “precipitación”, “falta de reflexión”, “inconstancia”, “negligencia”, “astucia”, “engaño” y “fraude”. Vemos “solicitud por las cosas de este mundo y por el futuro, que impiden que el hombre alcance el verdadero fin de su vida”. Vemos una gran falta de prudencia en las afirmaciones desesperadas del más importante apologista de las consagraciones thucistas:

“Yo diría que nada, excepto un acto intrínsecamente malo, sería capaz de constituir una razón suficiente para evitar la recepción de una consagración episcopal tradicional en estos tiempos”. (Subrayado en el original).

         (P. Donald Sanborn en una respuesta escrita a una persona interesada).

“Esta necesidad es tan grande que cualquier mal circunstancial puede y debe ser tolerado en orden a alcanzar el fin”. (Subrayado nuestro) (Ibid.).

“…El punto principal es que sea lo que sea lo que haya que tolerar en cualquier asociación, próxima o remota, con Thuc, es justificable por la razón correspondiente de tener que sobrevivir”. (Subrayado nuestro) (Ibid.).

Que la gente “sea lenta en tomar consejo” de quienes dicen estas cosas. Que ejerciten la virtud de la prudencia por sí mismos. Porque quienes dicen estas cosas no son guías confiables en materias tan serias y controvertidas. Estemos “en guardia y en vigilancia diligente, no sea que insinuándose poco a poco una mala persuasión, seamos inducidos en error”.

Si podemos decirlo de esta forma: el alma del movimiento tradicionalista en los EE.UU. está en peligro. El honor de la religión católica está en peligro. La integridad de los sacramentos está en peligro. La salvación de las almas de los fieles está en el peligro. La salvación de las almas de los sacerdotes está en peligro.

Las consagraciones thucistas son semejantes al fruto prohibido. Para la mente imprudente parecen “buenos para comer y hermosos para contemplar y de aspecto deleitable” (Génesis 3, 6). Pero éste es un fruto mortal. Es el fruto maligno del sacrilegio y de sacramentos dudosos. Comerlo no nos obtendrá el favor de Dios sino Su ira.

Conseguir la asistencia divina

Vivimos en tiempos difíciles. Vivimos en tiempos de apostasía. Muy bien puede ser que ésta sea la Gran Apostasía de la que habló el apóstol san Pablo en su segunda epístola a los tesalonicenses. El apóstol dice que “Dios enviará… la operación del error” “a aquellos que no recibieron el amor de la verdad” (2 Tes. 2, 10). Les enviará esta “operación del error” para que “crean en la mentira”. Y así Dios pondrá de manifiesto a aquellos “que no han creído en la verdad, sino han consentido en la iniquidad” (2 Tes. 2, 10-11).

Si éstos son los últimos tiempos, y estoy personalmente convencido de que lo son; si éstos son los días de los que habló san Pablo, entonces está claro que sobre todo debemos tener el “amor de la verdad”. Debemos estar preparados para vivir por la verdad y para morir por ella. Debemos desterrar la conveniencia y amar la verdad. No debemos sacrificar la verdad en el altar de la conveniencia.

Si amamos la verdad y nos aferramos firmemente a las tradiciones Dios no nos abandonará. Si actuamos prudentemente Él no será indiferente a nuestros gritos en busca de Su ayuda. Él vendrá a asistirnos. Nos dará todo lo que necesitamos para vivir y morir como buenos católicos. Él proveerá para el presente y proveerá para el futuro. No necesitamos una solución rápida e imprudente para un problema para el cual sólo Dios puede dar una solución. Sólo tenemos que “estar firmes y guardar las tradiciones” (2 Tes. 2, 15). Dios hará el resto. Podemos estar seguros de eso.

Determinémonos entonces a seguir el curso más seguro cuando se trata de los sacramentos. Ése es el principio que nos ha protegido de las reformas del Vaticano II. Ése es el principio que nos movió a rechazar a los obispos, sacerdotes y sacramentos dudosos de la “Iglesia nueva”. Es el mismo principio que nos impulsa a rechazar a los obispos, sacerdotes y sacramentos dudosos thucistas.

Nuestro Señor le dijo a santa Margarita María que Su Corazón es un tesoro infinito de amor y de gracias. Y la llave que lo abre es nuestra confianza. Recurramos al Sagrado Corazón en nuestra necesidad, siempre confiando en la intercesión de Su bendita Madre y Madre nuestra.

                                                                             (“The Bulletin”, April- May 1994)

                                                                         Buenos Aires, 12 de agosto de 2002

(Trad.: Claudia Caputo)                                                                     Santa Clara, virgen

Los horrores del «altar» de Gary Alarcón

Todo lo que expondremos a continuación no es sino una simple comparación, casi a vuelo de pájaro entre lo que señalan todos los rubricistas y el “Ceremonial de los Obispos” con el changarro que regenteó Gary Alarcón Zegada y que ahora usufructúa (o pretende usufructuar) el colla de Miguel Mendoza Alarcón. Todo lo que expondremos, se supone, es algo obligatorio de conocer de parte de un obispo o un sacerdote. No es menester un postgrado en la gregoriana, por lo tanto, hubiera sido esperable que el impresentable obispón Gary Alarcón Zegada lo conociera.

En sentido litúrgico se entiende por altar la mesa con el ara, y en el altar propiamente dicho no debe haber nada que no esté relacionado directamente con el culto. Ahora, «esto» es el «altar» donde Gary Alarcón Zegada atentó el rito de la Misa y dónde re-ordenó a Julio Aonzo.

Lo primero que vemos como error en el changarro que regentean los Alarcón es el intento de sagrario que tienen allí. Decimos intento de sagrario porque eso es una vil caja de cartón. De acuerdo a las rubricas, fuera de los oratorios públicos bendecidos y consagrados no se permiten ni en los oratorios privados, ni aún aquellos de religiosos la eucarística. Para que se permita tener la reserva en un altar de manera ordinaria y constante, el susodicho altar debe estar consagrado y la Iglesia y capilla debe estar bendecida. Además, el altar debe ser fijo y permanente, el sagrario debe ser fijo y permanente y estar adosado a la pared. A esto debemos agregar que en un oratorio episcopal (supuestamente eso era el changarro de Gary Alarcón) no existe la reserva eucarística, en efecto, la misma interfiere con las funciones pontificias.

En efecto, dice el Ceremonial que en el altar mayor donde se tienen las funciones pontificales no puede estar el sagrario, y si hay reserva, la misma debe estar en otro altar y capilla. Por eso en todas las catedrales había un altar del Santísimo y en Hispanoamérica era costumbre que eso tomara lugar en una iglesia, un templo separado, de allí las “Iglesias del Sagrario”.

Para no agobiar al lector, trataremos de hacer un punteo con los demás horrores que se pueden apreciar en eso que llamaban “capillita” y “oratorio”.

No debe estar la foto de Alarcón porque no es un santo canonizado ni un beato. Por eso se habla de “elevar a la gloria de los altares” cuando se canoniza a una persona. Tampoco la foto de Pío XII tiene por qué estar ahí por las mismas razones.

Es un contrasentido tener tanta profusión de imágenes de Cristo y la Virgen cuando ordinariamente debería haber una.

El crucifijo es de tamaño insuficiente, porque su tamaño debe ser tal que el celebrante mantenga en él la atención y por su puesto, que lo vean los fieles.

También está mal la posición en la que tienen el atril del Misal, que habitualmente no debe estar ahí, sino que se pone únicamente cuando debe haber Misa, y además debe estar en esa posición, sino del lado de la epístola, vuelto hacia los fieles.

Además hay una especie de aplique no se sabe si es una palmatoria, que no puede estar ahí, y ya que su lugar es en la credencia, salvo en el momento del Sanctus hasta el momento de la comunión. Otro tanto es el caso de la campanilla, que o está en las gradas o en la credencia.

El florero no tiene nada que hacer ahí, debe estar en el retablo o en las gradas del altar.

La custodia no puede estar en el Altar, su lugar es la credencia.

Está de mas y es un horror litúrgico colocar la Biblia en el Altar. La única vez que se permitió la Biblia en el altar fue en el Concilio de Trento, cuando la misma estuvo junto a la Suma Teológica, pero fue una excepción.

Luego tiene unas velas totalmente anticanónicas, y además no están puestas de la forma que indican las rúbricas.

Frente al cáliz y el cubre cáliz hay una pequeña cruz, que parece la que se colgaba Gary Alarcón, pero la misma no tiene nada que hacer allí.

Además, en el mantel que funge de antependium tienen el sello o afiche de su nueva denominación.

Además está la cuestión de que se resalta al ara. Se entiende que en casos extraordinarios, como puede ser la guerra, un campo de concentración o durante la Cristiada pueda ocurrir que sobresalga el ara y se termine destacando, pero eso era un accidente, no algo que se buscaba de manera intencional o peor aún, que se dejaba así por total descuido o ignorancia.

Finalmente, para un altar móvil la simple ara: se manda a hacer una tabla de madera con un hueco donde irá el ara. Por eso impresiona que estas personas, luego de más de tres décadas no hayan podido hacer algo semejante, al que hasta un carpintero humilde, un fiel o el mismo Alarcón podría haberlo realizado.

El altar del antipapa Jacobo I, a pesar de lo minimalista y sencillo que es, está más cerca de lo que exigen las rúbricas antes que el changarro de Alarcón. De hecho mostraremos a continuación ejemplos de simples, humildes y sencillos altares

En definitiva, el problema no es la “humildad” o la “pobreza”, sino la dejadez, la falta de cuidado, de atención y de importancia de la liturgia. El estado lamentable en el cual mantuvieron el “altar” del que tanto se enorgullecía el obispón Gary Alarcón Zegada demuestra, o una perversión cuasi-luciferiana y un odio a la liturgia, o bien una ignorancia alimentada por su contumaz soberbia y estulticia.

Diccionario portátil de los Concilios, una obra fundamental

El diccionario portátil de los concilios es una obra obligatoria para la formación histórica-teológica y por supuesto dogmática de cualesquier cristiano que se precie de tal. Se trata de una obra preciosa, de una verdadera compilación histórica que incluye mucho más que datos: tiene un listado general de casi todos los concilios ecuménicos, provinciales, regionales y diocesanos desde el siglo I hasta 1770 inclusive. La información no sólo es histórica: en muchos casos encontramos resúmenes y notas sobre las decisiones canónicas y en otros directamente los cánones.

Este diccionario de todos los concilios de la Iglesia nos aporta mucho más que información. Aporta formación y debería ser material de consulta y estudio obligatorio para todo aquel que desee profundizar en la hermenéutica de la fe.

Lamentablemente hoy vivimos en una época en la que triunfó el analfabetismo bíblico, y además, un desconocimiento brutal respecto a las Santas Asambleas, las reuniones sinodales y conciliares que a lo largo de la historia se levantaron por la voluntad del Espíritu Santo con el fin de regular y legislar sobre la Doctrina, la Moral y la Disciplina. Vemos como muchos aún especulan sobre el secreto de Fátima (ya no les alcanza con los tres, buscan un cuarto o un quinto), corren tras la última aparición, o siguen a personajes llenos de soberbia y amargura que creen que creen gozar de una extraña «autoridad» y que buscan la imposición de manos de cualquier cholo senil y que nunca aprendieron para qué existe realmente el púlpito, porqué un sermón no es ni puede ser un debate teológico y sólo desearon fama y poder, pero son incapaces de contener sus pasiones más elementales. Otros hacen gala de una sabiduría teológica que no poseen y tuercen argumentos, roban y plagian información que luego adulteran para demostrar sus sofismas, sin contar con la plétora de incapaces y mediocres para quienes la colación de órdenes es un juego y cuya única preparación es la de disc-jockey. Cristo nos entregó la religión, la Iglesia in terra es un camino, un desarrollo histórico-genético hasta su encuentro in Patria.

Los concilios no son simples testimonios del pasado, meras adventencias o reuniones más o menos regulares… curiosamente muchos «tradicionalistas» los piensan así. Los Concilios son las guías y la voluntad expresa del Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que Cristo envió a la Tierra para custodiar y dirigir a la Iglesia de Dios. Me remito a la prueba:

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. (Jn 14: 15-18 Versión Nácar-Colunga)

Pero quisiera poner mi atención en el versículo 16 que dice:

Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para siempre (NC)

La Biblia Textual (a mi entender otra de las excelentes versiones en español de la Escritura) traduce igual. Lo más interesante para mi es el término que aquí se emplea para «otro» y es ἄλλος que significa «otro igual, de la misma clase«, y no como ἕτερος, que es «otro diferente«. ¿Quién es ese αλλον παρακλητον que siempre acompañará a los discípulos de Cristo? Usted conoce bien la respuesta, él es el que Vivifica y dirige a la Iglesia, pero ese es tema para otro post. Aunque, para despejar dudas, dejo aquí el pasaje en cuestión en griego:

αι εγω ερωτησω τον πατερα και αλλον παρακλητον δωσει υμιν ινα μενη μεθ υμων εις τον αιωνα

Este libro en formato PDF, insisto, es una obra fundamental. También quiero comentarles que gracias a un gran esfuerzo he podido mandar a imprimir y encuadernar varios volúmenes de esta obra, que distribuiremos al precio del costo más el precio del envío. También, para abaratar los costos, podremos concretar reuniones en Buenos Aires, Boulder o Princeton para entregarlos en mano.

Mientras tanto, les dejo esta edición digital del Diccionario de los Concilios, cuya lectura y estudio recomendamos.

Los tres conclavismos: las variaciones en una aventura pseudo-teológica

El conclavismo es una de las vertientes más estrambóticas en el catolicismo tradicionalista. Así como para muchos teólogos el universalismo es de esos problemas interesantes para pasar horas entreteniéndose, su equivalente para los tradicionalistas es el conclavismo: el intento humano de solucionar una situación apocalíptica. Para quienes aún no sepan de que se trata, el conclavismo es la opinión según la cual ante la sede-vacante un grupo de personas tienen la capacidad, el derecho y hasta la obligación (esto varía según la época) de reunirse y elegir un nuevo pontífice.

En mis recientes conversaciones con el administrador de Cuba Católica comprobé dos problemas que tienen los conclavistas: el primero de ellos es una noción errónea de la jurisdicción, tema que tratamos en varios artículos previos; el segundo es la ignorancia de la misma historia del movimiento. En el presente artículo trataré sobre los “tres conclavismos”, las mutaciones que el movimiento sufrió a lo largo del tiempo y como del fracaso de una etapa se pasó a reconfigurar las posiciones teológicas.[1]

En efecto, los conclavistas desconocen la historia misma del movimiento. Para ellos el conclavismo que hoy impulsa Pablo de Rojas y José Vicente Gonzalez (Sofronio), Julio Aonzo, Gary Alarcón y Juan José Squetino es el único, el original… pero desconocen que en realidad, la tesis conclavista sufrió variaciones con el tiempo.

Es necesario advertir que en este artículo no trataré los textos que emplean los conclavistas para justificar su propuesta, ya que eso será tema de otro artículo. Tampoco la cuestión de las dudosas órdenes y linajes episcopales que todos ellos presentan, tema sobre el que se escribió (y bastante) en Sursum Corda, sino de las corrientes históricas.

Este trabajo tiene un aparato bibliográfico que será de mucha utilidad, aún a los mismos conclavistas para acomodar sus ideas y quizás, evitar los problemas y fiascos del pasado, no tan lejano.

El conclavismo original

El primer conclavismo surgió durante el Vaticano II y fue impulsado por el Pro. Joaquín Sáenz y Arriaga, Abbé Georges de Nantes, Carlos Cuesta Gallardo, Eberhard Heller, Kurt Hiller eran quienes insistían con esta posibilidad. El proceso sería el siguiente; se debía formalizar una acusación contra Montini/Paulo VI por herejía (lo que correspondió al abbé de Nantes con su famoso Liber accusationis) y luego un obispo con jurisdicción ordinaria, en calidad de hermano en el episcopado con el Pontífice, realizaría una declaración pública de deposición, anunciaría la sede-vacante declarando depuesto a Montini, y luego convocaría a un “concilio imperfecto”[2] en el cual se derogara el Vaticano II y todas sus reformas y se procediera a una nueva elección pontificia. En la mente de los tradicionalistas de los años 70-80 correspondía esa tarea a Monseñor Marcel Lefebvre. En efecto, ya en una época temprana como 1969 la “Congregación para la Doctrina de la Fe” publicó una notificación contra el Abbé Georges de Nantes, quien había publicado su correspondencia privada con el Cardenal Ottaviani después de que en 1966 el obispo Obispo de Troyes lo suspendiera a divinis. ¿Sobre qué escribía el Abbé de Nantes en aquellos años? Convocatoria al “Concilio Vaticano III” y la elección de un nuevo pontífice. Sus esperanzas se depositaban el mencionado Arzobispo Marcel Lefebvre, el Arzobispo Geraldo de Proença Sigaud, Arrigo Pintonello y los obispos José Maurício da Rocha, Luigi Maria Carli, Antônio de Castro Mayer, y los cardenales Giuseppe Siri, Alfredo Ottaviani, Antonio Bacci.[3] Para el Abbé de Nantes, lo mismo que para Pro. Joaquín Sáenz y Arriaga la ventaja estaba en la presencia de clero romano, en efecto, el Papa es Papa porque es el obispo de Roma, no es el obispo de Roma porque sea el Papa. Una verdad que, aunque sea evidente, hay que explicarla, porque para algunos no es tan evidente.

Esto fracasó cuando Monseñor Marcel Lefebvre rechazó esto cuando fue entrevistado por varios conclavistas en Kansas, Estados Unidos. Entonces surgió el “segundo conclavismo”.

El primer conclavismo, ya explicamos fue impulsado desde varias publicaciones, como se puede apreciar en la revista Einsicht. No obstante ya en 1976 existió una clara alusión a la necesidad de un colegio cardenalicio para asistir a Paulo VI que se instalaría en el Palmar de Troya, él o uno de sus sucesores.[4] Existía entonces ya la noción de que era menester que la elección fuera realizada por un colegio episcopal… lo cual es la tesis que propuso hace un par de años el grupo que eligió a Victor von Pentz/Lino II y posteriormente fue tomada por Juan José Squetino y hoy es compartida por personajes como Alarcón, Aonzo, Pablo de Rojas y Sofronio.

La segunda generación

El segundo conclavismo surgió del fracaso del primero. Fue impulsado por seglares como David Bawden, Teresa Stanfill Benns, Araí Daniele, Homero Johas, quienes ahora, basándose en los mismos teólogos proponían que la elección debía realizarse por ser un deber gravisimo y necesario para la supervivencia de la Iglesia. Ante esto, el Dr. Carlos Disandro contestó a la señora Teresa Stanfill Benns que no olvidara que nadie puede salvar a la Iglesia, es la Iglesia el medio ordinario de salvación que Dios emplea. Pero continuemos. Siguiendo las elucubraciones de esta segunda generación de conclavistas, la reunión podía ser realizada por una porción de la Iglesia, sean o no clérigos, sólo bastaba que fueran fieles católicos. No importaba que asistieran o no obispos, ni sacerdotes, ni nada por el estilo, y quien fuera electo, recibía el Papado de manera inmediata… el consentimiento de la Iglesia llegaría después. Esta tesis es la que propuso el Dr. Homero Johas en sus escritos y que se puede leer incluso en su clásico (y corregido varias veces) Coetus Fidelium. Cito una de las versiones oficiales, que es la que reproduce David Martinez en Cuba Católica :

Y la Iglesia de Cristo es, principalmente, por esencia, un “coetus fidelium”, un grupo de fieles, con idéntica fe divina y católica. Y San Nicolás I enseña que, “la fe es universal, común a todos, clérigos y laicos…”(D.S.639). Donde, en la unidad de fe no se distinguen los clérigos de los laicos.

Y ese “colegio de fieles” en cuanto tal “nullam onmino potestatem aut jurisdictionem habeat”. Donde sería “nullo y vacío” que él ejerciera un poder jurisdiccional que no tiene (Vacante Sede Apostólica, Cap.I, cn.I). Y eso se dice allí sobre el Colegio de electores, obispos, cardenales. Así, con mayor razón, sobre el colegio de los fieles, donde entran todos los fieles laicos.

Así, en el colegio electoral de los fieles, los obispos no preceden a los fieles ni por el poder de jurisdicción, ni por la igualdad de la fe universal.

Esta posición fue reforzada por la circulación de la tesis de doctorado de. Rev. Timothy Champoux The Juridical Position of the Laity in The Church.[5] Quien también apoyó esta posibilidad de un “conclave de laicos” fue C. Lereux en su libro Son of Perdition,[6] y por supuesto el trabajo cúlmine (por más que hoy los conclavistas quieran ignorarlo) fue el grueso volumen de casi 500 páginas Will the Catholic Church Survive the Twentieth Century?.[7]

En virtud de estos trabajos, de una importante colaboración epistolar, de varias invitaciones que se realizaron y que, en efecto fueron recibidas y con varios sacerdotes tradicionalistas que declinaron asistir, tuvo lugar el primer “cónclave” o “Concilio imperfecto” del cual salió electo el señor David Bawden, quien en lugar de buscar cualquier hereje y cismático que lo ordenara inmediatamente, esperó que un hereje y cismático que convirtiera a su “iglesia” para luego hacerse ordenar. Nadie podrá decir, cuando menos, que en ese sentido el David Bawden/Miguel I no fue honesto. Naturalmente su elección atrajo la atención de algunos periódicos locales y hace pocos años hasta se realizó un interesante documental. En síntesis: la segunda generación de conclavistas sostenía que el concilio imperfecto podía ser convocado por católicos fieles (previa abjuración de errores, juramento anti-modernista, etc), replicando lo más posible las constituciones apostólicas para la elección de un Romano Pontífice, y que quienes asistían, fueran laicos o clérigos, tenían el derecho a elegir.

No fue la de Bawden la única elección, en el año 1994 en la ciudad de Asís se eligió a Victor von Pentz quien adoptó el nombre de Lino II. La decisión de esa elección se realizó tras una reunión previa en Spokane (¿le es desconocido el nombre de la ciudad a algún sedevacantista?). La identidad de los electores y de los que se presentaron en Asís varía según la fecha. En febrero del año 2003, la señora Heidi Hagen me informó que hubo doce electores, teniendo yo la identidad de tales personas pregunté a quien fungía de secretaria de Lino II si las mujeres de la lista (Ruth Johas y Elisabeth Gerstner), así como los seglares varones (Roberto Gorostiaga, Homero Johas, Rudolf Gestner, Osvaldo Ancona) habían participado de manera activa, no sólo financiando. La respuesta fue “¡Por supuesto!”. No obstante, varios años después, me llegó una versión diferente de un escrito del Dr. Johas según la cuál sólo participaron los clérigos.

Otro ejemplo de laicos participando en un “cónclave” fue el que se realizó en Kalispell, Montana (USA) donde siguió la de Lucian Pulvemarcher, con la participación de los seglares Robert Lyons de Texas y Gordon Bateman, un australiano. El nuevo electo eligió el nombre de Pío XIII y posteriormente fue impugnado por sus electores que lo acusaron de utilizar el péndulo para practicar la adivinación… por supuesto que el prolífico Antipapa Pío XIII los excomulgó a ambos.

De estos cónclaves de la segunda generación David Bawden/Miguel I sigue activo con un sitio web actualizado, imprime literatura y maneja una lista de correo interesante, mientras que Victor von Pentz/Lino II luego de instalarse en Hertfordshire de manera definitiva en 1998, nada se sabe de él, salvo que el obispo conclavista Juan José Squetino se reunió con él hace algunos años, poco antes de lanzar su convocatoria para un nuevo cónclave.

Los hijos del fracaso: la tercera generación

El Conclavismo fracasó en el pasado, pero no nos referimos aquí a las espurias elecciones de David I, Lino II, Pío XIII o las bromas de mal gusto de León XIV-Inocencio XIV-Alejandro IX. El conclavismo fracasó porque en realidad no es una posición teológica, a pesar de que sus cultures así lo quieran exhibir, sino más bien una suerte de sistema teológico en el que varias hipótesis parecieran coincidir en un solo punto: ante la vacante de la Sede Apostólica Romana, es menester suplirla por un concilio imperfecto.

El primer conclavismo contó con la ventaja de que aún existía clero romano verdadero y lícito, así como obispos con jurisdicción ordinaria capaces de cumplir con los requisitos de los canonistas renacentistas y del siglo XVI y XVII para convocar a una elección. Aquellos clérigos, apoyados por seglares educados y con serios y sólidos conocimientos en teología contarían, sino con el apoyo universal de la Iglesia militante, por lo menos con el reconocimiento de una importante cantidad de fieles dispuestos a financiar el movimiento, y, como esperaba el arzobispo Lefebvre, el tradicionalismo triunfaría a la larga porque la Iglesia Conciliar moriría por falta de vocaciones sacerdotales. En definitiva se jugaba aquel principio diplomático que reveló Monseñor Muzi al obispo Mariano Medrano “La Iglesia [Romana] tiene a favor las órdenes sagradas y el tiempo, sus enemigos morirán y con ellos el cisma”.[8] Fórmula tan cierta como perversa.

El segundo conclavismo nació tras el fracaso del primero, y resultó un acto de desesperación. En aquel entonces los obispos del linaje Thuc iban hacia la deriva absoluta: consagrados para un cónclave, se comenzaban a distanciar a medida que las sub-ramas del linaje thucista coincidía con posiciones teológicas sobre la sede-vacante. La desesperación llevó a que personas que bajo ningún aspecto tenían aptitud canónica, que fueron ordenados en iglesias cismáticas o que acumularon varias ordenaciones y consagraciones sub conditione impusieran la necesidad de una reunión. David Bawden fue desechado porque fue electo por su familia y una amiga, pero olvidan que hubo clérigos que prefirieron no presentarse y ver que pasaría luego. Victor von Pentz desapareció del radar público y se asumió su renuncia tácita. Pulvemarcher murió demente, senil, sin fieles y habiendo excomulgado a sus propios cardenales.

Nació así la tercera generación conclavista, que reúne las fortalezas, pero también compila todos los errores y vicios de los intentos anteriores. Un colaborador del blog lo llama “squetinismo” porque su representante más fiel es, precisamente Juan José Squetino. El en varias cartas dirigidas a los obispos informó sobre su idea de cómo debía ser el cónclave. En las últimas semanas estuve en contacto con David Martinez, el administrador y autor del blog “Cuba Católica” con quien mantuve un interesante intercambio por mensajes. De esas conversaciones, si bien quedó en claro que estamos en posiciones teológicas diferentes (para él yo directamente soy un hereje), pude aprender mejor aún sobre la tercer corriente que describiré a continuación:

Según la corriente “squetinista” el cónclave no sólo es posible, sino que es absolutamente necesario para la salvación de las almas. Es, siguiendo a Johas, un deber de la Iglesia proveerse de un Papa, pero no de cualesquier manera: la reunión debe ser convocada por un obispo y deben participar todos los obispos posibles. No importa que los obispos lefebvristas o filo-lefebvristas no reconozcan la reunión, tampoco aquellos obispos sedevacantistas “independientes”, los “no-conclavistas” (acéfalos) o los seguidores de la tesis de Michel-Louis Guérard des Lauriers, en absoluto. Lo que importa es la opinión de los obispos “católicos” es decir, “conclavistas” porque el “conclavismo” es la única posición católica válida.

En este conclavismo de nueva generación ya no se participaría la invitación ni a los obispos modernistas titulares (lo que sí se realizó en el caso del cónclave de Asís), sino únicamente a los que son públicamente conclavistas. Para ello es menester la ordenación de nuevos clérigos, en especial, la consagración de obispos. De ahí que los obispos conclavistas hagan jurar a los ordenados que colaborarán, llegado el momento con el cónclave, lo mismo que las Misas pro eligendo pontifice. Tampoco importa la cualidad de los clérigos que se sumen al proyecto conclavista, sus antecedentes, sus conocimientos, su dominio de lo mínimo e indispensable de la liturgia. Sólo que se congreguene en el mismo recinto. El problema radica, además de todo lo que señalamos (que contradice décadas de conclavismo) en que los mismos conclavistas están desunidos. En efecto, existen tres grupos. Por un lado estaría el del Juan José Squetino y Merardo Loya; luego está el grupo de Julio Aonzo y Gary Alarcón; y finalmente Pablo de Rojas Sanchez-Franco y José Vicente Ramón González Cipitria.

Estos grupos se han caracterizado por ordenaciones a personas sin aptitud canónica y previo reconocimiento de Lino II como “Papa legítimo”, así como una doctrina extraña sobre la jurisdicción ordinaria; en cuanto al caso de Julio Aonzo, el bis-obispo y el estrambótico Gary Alarcón, que apenas si sabe ponerse los ornamentos, han demostrado una doctrina tan extraña como curiosa, a punto que con sólo ver las imágenes de esta gente, u oír sus “homilías” y “mensajes” (y ni hablar de los apologistas como el nieto de Alarcón Zegada), fundando su propia Iglesia (la “tradicionalista en sede vacante”) creando y definiendo herejía (algo que sólo puede hacerlo autoridad jurisdiccional) y ni hablar de una pésima doctrina sobre la jurisdicción eclesiástica. A esta gente les recomendamos la lectura de los libros de Raymond Kearney Principles of Delegations (1929) y Anscar Parsons Canonical Elections – An Historical Sinopsis and Commentary (1939) y por supuesto el Código de Derecho Canónico comentando por las autoridades competentes, que no son cualesquier obispón que anda por allí (como pareciera creer Gary Alarcón, o David Martinez), sino las mismas autoridades que establece el Código de Derecho Canónico: el legislador, los canonistas, los doctores, los doctores históricos y los casos comparables resueltos por las congregaciones, así como las tradiciones propias de las iglesias.[9] Hay casos peores, porque una cosa es un grupo de ignorantes que, suponiendo buena fe quieren organizar un cónclave, pero otra diferente es la mala intención y la falta de honestidad intelectual que mostró el grupo de Rojas y José Vicente Ramón González Cipitria, quienes han demostrado que más valían los problemas personales que la supuesta necesidad y urgencia de suplir a la Iglesia con una cabeza visible.

Conclusiones

A lo largo de este artículo hemos demostrado que no hay un único conclavismo, sino que podríamos definir hasta tres corrientes diferentes, en el tiempo y en sus militantes. De todos, sólo el primero tenía posibilidades de haber triunfado, o por lo menos haber creado una estructura jurídica a la cual poco a poco, los católicos tradicionalistas se hubieran sumado. Los demás no son, sino, manotazos de ahogado, resurrecciones de un proyecto que ya nació muerto. Un aborto teológico, una masturbación intelectual.

La desunión en el tercer conclavismo es tal que hasta se proponen por lo menos dos cónclaves diferentes, por lo que si el primer conclavismo (el original) fracasó porque los clérigos válidos y legítimos se negaron a sumarse a una aventura, el segundo porque no se ponían de acuerdo en quienes eran los electores, el tercero fracasará, indefectiblemente por total falta de sustento doctrinal, cuando no moral e intelectual de muchos de sus adherentes.


Referencias

[1] Debo esta categorización en tres etapas a mi amigo Stehel, quien me ayudó a ordenar ideas y que gracias a él, pude reorganizar bibliografía y lecturas.

[2] Aunque los conclavistas insisten en hablar de “cónclave” (y en efecto de ahí toman el nombre) lo más apropiado sería llamarlo “Concilio imperfecto”, como fue el caso de Constanza.

[3] Roy-Lysencourt, Philippe, Le Coetus internationalis Patrum, un groupe d’opposants au sein du Concile Vaticano II (tesis doctoral), Quebec / Lyon: Université Laval / Université Jean-Moulin-Lyon III, 2011. Cfr. Notificación relativa al Abbé de Nantes, L’Osservatore Romano , 10 de agosto de 1969; Bawden, David (Miguel I), 54 Years That Changed the Catholic Church, Christ the King Library, 2011; De Nantes, George, Lettres à mes amis 1956-1962, 1962, del mismo autor es imprescindible: Liber accusationis : à notre Saint Père le pape Paul VI, par la grâce de Dieu et la loi de l’Église juge souverain de tous les fidèles du Christ, plainte pour hérésie, schisme et scandale au sujet de notre frère dans la foi, le pape Paul VI, remis au Saint-Siège le 10 avril 1973, avec la communion phalangiste, La Contre-Réforme catholique (1973).

[4] Ver mensaje del 27 de enero de 1976, y del 26 de diciembre de 1976.

[5] Champoux, Timothy, The Juridical Position of the Laity in The Church, Pontifical Gregorian University, 1939. Esta tesis retoma algunos puntos de un artículo de Henry Hayman (The Journal of Theological Studies, Vol. 5, No. 20, 1904), pp. 499-516), pero analiza la situación desde una perspectiva católica, canónica, teológica e histórica. Recomiendo a los conclavistas que en lugar de recitar las citas del Dr. Homero Johas peguen alguna vuelta por las bibliotecas de universidades “católicas” para rastrear viejas tesis de doctorado y por supuesto, bibliografía en general. Son un gran recurso y muchas veces, esos viejos libros se pueden adquirir como “material de descarte” por muy poco dinero.

[6] Lereux, C., Son of Perdition, Calais, 1982.

[7] Stanfill Benns, Theresa, y Bawden, David, Will the Catholic Church Survive the Twentieth Century?, Belvue, CKL, 1990.

[8] Carta de Monseñor Muzi a Mariano Medrano y Cabrera, 8 de octubre de 1829. AGN Sala X 8-10-4.

[9] El desconocimiento del Código de Derecho Canónico es proverbial entre los miembros de la tercera generación conclavista, a punto tal que creo que realmente nunca lo leyeron, ni conocen las versiones comentadas, sólo repiten algunos cánones como lugares comunes, de la misma manera que otros conclavistas sostienen que poseen los mismos poderes patriarcales que los Apóstoles porque los obispos son sucesores de los apóstoles. Luego de leer estas barbaridades en sitios, blogs, páginas de Facebook o escucharlas en Youtube uno se pregunta ¿vale la pena invertir tiempo en esto?

Conclavismo ¿En serio?

Por Raúl Miguel, para Sursum Corda.

En las últimas semanas estuve en contacto con uno de los fieles de Juan José Squetino. No sé bien como y porqué comenzamos a conversar (debería revisar el historial de watsapp y el correo electrónico) pero sí se que no ha sido un diálogo que me enriqueció mucho. No obstante, no de la manera que mi interlocutor hubiera querido. En efecto, cierta vez le pregunté si deseaba convertirme al “conclavismo” y su respuesta fue un si rotundo. Según él, el conclavismo es la única posición católica verdadera, por consiguiente, debo ser conclavista. Mi respuesta, por si no quedó clara (ni a él, ni a los “vicentistas”) es que paso de esa hipótesis teológica.

Lo repetiré: el conclavismo, como varios delirios dentro del tradicionalismo, es una hipótesis que puede ser respetable, por lo tanto merece ser estudiada. Pero ¿Qué pasa cuando ya estudiaste algo, agotaste el tema y todo argumento que te presentan no es, sino, una re-elaboración de lo que ya sabes es un error, o cuando menos, hace aguas.  Eso es lo que me pasa con el “conclavismo”.

En el mejor de los casos lo considero una hipótesis. Quizás un sistema de hipótesis, heterogeoneo (cada autor suele creer que tiene la razón sobre quienes deben participar de la elección pontificia que salvará a la Iglesia de Dios). Pero lo más normal, cuando uno (como es mi caso) ya leyó todas las variaciones de las propuestas conclavistas, lo comienza a ver como un intento humano de querer resolver una situación divina-apocalíptica.

Y no termina allí: el conclavismo tiene muchísimos problemas, los cuales superan la cualidad de sus proponentes. En efecto, en las praderas de tradilandia encontramos de todo: buenas y malas personas… pero no son las personas las que están aquí en juego, ni bajo evaluación, sino un conjunto de ideas que pretenden conformar una solución a un problema concreto: la vacancia de la sede Romana. En efecto, conozco conclavistas que son buenas personas, por lo menos tengo contacto con ellos (¡Incluso por mensajería instantanea!). Los problemas del conclavismo son de carecer doctrinal, y no sólo porque el mismo sea, virtualmente imposible al día de hoy, sino porque es en doctrina donde fallan los conclavistas. En doctrina y en la historia misma del conclavismo, lo cual ya dice bastante de su formación.

La mayoría de los conclavistas (y ahora hablaré de los propagadores y publicistas), son personas bien intencionadas, pero carecen de formación, sea la misma autodidacta o formal. Lo diré de una manera que hiera menos los sentimientos de mi reciente amigo: no tienen cultura teológica, a lo sumo creen tenerla.

En realidad, los que defienden la posibilidad de un “concilio imperfecto” no leyeron ni a los canonistas ni teólogos renacentistas (¿no es lo primero que uno hace? ¿ir a las fuentes?) ni tampoco a los teólogos y doctores en los que dicen basar sus peregrinas ideas. Un ejemplo concreto es San Roberto Bellarmino. Desconozco si existen una buena traducción de sus obras al español, yo la tengo en latín y tengo una edición bilingüe latín/inglés, pero no conozco ninguna en la lengua de Cervantes. Entonces, cuando alguien con un latín deficiente y un inglés que no es mejor me cita a Bellarmino, no sé si estoy siendo objeto de una mala broma. En el mejor de los casos, algunos popagandistas del conclavismo citan de una pésima traducción de Homero Johas (quien tiene tres versiones diferentes del Cónclave de Asís), pero en realidad repiten únicamente aquellos pasajes que están en consonancia con su sistema particular, ignorando todo lo demás… cuando en realidad el teólogo jesuita propone otras opciones, como bien demostraron los teólogos lefebvristas.

Otro tanto ocurre con los canonistas en general. Los conclavistas desconocen la opinión de los doctores, son reluctantes a los intérpretes del derecho canónico y parecen basar todas sus teorías en innovadoras soluciones que se basan siempre en los mismos casos. Ignoran por completo el derecho canónico histórico, que creen derogado o inexistente y acusan de mentirosos a quienes les decimos “Pero hay una tradición canónica según la cual…” No importa, porque como el conclavismo es la única posición católica verdadera, todo lo que se oponga o no esté de acuerdo con él es herejía, cisma, blasfemia, signo de “focianismo” (odio la expresión “fociano”), jansenismo, veterocatolicismo, anti-papismo y cuanta cosa se le pase por la cabeza.

El conclavismo es una hipótesis marginal. Y es marginal porque pasó su hora. Es marginal porque no resiste un análisis teológico serio y porque quienes lo defienden actúan cuales testigos de Jehová con una fuerte disonancia cognitiva.

¿Qué hacer en esos casos? En mi caso ser claro con mi reciente amigo y con todos los conclavistas que aún crean que puedo “convertirme”: no gracias. No soy conclavista, ya estudié sus hipótesis y tengo la delicadeza de decirles que lo considero, cuando menos erróneo. No les digo que son sofismas, ni hipótesis descabelladas que rayan en la herejía y el cisma… tal vez porque no hay maldad, tal vez porque, como con los testigos de Jehová, descubrimos luego de uno o dos días de conversación que toda la teología conclavista es periférica, muy periférica, casi tangencial respecto a la Teología.

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