En el libro de Samuel podemos ser testigos de la lenta y continua caída del rey Saúl. Una de las historias más tristes en la Biblia, uno de los fracasos más grandes del pueblo de Dios.
En 1 Samuel 15 encontramos el rechazo de Dios a Samuel. Podemos extraer de esta historia importantes lecciones para la vida del cristiano de hoy, tanto en el desarrollo de la historia como de cada uno de los personajes y su significación. Sin embargo, quisiera centrarme en un aspecto: el de la obediencia a la voluntad de Dios. En otras palabras ¿qué es lo que Dios quiere? ¿Prefiere Dios que se lo obedezca, que nos sometamos a su voluntad o que continuemos con un sistema de prácticas sacrificiales aún en contra de su Ley? Dicho de manera más clara: Dios prefiere que tomemos los sacramentos aún de quienes son herejes y cismáticos y aún en contra de nuestra consciencia, o prefiere que nos mantengamos fieles a la Fe.
En el versículo 22 del libro mencionado leemos lo siguiente:
Pero Samuel repuso: “¿No quiere mejor Yahvé la obediencia a sus mandatos que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros.
Leí este pasaje por primera vez a los doce años. El efecto que me provocó fue muy fuerte y aún hoy lo sigue haciendo. En muchos momentos de mi vida esas palabras del profeta que Dios levantó en un momento crucial de la historia de Israel vienen a mi memoria, especialmente cuando ante mi tengo la solución fácil de recurrir a los sacramentos y conseguir una excusa fácil. Comunidades sacramentales sobran: sacerdotes y obispos que poseen alguna de las ramas del “linaje del Obispo Thuc”, sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X que provienen del arzobispo Marcel Lefebvre, sacerdotes con el linaje del obispo Carlos Duarte-Costa, muchos de los cuales se han vuelto al tradicionalismo y roto sus vínculos con las Iglesias Nacionales y el catolicismo independiente… incluso los distintos grupos “ortodoxos”. Sí, me refiero a la Iglesia Ortodoxa en cualesquiera de sus ramas: Griega, Bizantina, Antioqueña, Serbia o alguna de las cuatro Iglesias Ortodoxas Rusas que hay en Argentina (IOR-PM, ROCOR-Agafangel, ROCOR-PM o la VIOREFV -verdadera Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exilio Fiel a la Verdad-). También están los miafisistas, que en Argentina tienen un grupo interesante y en algunos países son la única fuente de sacramentos válidos desde hace décadas (como es el caso de Bolivia, por ejemplo).
Lugar a dónde recurrir por “sacramentos” hay. Siempre los hay. Y mucho más si usted desea “flexibilizar” su doctrina sacramental:
Thuc podría estar loco, podría haber alterado incluso el rito, pero fue válido. Aún cuando fuera un modernista durante el Concilio… por estado de necesidad la ordenación fue válida y lícita.
El “Padre A”, fue ordenado por el “Obispo B” quien estaba casado y tuvo hijos, pero por el estado de necesidad fue ordenado sacerdote… y por el mismo estado de necesidad y violando todas las prescripciones canónicas y tradicionales, consagrado obispo… por estado de necesidad.
Lefebvre fue ordenado sacerdote por Achille Liénar, un francmasón, pero como siguió el rito externo la consagración fue válida, y a causa del estado de necesidad las órdenes de los lefebvristas no sólo son válidas, sino lícitas.
El Padre “C” no sabe pronunciar en latín la fŕomula sacramental y desconoce los principios básicos de la teología… pero sus sacramentos son válidos y lícitos por “estado de necesidad” y es lícito acceder a los sacramentos que él reparte porque “necesitamos” de los sacramentos.
El padre “D” es un sacerdote ortodoxo perteneciente al Patriarcado “E”, no es católico romano y considera que la Iglesia Romana es herética, apóstata y cismática… y no desde el Vaticano II, pero no importa, como yo “necesito” los sacramentos y tengo “derecho” a ellos, puedo asistir a la Divina Liturgia y comulgar… porque lo que importa son los sacramentos.
El Reverendo F es un sacerdote anglocatólico, sus órdenes provienen de la linea siríaca, por lo cual en primera instancia se podría decir que fue ordenado con sucesión apostólica válida… además celebra usando el Anglical Mass, ergo como no tengo otro presbítero cerca puedo asistir a su celebración y comulgar… además en su capilla se comulga de rodillas ¿Qué más puedo pedir?
Pregunto con toda sinceridad ¿De qué vale ir a Misa todos los domingos si se violan sistemáticamente los mandamientos y se vulnera la fe? Durante el Latrocionio llamado “Vaticano II” se celebró el Rito Romano… la “Misa Tridentina” ¿Y?
Vayamos al pasaje completo de Samuel. ¿De qué se habla? Saúl es el rey de Israel, fue elegido por Dios mismo para conducir al pueblo. Saúl era “pequeño” entre los “pequeños”, es decir, su familia era de las menos importantes de la tribu más pequeña, pero Dios lo hizo grande y él fue grande, mientras anduvo en los caminos del Señor.
Veamos el texto desde el versículo 9:
Pero Saúl y el pueblo dejaron con vida a Agag y las mejores ovejas y los mejores bueyes, los más gordos y cebados, y los corderos, no dándolos al anatema, y destruyendo solamente lo malo y sin valor.
Yahvé dirigió a Samuel su palabra, diciendo: “Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, pues se aparta de mí y no hace lo que digo.” Samuel se entristeció y estuvo clamando a Yahvé toda la noche; y levantándose de mañana para ir al encuentro de Saúl, supo que había ido al Carmelo, donde se había alzado un monumento, y de vuelta, pasando más allá, había bajado a Gálgala.
Dirigióse, pues, a donde estaba Saúl, y le dijo Saúl: “Bendito seas de Yahvé. He cumplido la orden de Yahvé.”
Samuel le contestó: “¿Qué es entonces ese balar de ovejas que llega a mis oídos y ese mugir de bueyes que oigo?”
Saúl respondió: “Los han traído de Amalec, pues el pueblo ha reservado las mejores ovejas y los mejores bueyes para los sacrificios de Yahvé, tu Dios; el resto ha sido dado al anatema.”
Detengámonos un minuto. En primer lugar llama la atención el sentimiento que expresa Dios al profeta Samuel: el arrepentimiento. ¡Qué dolor tan grande debió sentir el Señor, para decir semejantes palabras! Si vamos por ejemplo a Génesis 6: 6 encontramos que dice “Y se arrepintió [Yavêh] de haber hecho hombre en la tierra, y le doliéndose grandemente en su corazón”. Veamos que el autor va dejando algunas muestras del carácter que había desarrollado Saúl: se erigió monumentos, suponía que su juicio era más favorable y que él podía torcer la voluntad de Dios. Al igual que el hombre en el Paraíso, desobedeció y lleno de soberbia quiso ser igual a Dios. Dios ordenó que todo fuera destruído, pero el se guardó una parte bajo el pretexto de ofrecerlo en sacrificio. ¿No nos recuerda esto al pecado de Ananías y su esposa? Vayamos por un momento a Hechos 5: 1-4.
Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer, vendió una posesión y retuvo una parte del precio, siendo sabedora de ello también la mujer, y llevó el resto a depositarlo a los pies de los apóstoles.
Díjole Pedro: “Ananías, ¿por qué se ha apoderado Satanás de tu corazón, moviéndote a engañar al Espíritu Santo, reteniendo una parte del precio del campo? ¿Acaso sin venderlo no lo tenías para ti, y vendido no quedaba a tu disposición el precio? ¿Por qué has hecho tal cosa? No has mentido a los hombres, sino a Dios.”
¿A quién mintió Saúl cuando se encontró con el profeta Samuel? No a éste, sino a Dios. Sigamos ahora con el texto de Samuel, desde el verísuclo 16:
Samuel dijo entonces a Saúl: “Basta; voy a darte a conocer lo que Yahvé me ha dicho esta noche.” Saúl le dijo: “Habla.”
Samuel dijo: “¿No es verdad que, hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las tribus de Israel y te ha ungido Yahvé rey sobre Israel? Yahvé te dio una misión, diciéndote: Ve y da al anatema a esos pecadores de Amalee y combátelos hasta exterminarlos. ¿Por qué no has obedecido al mandato de Yahvé y te has echado sobre el botín, haciendo mal a los ojos de Yahvé?”
Saúl contestó a Samuel: “Yo he obedecido el mandato de Yahvé y he seguido el camino que me ordenó Yahvé: he destruido a los amalecitas y he traído a Agag, rey de Amalec. El pueblo ha tomado del botín esas ovejas y esos bueyes, como primicias de lo dado al anatema, para sacrificarlos a Yahvé, su Dios, en Gálgala.”
Veamos como miente Saúl: siendo increpado y puesto ante la evidencia, niega que él desobedeció, y culpa al pueblo y luego justifica esta acción diciendo que tenía como fin, algo noble: agradar a Dios. Veamos otros ejemplos en la Escritura de un comportamiento semejante:
El primero lo encontramos en Caín, quien dio el sacrificio que él quería y no el que Dios le había ordenado. Cuando vio que la ofrenda de Abel fue aceptada, se llenó de ira y lo mató.
El segundo lo encontramos en el relato del becerro de oro. Leamos Exodo 32: 4-7:
Él [Aarón] los recibió [anillos y zarcillos de oro] de sus manos, hizo un molde, y en él un becerro fundido, y ellos dijeron: “Israel, ahí tienes a tu dios, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.”
Al ver eso Aarón, alzó un altar ante la imagen y clamó: “Mañana habrá fiesta en honor de Yahvé.” Al día siguiente, levantándose de mañana, ofrecieron holocaustos y sacrificios eucarísticos, y el pueblo se sentó luego a comer y a beber, y se levantaron después para danzar.
Yahvé dijo entonces a Moisés: “Ve, baja, que tu pueblo, el que tú has sacado de la tierra de Egipto, ha prevaricado.
Es muy interesante ver que el texto hebreo utiliza el vocablo Elohim. Lo que hizo Aarón no fue, a la vista del pueblo “hacer dioses falsos”, sino hacer una imagen del Dios que los había sacado de Egipto. Los sacrificios y la fiesta no se hicieron en nombre de Isis, Horus u Osiris, los dioses egipcios, sino de Yavêh y podemos ver que realizaron un culto que Dios no quería, que Dios no había autorizado, y al Señor no le importaron las “buenas intenciones” de Aarón ni del pueblo, sino que lo llamó, directamente “prevaricación”. Ahora ¿Qué le contestó Samuel a Saúl? Vayamos nuevamente a 1 Samuel 15: 22-23
Pero Samuel repuso: “¿No quiere mejor Yahvé la obediencia a sus mandatos que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros. Tan pecado es la rebelión como la superstición, y la resistencia como la idolatría. Pues que tú has rechazado el mandato de Yahvé, él te rechaza también a ti como rey.”
En Apocalipsis 1: 4-6 leemos:
Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén
Leamos nuevamente el versículo 6: Jesucristo nos hizo “reyes y sacerdotes para Dios, su Padre”. Nosotros, al igual que Saúl somos pequeños a nuestros propios ojos, pero el Señor nos ha lavado de nuestros pecados y nos hizo Reyes… ahora, como Saúl estamos muchas veces ante la situación de desobedecer a Dios utilizando algo sagrado, como es el caso de los sacramentos, o como dice la teología ortodoxa oriental Ιερό Μυστήριο.
Desobedecer a Dios es revelarse contra Dios, y quien rechaza a Dios, por Dios es rechazado. La rebelión es, para Dios, como la superstición.
Este pasaje es uno de los más ignorados en la historia reciente de la Iglesia. Hoy en día, millares de católicos realizan todo tipo de malabares con tal de tener la “Misa” sin importar el ministro que la rece, sin importar si pertenece o no a la Iglesia Católica y mucho menos, sin importar cómo consiguió esas ordenes sagradas que lo convierten en un ministro ordenado.
Lo que importa es tener “La Misa”. No importa que el presbítero no pueda distinguir su mano derecha de la izquierda, no importa que sea un hipócrita que se reordenó dos o tres veces, que mintió y falsificó documentos con tal de que alguien le ponga las manos, y al verse sólo se haya hecho consagrar por otro marginal obispo… lo importante es la Misa. No importa siquiera si el ministro no es siquiera católico, sino un ortodoxo hecho y derecho y el tradicionalista recurre a él a sabiendas y comulga… porque prioriza los sacramentos a la fe.
“Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Cor 11:29)
Estos católicos que tanto hacen depender su fe de la Misa ¿No estarán invirtiendo la ecuación? ¿No caen en el peligro de poner antes el sacrificio que la obediencia? ¿Les importa realmente quién celebra la Misa y en que condiciones? ¿Les interesa realmente si el que la celebra es o no un sacerdote? ¿Les importa siquiera si es o no católico? No, no les importa. Y les vale lo mismo que sea un veterocatólico, un modernista, un ortodoxo, un monofisista o miafisista o incluso un luterano de la High Church (que en Argentina hay… y varios).
¿Cómo sigue el relato de Samuel? Veamos 1 Samuel 15: 24-30:
Dijo entonces Saúl a Samuel: “He pecado traspasando el mandamiento de Yahvé y tus palabras; temí al pueblo y le escuché. Perdona, pues, te ruego, mi pecado y vuélvete conmigo para adorar a Yahvé.”
Samuel le contestó: “No me volveré contigo, porque tú rechazaste el mandato de Yahvé, y Yahvé te rechaza a ti para que no reines en Israel.”
Volvióse Samuel para irse, pero Saúl le cogió por la orla del manto, que se rompió; y le dijo Samuel: “Hoy ha roto Yahvé de sobre ti el reino para entregárselo a otro mejor que tú; y el Esplendor de Israel no se doblegará, no se arrepentirá, pues no es un hombre para que se arrepienta.”
Saúl dijo: “He pecado; pero hónrame ahora, te lo ruego, en presencia de los ancianos de mi pueblo y en presencia de Israel, y ven conmigo a adorar a Yahvé, tu Dios.”
El texto nos muestra la dureza del corazón de Saúl: no estaba arrepentido, estaba más interesado en quedar bien ante los ojos del pueblo, de los ancianos de Israel, que reconciliarse con Dios. Peor también vemos algo más: el sacrificio que iba a ofrecer Saúl era «válido», cumplía con los requisitos… pero Dios no lo aceptaría porque iba en contra de sus mandamientos.
San Hermenegildo prefirió el martirio antes que comulgar de manos de un hereje. Hoy los tradicionalistas tienen excusas que el santo confesor de la fe prefirió ni siquiera pensar. Lo que importa para el hombre moderno no es el principio ético sinó el estético (diría Søren Kierkegaard), lo que importa es “parecer”: parece católico, parece tridentino, parece latino, parece conservador y antimodernista, parece lícito, parece válido… pero en realidad es farisaico, en realidad es muy modernista, porque se trata de una fe atada al sentimentalismo y a la cronología, no a la Revelación ni a la obediencia.
Hoy en día, muchísimas personas, bajo el pretexto de tener la Misa han llegado a hacer depender toda la fe, toda su fe de los sacramentos. El sacramento ya no es un auxilio, para este tipo de personas la Iglesia existe para los sacramentos y no los sacramentos para la Iglesia. Y para ello, son capaces de invocar cuamta cábala sea posible, están dispuestos a negar la autoridad de la Sagrada Escritura, renegar de los Concilio Ecuménicos e incluso de los Santos Padres de la Iglesia.
En su hipocresía farisíaca, el tradicionalista es capaz de hacerse pasar por un veterocatólico, por un anglicano y hasta por un ortodoxo con tal de tener sus “sacramentos”.
Los musulmanes tienen una práctica llamada taqiyya (التقية) , la cual les permite simular la fe islámica cuando su vida o la de su familia está en grave peligro. Los católicos tradicionalistas, en cambio lo hacen por deporte y para justificarlo son capaces de elaborar todo tipo de teorías, e incluso, apostatar en público mientras aún mantienen sus creencias católicas, romanas y tradicionalistas… pero en secreto.
¿Qué elegirá usted? ¿La obediencia o los sacrificios? ¿La fe o sus “sacramentos”?